Cuando Sevilla fue capital de España
Calle Rioja
El historiador Manuel Moreno Alonso homenajea a Domínguez Ortiz en su último libro, ‘Ocaso y Orto de Sevilla’
En la obra recuerda cuando la ciudad se convirtió en capital de la España libre contra Napoleón
En el Labradores no esconden al rey emérito
Ayer fue la festividad de san Clemente. El mismo día que se cumplían los 50 años del entierro de Franco, se conmemoraban los 777 años de la toma de Sevilla por las tropas de Fernando III. Una guerra duró tres años; la otra, siete siglos. Las dos empezaron en el norte de África. En el monasterio de san Clemente, edificio cisterciense del siglo XIII, coincidieron la festividad de su titular, tan unido a la historia de Sevilla, con el final de la novena de Santa Gertrudis, una mística centroeuropea de la enjundia de la santa de Ávila.
Manuel Moreno Alonso (Sevilla, 1951) es un historiador muy singular. Todos los jueves se pasa por el mercadillo de la calle Feria y echa el anzuelo por si pica algún pez. El último jueves iba por el Jueves en el cincuentenario de la muerte de Franco. En el puesto de Rodrigo, adquirió cuatro de los cinco volúmenes de los Documentos Inéditos de Francisco Franco. Una Espasa del Caudillo editada por la Fundación que lleva su nombre y que el Gobierno quiere quitar de la circulación. Una caricia a sus socios, una bofetada a los historiadores.
Pero no era este cincuentenario el que más alegrías le proporcionó a Moreno Alonso en su búsqueda por los puestos de la calle Feria. Sacó de una bolsa de plástico una verdadera primicia. Un libro con las pastas rojas y el título en inglés: Fifty Years Fox Hunting (Cincuenta años de la caza del zorro). Alguien puede buscar algún paralelismo entre los dos cincuentenarios. El autor del libro es J.M.K. Elliott. El apellido puede confundir a error, pero no tiene nada que ver con el hispanista británico que escribió la biografía del conde-duque de Olivares, don Gaspar de Guzmán, y que se enamoró de España después de una visita de estudiante al Museo del Prado y contemplar el retrato ecuestre que Velázquez pintó del valido de Felipe IV. En alguna de sus visitas a Inglaterra, el profesor Moreno Alonso habló con otro hispanista británico, Raymond Carr. Éste, buen estudioso de nuestra historia, apasionado de un país que conoció cuando llegó a Torremolinos en su luna de miel, sí tenía una relación muy directa con la temática del libro rojo. Más de una vez lo entrevisté y me confesó la contradicción en la que vivía de votar a los laboristas y defender la caza del zorro con perros que dicho partido político había prohibido.
Un investigador incansable
El profesor Moreno Alonso es un investigador incansable. Escribió la biografía de Blanco White, se fue a Londres a hurgar en los papeles de lord Holland, el mecenas del humanista que nació en el barrio de Santa Cruz y murió en Liverpool. Tan centrado estaba en sus estudios que ni se enteró de que en Londres se estaban disputando los Juegos Olímpicos de 2012.
El 22 de octubre ha salido de imprenta su último y apasionante trabajo: Ocaso y Orto de Sevilla, con el subtítulo Cuando Sevilla fue capital de España (1808-1810). Invierte las palabras de la obra maestra de Antonio Domínguez Ortiz, a quien le dedica este libro y de quien escribió su biografía. A Franco lo entierran el 23 de noviembre de 1975. El día que se cumplían 727 años de la toma de Sevilla por Fernando III. La ocupación napoleónica de Madrid en 1808, escribe Moreno Alonso, “iba a convertir a Sevilla en la capital de la España libre. Pues como capital de una nueva nación en guerra, Sevilla vivirá entonces, desde un punto de vista político, los días más grandes de su historia desde la conquista de la ciudad por san Fernando en 1248”.
La historia es así de caprichosa. En 1808 Madrid cayó enseguida y Sevilla fue la que resistió. En 1936 la que se rinde muy pronto es Sevilla, mientras que Madrid, “rompeolas de las Españas” como la llamó Antonio Machado, resistió hasta abril de 1939. Sevilla asumió ese protagonismo histórico “en ausencia del rey legítimo Fernando VII”. En su apasionante libro La justicia amenazada, Manuel Marchena, en el capítulo que dedica a la inviolabilidad, la inmunidad y el aforamiento parlamentario, cuando habla de la primera de esas prerrogativas, de la que se beneficia el diputado José Luis Ábalos, dice que el origen está en el vacío de poder creado por “la ausencia forzada de Fernando VII y las dificultades de implantación de la monarquía bonapartista” y también en el temor de los diputados al regreso del monarca-títere.
Qué diferentes la Sevilla de Queipo de Llano y de Cuesta Monereo de 1936 con la Sevilla de Francisco Saavedra (1746-1819) de 1808. Aunque lo retrató Goya, en la portada del libro del profesor Moreno Alonso aparece este librepensador, héroe desconocido por sus aparece este librepensador, héroe desconocido por sus paisanos, en un retrato anónimo que está en el Museo del Prado. Saavedra, que para muchos sólo es el segundo apellido de Cervantes, es un sevillano que colaboró con Gálvez en Cuba, que estuvo en Venezuela y fue apresado en Jamaica. Sucedió al taimado Godoy, ocupó varias carteras ministeriales, fue amigo de Jovellanos y ya en el crepúsculo de su vida, enfermo en su casa, fue nombrado presidente de la Junta Central con sede en el Alcázar “en medio del entusiasmo popular”.
Las intrigas de Godoy lo llevaron al destierro. A su regreso, se convierte en el gran opositor del expansionismo napoleónico. Moreno Alonso le atribuye la condición de cerebro del triunfo en la batalla de Bailén en julio de 1808 (aunque la victoria se le asigne al general Castaños), de la liberación del Madrid ocupado, de la formación de la Junta Central y la convocatoria de las Cortes de Cádiz.
La batalla de Pavía
En 2025 se conmemora el quinto centenario de la batalla de Pavía. Un año antes de casarse en Sevilla, Carlos V derrotó a su primo el rey de Francia Francisco I. Moreno Alonso cuenta dos hechos relacionados con una batalla que dejó en Sevilla la secuela culinaria de las pavías de merluza y de bacalao. El prestigio de España trajo hasta Sevilla ese mismo año a Andrea Navagiero, embajador en España de la República Serenísima de Venecia. Los franceses, tres siglos después, quisieron cobrarse venganza. Con el consentimiento del felón Fernando VII, el mariscal Murat recuperó la espada de Francisco I de la Armería Real de Madrid para devolvérsela a Napoleón.
La decadencia de Sevilla fue paralela al esplendor de Cádiz y aquella coincidió curiosamente con la aparición de los mitos que atrajeron a los viajeros románticos: don Juan, Fígaro, Carmen. En 1775, hace 250 años, se estrenó la ópera El barbero de Sevilla de Rossini. Orto y ocaso.
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