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  • El sector hace 'ruido' en contra de las nuevas medidas impuestas para los próximos 15 días

Cacerolas fuera de las cocinas

Un trabajador del bar Tino baja la persiana en el primer día con los nuevos horarios. Un trabajador del bar Tino baja la persiana en el primer día con los nuevos horarios.

Un trabajador del bar Tino baja la persiana en el primer día con los nuevos horarios. / Antonio Pizarro

"Hemos llegado a las 6:30 para abrir a las 7:00 y ya había gente en la calle esperando". Las nuevas medidas impuestas por la Junta de Andalucía, entre ellas el toque de queda entre las 22:30 y las 7:00 del día siguiente, ya se notan en los bares de la provincia de Sevilla. Las palabras son de José Carlos Jiménez, uno de los propietarios del bar familiar Brooklyn NY, situado en San Juan de Aznalfarache. "La gente sigue trabajando a la misma hora y quieren desayunar antes de empezar", explica este joven hostelero, que venía subiendo la persiana de su local entre las 5:30 y las 6:00 para servir los primeros cafés a los obreros de las múltiples obras de alrededor. El final de la jornada laboral, ahora a las 18:00 por el adelanto obligado para la hostelería, también es otro obstáculo. "Cuando los clientes más a gusto están los tienes que echar aún habiendo aún sol", añade Jiménez, que se sorprende de lo decretado porque "la gente está más controlada en un bar que en las casas". Alude al creciente hábito de muchos de alargar en domicilios las reuniones en los bares.

Rafael González es encargado del restaurante nervionense Mareaviva. Respiró aliviado al conocer las nuevas medidas. "Me lo esperaba peor porque creía que nos iban a cortar a las tres de la tarde". Las comidas las podrán dar, las cenas no. "Las noches eran nulas desde que se impuso el toque de queda, así que dentro de lo malo es lo mejor que ha podido pasar". Sin embargo, cuando se le pregunta por los fines de semana sí tuerce el gesto: "Tener que cerrar los viernes y sábados por la noche nos mata". Coincide con la Asociación de Hostelería de Sevilla en afirmar que "echarle la culpa a la hostelería es lo más fácil" y que "hacemos de policía porque tenemos que estar pendientes de que la tenga la mascarilla puesta y no fume". Aunque también es autocrítico con su propio sector: "El problema está en los bares que no cumplen". Y opina que "deberían poner el toque de queda a las 19:00 para que la gente no se vaya a las casas o a hacer botellón".

Un camarero de la cervecería Alboreá hace sonar una cubitera. Un camarero de la cervecería Alboreá hace sonar una cubitera.

Un camarero de la cervecería Alboreá hace sonar una cubitera. / Antonio Pizarro

Precisamente las reuniones en las casas y los botellones son el salvavidas para las empresas de bebidas alcohólicas. "Estas nuevas medidas favorecen la venta en supermercados y grandes almacenes". Lo afirma Pedro Mateo, gestor de ventas en hostelería de Jack Daniels. No obstante, asegura que "lo ganado en esos establecimientos no compensa lo perdido en los bares", a los que ve "en una situación límite desde el inicio del toque de queda". En sus visitas a los bares de copas cuenta que ejerce "más de psicólogo que de gestor de ventas" y que "el 90% han cerrado o van a cerrar pronto". Sus pesimistas palabras se tornan esperanzadoras al hablar de los municipios de la provincia de Sevilla. "La gente de los pueblos ha ayudado mucho a sus bares tras el confinamiento". Sin embargo, con el nuevo horario de apertura permitido, cree que "la inmensa mayoría de los bares de copas no van a abrir porque hasta las 18:00 son insuficientes las horas en las que vender".

Uno de los bares de la provincia de los que habla Mateo puede ser el de la Peña Sevilla de Coca de la Piñera. Está regentado por Francisco Sánchez, al que el cierre perimetral le impide recibir clientes de pueblos cercanos como Tomares o Castilleja. Paradójicamente, Coca de la Piñera pertenece al término municipal de Camas, que tiene su núcleo urbano más alejado que las localidad mencionadas. A esta cuestión se le unen las que comparte todo el sector de aforo y horarios. También comparte la sensación de que "la mayoría de hosteleros estamos cumpliendo las normas pero pagamos porque hay garbanzos negros" y que "desde que cerremos hasta el toque de queda va a haber gente en los parques y en las casas bebiendo". Pone de ejemplo a los colegios, a los que ve "como una fuente de contagios que no cierran".

Un camarero recoge una sombrilla en el restaurante Azabache. Un camarero recoge una sombrilla en el restaurante Azabache.

Un camarero recoge una sombrilla en el restaurante Azabache. / Antonio Pizarro

Pero no sólo de palabras se valen los hosteleros para hacer ruido contra el nuevo escenario laboral en Andalucía. Muchos de ellos se sumaron al llamamiento que hizo el lunes Antonio Luque, presidente de la Asociación de Hostelería de Sevilla, e hicieron sonar sus utensilios de cocina en una cacerolada coordinada a las 16:30 en la puerta de los bares y restaurantes. Algo que repetirán hoy a la misma hora y que servirá de aperitivo, nunca mejor dicho, para la manifestación convocada para mañana a las 11:00 en la Campana. Unas movilizaciones que ya tienen el apoyo del alcalde Juan Espadas o del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi.

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