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El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa"

  • Relata una paranoica historia sobre una investigación de la UCO a una "banda internacional dedicada al tráfico de armas"

El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa"

El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa" / Rosell

El ex militar cubano Alberto Hernández Blanco, que se enfrenta a una condena de 17 años y 10 meses de prisión por el asesinato de Manuel Jiménez Galbarro, ocurrido el 27 de noviembre de 2015 en una nave de Carmona aunque la víctima falleció en una gasolinera del Polígono Calonge, confesó este miércoles sin ambages en el juicio que le disparó en dos ocasiones y que lo hizo "a quemarropa, por sorpresa y sin darle tiempo a que reaccionara".

El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa" El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa"

El ex militar cubano confiesa que disparó a la víctima "a quemarropa" / Rosell

En su declaración ante el jurado popular que lo enjuicia, el acusado reconoció que mató a Manuel Jiménez después de que éste y dos amigos -en realidad está acreditado que eran tres los acompañantes- se personaran en la nave de su patrón, el empresario José María Y. T., que también está siendo juzgado -aunque el fiscal pide su absolución-, para reclamarle una deuda. Le decían "págame, págame" pero José María, que estaba tendido "en el suelo", no tenía dinero, según Alberto Hernández.

El ex militar dijo que su patrón pidió auxilio gritando y diciéndole que le "iban a matar" y en ese momento él salió de una habitación de la nave donde vivía, armado con una escopeta con la que efectuó los dos disparos, el primero al pecho, y el segundo le alcanzó en la espalda cuando la víctima se caía girándose hacia atrás. El acusado admitió, por la forma en que se produjeron los hechos, un delito de asesinato, puesto que dijo que al fallecido "no le dio tiempo a reaccionar", porque los disparos fueron realizados "por sorpresa" y "a quemarropa", a una distancia de unos dos metros. Alberto Hernández indicó, no obstante, que la víctima portaba un revólver Colt 38 de cañón corto con el que "apuntaba a la frente" de José María, pero este arma no ha sido hallada y el propio José María Y. T. también niega que la víctima fuese armada, ni tampoco sus acompañantes.

A lo largo de su declaración, el acusado mostró cierto desvarío y hasta paranoia, cuando por ejemplo fue preguntado por la Fiscalía por su experiencia militar, llegando a afirmar que había sido entrenado para la guerra en un "pelotón de caza al hombre y lucha contra bandidos" o que fue propuesto para la "guerra de Angola y del Golfo". Así, añadió, a preguntas del fiscal, que el martes señaló que había intervenido junto al frente sandinista en la guerra de la revolución de Nicaragua, que fue entrenado por un equipo de "fuerzas especiales de los vietnamitas en la guerra del Amazonas", donde conoció "técnicas de supervivencia".

El magistrado que preside el tribunal, José Manuel de Paúl Velasco, intervino para señalar que el acusado será muy experto en supervivencia pero no lo es en geografía, pues "acaba de colocar el Amazonas en Nicaragua".

Dentro de esta paranoia, el acusado afirmó que no se ha sentido "traicionado" por José María pero sí "engañado" y relató una historia sobre una supuesta investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil de la que "no podía hablar" hasta que terminara, si bien sostuvo que se trata de una "banda criminal internacional dedicada al tráfico de armas de guerra", pero la UCO le comentó que "no puede revelar nada" de la investigación, aunque él ha remitido ya "130 escritos a los fiscales generales del Estado" (sic).

Tras los disparos, asegura que su patrón -a quien dice pertenecía el arma y de otras tres que había en la finca- le dijo que se había "vuelto loco" y que le había buscado "una ruina", y contó como el empresario ayudó a subir a la víctima al coche con el que iban a trasladarlo al hospital.

Sobre unas escuchas telefónicas realizadas durante la semana que permaneció huido y en las que hablaba de que iba a matar a unos portugueses que llevaba en el maletero del coche, el procesado manifestó que lo que dijo realmente es que "había unos portugueses que iban a por José María, que lo iban a matar", a lo que agregó que "el jefe de una mafia portuguesa, de los más sanguinarios, ha venido por José María y siempre estaba amenazándolo y José María tenía miedo".

El ex militar también declaró que huyó por "nerviosismo", porque no sabía adónde ir y estaba "traumatizado", y afirmó que incluso fue a la casa del hermano del difunto a pedir ayuda.

El acusado estaba "muy agradecido" a su patrón, puesto que le había dado vivienda y ayudado económicamente a su familia en Cuba con el envío de ropa y medicamentos e incluso pagando la graduación de su hija. "Le estaré agradecido hasta que muera, porque ha dado la vida por mí y yo por él. Me acogí al calor familiar de él; no tengo como pagarle".

Por su parte, José María Y. T., a quien la acusación particular que ejerce la familia del fallecido le reclama la misma condena que al ex militar cubano -27 años de cárcel por delitos de asesinato y tenencia ilícita de armas-, reconoció la existencia de la deuda con Manuel Jiménez Galbarro, pero negó que estuviera relacionada con el robo de un cargamento de hachís. Según este acusado, le debía 1.100 euros de unas comisiones por algunos transportes, pero no la había saldado porque la víctima, a su vez, no le había devuelto dos máquinas elevadoras.

José María Y. T. señaló en su declaración que no ha tenido "ningún problema con portugueses" y que "nunca" se ha dedicado al tráfico de drogas. El patrón del cubano subrayó que el suceso fue muy rápido, todo ocurrió "en dos minutos", y aseveró que Alberto Hernández salió armado con la escopeta, con la "mirada fija y los ojos chicos" y abrió fuego cuando Manuel le preguntó "¿me vas a disparar" y acercó su mano al cañón del arma. A continuación, le pidió que tirara el arma, diciéndole que había matado "al hermano del patilla" y que le había "buscado una ruina", pero el cubano "no estaba en sus cabales", "no sé lo que había tomado pero no estaba" como siempre e incluso volvió a cargar el arma y le apuntó a él mismo cuando subían a la víctima al vehículo. Negó que fuese él quien le ordenara disparar a Manuel, al que le unía una gran amistad y era casi como "un hermano".

El empresario se marchó a Llerena (Badajoz) porque estaba "muy nervioso" y tuvo "miedo" cuando el cubano le apuntó con el arma, pero regresó por la noche y desde ese momento colaboró con la Policía para facilitar la detención de Alberto Hernández.

José María añadió que en otra ocasión fue objeto de un secuestro cuando se hallaba en un bar en compañía del hermano del fallecido y fueron retenidos por siete individuos que iban armados, entre ellos tres españoles y un turco, pero no quiso revelar con qué actividad estaba relacionada ese suceso.

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