El pasado siempre vuelve. Frase manida donde las haya, pero no por ello menos cierta. Intentamos por todos los medios rehusar de los tópicos, aunque la realidad -que siempre supera a la ficción- nos obliga a ello. Perdonen que les de la tabarra con este introito que roza el existencialismo, pero a uno se le han venido a la cabeza varias noticias que en su día acapararon titulares de la política local cuando se repasan los últimos acuerdos de la junta de gobierno de nuestro Ayuntamiento, esa Casa Consistorial que lo mismo acoge la visita del Rey que sirve de escenario para el rodaje de un capítulo del Palermasso, con actuación estelar incluida de nuestro regidor (mucho más expresivo en la pequeña pantalla que en la realidad palmaria).  

Les cuento todo esto porque en una reciente junta de gobierno se ha aprobado un convenio de colaboración entre el Ayuntamiento de Sevilla y la Cruz Roja Española con el altruista fin de enseñar a mujeres en riesgo de exclusión social "a montar en bicicleta". En concreto, el acuerdo se ha firmado entre el concejal de Movilidad, José Lugo, y el representante de la citada entidad benéfica, Francisco Rodríguez. 

La iniciativa, que puede soprender a muchos, no es nueva. Este periódico ya se hizo eco de un curso similar publicitado a finales de 2019, cuando al frente de la Alcaldía de Sevilla se encontraba el socialista Juan Espadas. Hagamos un ejercicio de memoria. Eran las Navidades de aquel año cuando desde el Servicio de Sostenibilidad e Innovación Urbana de la Gerencia de Urbanismo se redactó un pliego de condiciones para la adjudicación del proyecto Mujeres en bici por Sevilla, título que obedece a la asociación civil impulsora de la formación. 

Menos de la mitad de los usuarios

El presupuesto destinado desde las arcas locales a dicho curso alcanzó los 26.1136 euros, cantidad para la que se autorizó un gasto anticipado. Las alumnas que se inscribieron en las sedes de los distritos recibieron diversas enseñanzas sobre este medio de transporte tan sostenible. Desde guardar el equilibrio a dos ruedas a saber elevarse sobre el sillín para subir las cuestas (lo más parecido al penitencial spinning) y aprender a frenar. La razón dada entonces desde el gobierno para desarrollar esta formación fue que el número de mujeres que usan la bicicleta en sus desplazamientos por la ciudad no llega ni al 40% de los usuarios. Un propósito para lograr la igualdad en los pedales y las dos ruedas.

Una mujer haciendo uso de la bici para desplazarse por Sevilla.

Fueron muchas las reacciones (más que esperables) a dicha iniciativa. Algunas se posicionaban en contra con el escuálido razonamiento de que "hay cosas más importantes en que gastar el dinero". También se escucharon críticas que cuestionaban el proyecto por "machista". Tal calificación la proporcionó el portavoz adjunto del grupo municipal de Vox, Gonzalo García de Polavieja, quien llegó a afirmar: "nos resulta ciertamente machista presumir que las mujeres son las que no saben montar en bicicleta, pero prescindiendo de esta obviedad, lo cierto es que resulta muy difícil entender que haya tantas necesidades de los sevillanos sin cubrir y que el dinero de sus impuestos vaya a parar a cuestiones como ésta". 

El curso que se impartirá ahora, los días 11 y 12 de marzo, lo organiza la Cruz Roja con la colaboración de JCdecaux, la empresa francesa que gestiona el alquiler de bicicletas públicas desde los ya lejanos tiempos de Monteseirín y Torrijos en la Plaza Nueva. Va dirigido a 20 mujeres, pero en esta ocasión, se trata de quienes se encuentran en riesgo de exclusión social y son atendidas por la ONG en la provincia de Sevilla. El Ayuntamiento, por su parte, cederá "de manera gratuita" el Centro de Educación Vial situado en la calle Nicolás Alpériz (en El Porvenir).

La moda y los pedales

Cuando al principio decía que el pasado siempre vuelve no sólo tomaba como referencia un pretérito reciente, sino que ampliaba la vista a un arco temporal más lejano. La polémica en este asunto no es nada nueva. Tiene tantas décadas acumuladas como algún que otro traje que los cofrades exhiben estos días en los cultos cuaresmales, dignos de ser catalagados como reliquias textiles. Fue a mediados del siglo XIX cuando se pudo ver a la mujer haciendo uso de la bicicleta, una auténtica osadía para la época. Contaba para ello con un aliado en la vestimenta, los pantalones bloomer, que deben el nombre a su inventora, Amelia Bloomer, estadounidense que protagonizó uno de los primeros movimientos feministas de la historia. Este tipo de prenda es lo que actualmente se conoce como pantalón bombacho, amplios y bastante cómodos para subirse al sillín y darle a los pedales. Su uso provocó bastante escándalo en una sociedad acostumbrada a vestidos femeninos pesados, abultados y en forma de reloj de arena.

Más de siglo y medio después, numerosas ciudades siguen fomentando cursos para que la mujer haga un mayor uso de la bicicleta. De hecho, existen entidades civiles implicadas en esta cuestión, como Woman Bike Evolution, con sede en Espartinas y donde se incentiva este vehículo no sólo como medio de transporte, sino además para la competición deportiva. El empedoramiento (término tan de moda) también llega al pedal.