El Parque, el regalo de María Luisa a Sevilla que reclama más atención
Las tareas pendientes para el centenario de la Exposición de 1929 (2)
Esta zona verde monumental requiere un órgano único de gestión para atender sus muchas necesidades y una mayor vigilancia para evitar el recurrente vandalismo
El legado del 29 (1): De la vergüenza del Pabellón Mudéjar al gran despropósito de la Palmera
Una joya paisajística, patrimonial y cultural que requiere mucha más atención y cuidados. El Parque de María Luisa es uno de esos espacios imprescindibles de Sevilla. Sin este vergel sería muy difícil entender la ciudad. Su particular diseño y materiales los hacen destacar por su singularidad y belleza. Fue un regalo de la infanta María Luisa a los sevillanos para su disfrute. En 1914 se abrían a la ciudadanía, pero el proceso comenzó antes. Para la Exposición de 1929 el arquitecto paisajista Jean Claude Nicolás Forestier le dio su impronta actual. La situación actual de esta zona verde no es la mejor, pese a los esfuerzos que se están acometiendo recientemente y los anuncios realizados esta misma semana. El Parque de María Luisa exige vigilancia y un órgano de gestión único que lo mantenga en las mejores condiciones posibles.
La llegada de los Montpensier a Sevilla en 1848 supuso un verdadero revulsivo que dejaría una huella importante. Apenas dos años después, adquieren al Estado el centro de secundaria del Palacio de San Telmo, donde recibió clases Gustavo Adolfo Bécquer, y lo completan con la adquisición de otros espacios como las huertas de la Isabela y la Mariana o la de San Diego, donde en tiempos estuvo el convento de San Diego de Alcalá que luego se trasladó a la calle Cervantes y del que hoy queda el recuerdo en una glorieta.
En torno a 1860 recurren a Lecubant para hacer los jardines. “Ya había actuado para ellos en Sanlúcar de Barrameda. Él hace unos jardines con las formas típicas inglesas pero incorpora elementos mediterráneos. Lecubant adelanta un poco lo que luego será el jardín de Forestier. Hay dos elementos como el Monte Gurugú y el estanque de los patos y el templete de Alfonso XII que ya presentan una estructura similar a la de hoy”, señala el historiador Joaquín Egea.
Fallecido el Duque, la infanta María Luisa cede a todos los sevillanos los jardines del palacio y el propio edificio, al Arzobispado.
Un punto de inflexión es cuando en 1911, con el apoyo del, se apuesta por la realización de una gran exposición en la ciudad. “Entonces se le encarga a Aníbal González la arquitectura y a Forestier lo que tiene que ver con el paisaje y la jardinería. Ese año también se inaugura la glorieta de Bécquer con el monumento de Coullaut Valera y el árbol de los pantanos”. En el año 1914 el Parque de María Luisa se abre definitivamente a los sevillanos y, al mismo tiempo, se inician las obras en la Plaza de España o el Pabellón Mudéjar.
Lo más significativo de la obra de Forestier son las glorietas adornadas con delicadas piezas de cerámica. “Él adapta su diseño completamente al clima de Sevilla y al paisaje, para ello se basa en los jardines españoles y musulmanes, como la Alhambra y El Generalife, el Retiro de Madrid, y sobre todo, el Alcázar de Sevilla. Todo se organiza en torno a jardines menores y glorietas con fuentes, estanques, pabellones y monumentos. Como si fuera un patio sevillano con todos sus elementos”, sostiene Egea.
El eje principal se extiende desde la glorieta de la infanta a la de la Virgen de los Reyes, un espacio este completamente transformado e irreconocible. Junto a este eje que lleva a la Plaza de América hay dos grandes avenidas dedicada a dos grandes personajes de la historia de España: Hernán Cortés y Pizarro. El agua se convierte en un elemento fundamental, muchos de los surtidores se inspiran en la fuente rehundida del Hospital de los Venerables. “Muchas de las fuentes hoy no funcionan”, lamenta Egea. Las rosas, junto a clavellinas, geranios, pensamientos o lirios; y arbustos adaptados al clima, como arrayanes, son otras señas de identidad del parque.
El mundo de la cultura esta ligado de manera indisoluble al Parque de María Luisa. Sus glorietas están dedicadas a personalidades como Bécquer, Luca de Tena, Mas y Prats, los Álvarez Quintero, Rodríguez Marín... Los mejores artistas de la época construyen los monumentos: Coullaut Valera, Delgado Brackembury, Pérez Comendador, Castillo Lastrucci...
“La situación actual del parque no es buena. Es muy evidente que algo no funciona. Hay bancos sin cerámica recubiertos por cemento, fuentes sin agua, edificios en mal estado, zona de praderas que son inútiles y no responden a la concepción inicial, falta de árboles”, incide Egea, quien insiste en que es un Bien de Interés Cultural mal conservado y que requiere mucha más atención. “Nos hemos dirigido a la Fiscalía de Medio Ambiente o al Defensor del Pueblo, pero no hacen nada más allá de mandar alguna carta”.
Una de las principales demandas es la creación de un órgano de gestión que aglutine la figura del conservador, como siempre reclamó el recordado profesor Jorge Benavides, uno de los principales expertos en el regionalismo sevillano. “Este patronato es absolutamente necesario. Además el dinero que se obtenga por las actividades que se realicen, independientemente que estemos en desacuerdo con Icónica, debe emplearse en el parque”.
La vigilancia es otro de los talones de Aquiles del Parque de María Luisa. “No basta con un coche o dos allí parados. Que creen un cuerpo de serenos para el parque. Además, no se pueden permitir los bares y discotecas. No puede ser que el parque se convierta en una prolongación de estas actividades. Eso está clarísimo.
El Parque de María Luisa no puede esperar más tiempo. Debe lucir en su mejor estado de cara a 2029 para el centenario de la Exposición Iberoamericana. “El alcalde tiene que coger la sartén por el mango y dar una solución a uno de los monumentos más interesantes de Sevilla. Y, de paso, que se respete la idea de ciudad jardín que tanto Aníbal González como Forestier tenían para la Palmera”, concluye Egea.
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