Restaurante Tribeca, el arte de la cocina de mercado en cada bocado
Sevilla
En la calle Chaves Nogales, 3, se encuentra un templo gastronómico que desde 2002 ha sabido ganarse el respeto y la admiración de todos sus comensales, con una experiencia sensorial que combina la tradición con la innovación, el producto de proximidad con técnicas culinarias sofisticadas y la calidez andaluza con la excelencia en el servicio.
Tribeca es el reflejo del sueño de Pedro Giménez, su jefe de cocina. Tras una etapa en Hong Kong que marcó su trayectoria, decidió regresar a su tierra natal para compartir todo lo aprendido. Hoy, junto a su hermano Eduardo, encargado del área de compras y vinos, han consolidado un proyecto gastronómico que rinde homenaje al producto de temporada y a la cocina de mercado. Su carta cambia cada tres meses, adaptándose a la estación y al mejor producto disponible, garantizando siempre frescura y calidad.
Al entrar en Tribeca, lo primero que sorprende es su arquitectura. El diseño del local, obra de Francisco Barrionuevo, envuelve al comensal en un ambiente donde la cocina central, visible a través de un mueble de madera, se convierte en el epicentro del restaurante, permitiendo que los clientes sean testigos del arte culinario en directo. Con capacidad para 70-80 comensales, el espacio puede dividirse en áreas más privadas para reuniones exclusivas. Además, su bodega, con capacidad para ocho personas, es un rincón especial donde la gastronomía y el vino se dan la mano en armonía.
Si hay algo que define la esencia de Tribeca es su menú degustación. Un viaje gastronómico cuidadosamente diseñado para sorprender al paladar y emocionar con cada bocado. Desde el primer instante, con un aceite de oliva virgen extra 100% picual, el comensal es invitado a sumergirse en una experiencia donde la calidad y la creatividad se fusionan a la perfección. El tartar de carabineros y caviar osetra es una obra maestra de frescura y sabor. A continuación, el ajoblanco malagueño con uvas y huevas de mujol en semi-salazón transporta a la tradición andaluza con un giro sofisticado.
La croqueta de calamar koji y la ostra a la brasa con jengibre y kumquat juegan con texturas y matices, mientras que la tortilla de yemas de erizo y papada ibérica es un homenaje al mar y la tierra en equilibrio perfecto. El pescado del día, siempre procedente de lonja, es una muestra del compromiso de Tribeca con la calidad y la sostenibilidad. El foie gras a la brasa, intenso y delicado a la vez, prepara el camino para el apartado dulce. Un sorbete de vodka y mandarina limpia el paladar antes de un postre que es pura poesía: cerezas amarena con helado de raifort y vinagre de Módena Giuseppe Giusti. Finalmente, los petit fours cierran una experiencia que perdura en la memoria.
Además del menú degustación, la carta de Tribeca es una oda a la cocina de mercado. Entradas como el risotto con tupinambo y trufa de invierno, la tortilla de bogavante y panceta ibérica o las cocochas de bacalao al pil-pil son solo algunas de las opciones que invitan al deleite. Para los amantes de la carne, el rulo de pularda asada con guiso de colmenillas y el estofado de cola de toro con boletus son auténticas joyas de la cocina tradicional reinterpretada.
Y en los postres, cada creación es un homenaje a Armando Anta Calbarro, amigo y colaborador del restaurante. Desde un cremoso de trufa de invierno con roca de avellanas y helado mantecado hasta un semifrío de chocolate con hibiscus, haba tonka y naranja confitada.
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