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El notario devoto de Vila-Matas

  • Tendencias. Un viaje por Ronda, Dublín y París sin salir de la notaría de Aranguren Urriza en la calle Julio César, que parece un elogio de la perenne modernidad del Derecho Romano

ESTE notario dejó de ser editor, pero sigue incólume su pasión por la literatura. Notaría Julio César, se lee en algunas tarjetas, como un elogio a la modernidad del Derecho Romano. El notario Francisco J. Aranguren Urriza ve el rostro de Enrique Vila-Matas en la portada del último número de la revista Leer regado con provechosas entrevistas a Luis Eduardo Aute, que publica su poesía completa, o a Luis del Val, que saca en Algaida, editorial sevillana, La Transición Perpetua, con la que ha ganado el primer premio de novela internacional Solar de Samaniego.

Del Val, que se pasó de la Ser a la Cope sin ser de la sección de Deportes, dice algo que lo hubiera suscrito Tomás Moro en la entrevista apócrifa que le hace Víctor Márquez Reviriego: "Existe un proceso de desalfabetización por el que un hombre culto deja de leer, ir al cine y al teatro para hablar sólo de política". Leer a Vila-Matas es como ir al cine y al teatro sin dejar la política. El notario Aranguren, apellido de aguerrido defensa y de filósofo egregio, sabe que el protagonista de Doctor Pasavento llegaba en AVE a Sevilla para dar una conferencia y decide evaporarse.

Son dos libros de viajes, Doctor Pasavento y El viaje vertical. Esta novela divertida, tragicómica, me la prestó Miguel Sánchez, un antiguo vecino de la plaza de San Lorenzo por cuya casa pasaron Sánchez Dragó, Eugenio Trías, el mismo Vila-Matas y Denise Beaulieu, una antropóloga francesa que convivió una temporada con la cuadrilla de Emilio Muñoz para hacer un levi-strauss de la tauromaquia. El notario Aranguren ha leído esas novelas de Vila-Matas, pero prefiere otras dos, París no se acaba nunca y Dublinesca, proyecto surrealista para conmemorar el Bloom's day en la ciudad donde lo ambientó James Joyce con el firme propósito del personaje de la novela de abandonar su adicción al alcohol en los dominios de la Guinness.

El notario asistió a la presentación en la biblioteca Infanta Elena del libro sobre Rilke de Mauricio Wieshental. El poeta del Duino es un rondeño afectivo como lo fueron, en los dominios de los Ordóñez esculpidos por Nicomedes, Orson Welles, Ernest Hemingway o Dionisio Ridruejo, desterrado a la ciudad en la que escribió su diario de la División Azul. Esa expedición de alocados que siempre vuelve: en la novela de Ignacio del Valle que llevó al cine Gerardo Herrero; en la serie Amar es para siempre donde es coguionista Antonio Onetti.

Hay que ir al cine, al teatro y leer más en lugar de hablar tanto de política. Asistir a acrobacias culturales como el salto del teatro a la ópera de José Luis Castro, que dirigía el teatro Lope de Vega cuando Karpov y Kasparov estuvieron esperando a Godot sobre un tablero de ajedrez. Vuelve Castro, teatrero de El Globo, al teatro de la Maestranza que diseñaron Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo. Vila-Matas sale de la portada de la revista para advertir del riesgo de que las ideas sólo sean ocurrencias.

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