Sevilla

José García-Tapial y León

Las restauraciones olvidadas del Monasterio de San Jerónimo

El autor repasa las distintas operaciones realizadas alrededor del monumento en las últimas cuatro décadas después de que el alcalde de Sevilla asegurase que llevaba “41 años de abandono”

El increíble monasterio a 20 minutos de Sevilla que pasa desapercibido por el lugar en el que está

Una imagen del monasterio de San Jerónimo.

07 de agosto 2025 - 06:30

Con motivo de la culminación de una nueva fase de investigación y restauración en el recinto del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista, de Sevilla, los medios de comunicación han recogido de la intervención del señor alcalde algunas afirmaciones que no puedo menos que calificar como inciertas. Hay dos en concreto que se pueden considerar así: estas son “que se está actuando después de 41 años de abandono” y que es “la primera fase de obras para la recuperación y puesta en valor de este espacio”, afirmaciones inexactas como argumentaré a continuación.

Antes de la adquisición por el Ayuntamiento, Rafael Manzano había realizado obras de consolidación y reparación de los graves daños causados por el terremoto de febrero de 1969. El Ayuntamiento recibe en 1984 una gran caja opaca, abierta por arriba, que solo albergaba en su interior las fachadas del claustro, como un gran decorado teatral, y sin ninguna otra edificación.

La primera fase de obras para la recuperación del edificio se llevó a cabo desde julio de 1989 hasta diciembre de 1990, bajo la dirección técnica de José María Cabeza y de quien esto suscribe. No fueron financiadas por el Ayuntamiento, sino por la Comisión para la Conmemoración del Quinto Centenario dentro de su Programa de Restauración de Monumentos relacionados con el Descubrimiento. El edificio presentaba un estado de ruina absoluta, grietas y vegetación parásita en las bóvedas del claustro, pavimentación del claustro alto a base de planchas de fibrocemento y la torre arruinada y hueca. Los restantes edificios del conjunto monacal, desaparecidos.

La intervención se inició con una campaña arqueológica, dirigida por Florentino Pozo, que permitió identificar y recuperar la planta original tanto de la iglesia perdida como del Claustro de Levante o de los Legos, derribado a inicios del XX. Las obras consistieron, entre otras, en la limpieza y consolidación del claustro renacentista; la restauración completa de la torre, que fue dotada de escalera interior; la reconstrucción de la escalera noroeste al coro, de la reforma del XVI de Hernán Ruiz, lo que habilitó el acceso, hasta entonces imposible, a la galería alta; o la identificación, restauración y acondicionamiento para biblioteca del ala norte de la Imprenta de Indias.

La siguiente fase se desarrolló en la década de los noventa, con financiación exclusiva de la Gerencia de Urbanismo, bajo la dirección de la arquitecta superior de la propia Gerencia, Reyes Morales. Consistió, básicamente, en la pavimentación del claustro y la iluminación y dotación de las instalaciones y servicios necesarios para permitir la celebración de actividades escénicas al aire libre: recitales, conciertos, incluso alguna ópera u obra teatral.

El siglo XXI empezó con nuevas fases de intervención. Desde 2002 se sucedieron dos campañas arqueológicas, a cargo del mismo equipo anterior, centradas en el espacio de las desaparecidas (total o parcialmente) naves laterales al claustro, por sus costados oriental y meridional. Fruto de ellas fue el descubrimiento, en el ángulo sureste, de una interesante y desconocida cripta que se ha restaurado para hacerla accesible a los visitantes.

En enero de 2003 se aprobó por el Consejo de Gerencia el Plan Director del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista y en septiembre de 2004 se redactó el Proyecto de Restauración del Monasterio de San Jerónimo para su Adecuación como Centro Cívico. Las obras se iniciaron en 2005 bajo la dirección de los técnicos Sánchez Navarrete, Sánchez Caballos y el que suscribe. Se prolongaron durante más de cinco años y consistieron en la completa restauración de la planta baja de la crujía sur que incluía la Sala Capitular, la casi totalmente desaparecida escalera monumental al suroeste y otros espacios contiguos. Sobre esta planta se levantaban las celdas de los monjes, de los que solo permanecía en pie el muro de cerramiento hacia el claustro. Este cuerpo ha sido recuperado para albergar la biblioteca y el salón de usos múltiples. La edificación en el costado oriental del claustro había desaparecido totalmente, por lo que ha sido reedificado siguiendo las trazas primitivas y de acuerdo con los grabados decimonónicos existentes del monasterio.

No mucho después, a mediados de la siguiente década, se llevó a cabo una campaña de auscultación estructural y refuerzo de cimentación y pilares de la galería norte, con la colaboración de la Universidad de Sevilla y bajo la dirección del citado arquitecto Sánchez Navarrete.

Toda esta sucesión de nuevas fases de obras, investigaciones arqueológicas y estudios a lo largo de cuatro décadas es justificable, hasta cierto punto, por la magnitud y complejidad del monumento y de sus vicisitudes históricas, especialmente en los dos últimos siglos. Pero se echa en falta una visión global del monumento y su entorno. De las necesidades constructivas del monumento en sí, pero también del papel que debe jugar respecto al barrio en, por ejemplo, su relación con el río.

Ese estudio más general debería incluir las necesarias investigaciones arqueológicas para completar la planta original del monasterio (localizar el trazado del compás y la hospedería en el norte o los aposentos regios al suroeste); restaurar y poner en valor la intervención de Hernán Ruiz II en el costado norte del claustro, así como en la iglesia, de la que aun permanece en pie todo el costado de la Epístola; tratar la planta de la desaparecida iglesia como un jardín arqueológico; sustituir el alto y opaco cerramiento de obra de la primera fase por una verja que permita abrir y acceder al monasterio desde una prolongada y peatonal calle Cataluña, verdadero eje del barrio que ha de conectarlo con el río; así como las otras posibles propuestas que se puedan formular.

Se trata, en suma, de conocer y analizar las experiencias anteriores entendiendo que la recuperación y puesta en valor de un patrimonio tan amplio y tan complejo como el de Sevilla exige un esfuerzo acumulativo y dilatado en el tiempo al que todos debemos contribuir.

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