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“Si me enamoro algún día, me desenamoraré”

Calle Rioja

Tradición. Es la banda sonora de la Feria. Almuzara publica ‘Sevillanas’, de Feliciano Pérez-Vera, un compositor de Hinojos autor de letras que cuatro décadas después siguen sonando en el real

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El libro de Feliciano Pérez-Vera / M. G.

Cuerpo de avispa / que sabe que se muere / si acaso pica”. Estos versos de Manuel Machado, autor que ahora comparte con su hermano Antonio la exposición en la Academia de la Lengua que partió de la Fábrica de Artillería de Sevilla, es como “un credo” para Feliciano Pérez-Vera (Hinojos, 1959) a la hora de componer sus sevillanas. No es un compositor al uso. Las sevillanas son su vida, pero no ha vivido de las sevillanas. Un “amateur” tal como lo entendía Silvio en su desdén a los profesionales, como recordó Pive Amador en la presentación del libro Sevillanas (Almuzara).

Aunque hayan cambiado el formato, Sevilla ya vive en estado de pre-Feria. El jueves Morante triunfaba en la Maestranza y el Betis le ganaba a la Fiorentina en Heliópolis. Ya se ven letras de sevillanas no sólo en la calle Asunción, camino de la portada, sino en la plaza de Montesión o en la calle Santa Clara, donde Bécquer tuvo uno de sus primeros amores. “Por el puente Triana / pasa la reina / no llevaba corona / en la cabeza, / pero llevaba / un mantón de Manila / que le arrastraba”. “Esas sevillanas están sacadas de una crónica periodística de Gustavo Adolfo Bécquer”, dice Feliciano.

El libro lleva el mismo título que la película de Carlos Saura y comparten a uno de los protagonistas, Manuel Pareja-Obregón, el pionero de la renovación de un género, el que convenció a Rafael de León de que se atreviera con este palo esquivo del flamenco, más hijo de la seguidilla manchega y los cantos de la Maragatería que de la fragua y los gitanos canasteros. “En las sevillanas no hay clases sociales, con Rafael de León o Fernando Villalón se establece un puente entre el pueblo y la aristocracia”.

Cuenta la historia de las sevillanas a partir de su propia vida y cuenta su vida con el guión de las sevillanas. En ese sentido, el género en el que se convirtió en un autor de culto lo ha convertido casi en autobiográfico. El libro incluye una antología de las más de trescientas sevillanas que ha compuesto Feliciano, que estudió Derecho en la Universidad de Sevilla y tiene un diploma en Asesoramiento Financiero por la Universidad Pompeu Fabra. Le acompañó su compañero de promoción José Ignacio Bidón, abogado y cónsul de Filipinas, doctor en mantones de Manila.

Bebe en las mejores fuentes: el tratado de bailes del maestro Otero; las clases de Realito; el café cantante de Silverio Franconetti, que antes fue sastre y picador; el libro de Blas Infante Orígenes del flamenco y secreto del cante jondo, publicado por Almuzara en la misma colección Flamenco; y especialmente un hallazgo propio de un Howard Carter del riá pitá. “Una prima hermana de mi abuelo se casó con el sochantre de la parroquia de Hinojos, que era falangista. Tuvieron que vender la confitería que regentaban y en el soberao encontré un gramófono con discos de pizarra y las voces de la Niña de los Peines o La Argentinita acompañada al piano por Federico García Lorca”.

Presentó el libro primero en Sevilla, en la Fundación Madariaga. Después, en Hinojos, su pueblo natal. Una villa anfibia que perteneció al reino de Sevilla, que el año pasado conmemoró el milenario de su creación, y ahora es de la provincia de Huelva. Los maragatos, esa comarca leonesa asociada con la arquitectura de Gaudí y la cuna de Pilatos, dejaron un poso entre las comarcas del Aljarafe, el Condado y el Andévalo. La hermandad del Rocío de Hinojos se funda en 1934.

Hay factores que han jugado a favor de las sevillanas en el estudio de Feliciano Pérez-Vera. Una fue la autonomía, “el andalucismo fue fundamental en el auge y esplendor de los años setenta y ochenta”. Y otra el apoyo de la juventud. “Mientras que en el resto de España se rechaza por trasnochada y anticuada, en Sevilla la juventud se ha incorporado a la tradición, llámese Semana Santa, Feria o Rocío”. El cónclave para la elección del nuevo Papa tendrá lugar en plena Feria de Abril en Mayo. Palabras del papa Francisco: “La tradición no es un museo, es la garantía del futuro”.

El libro Sevillanas se presentó muy cerca de la portada de Feria el día del Libro. En sus páginas sale Cervantes, que cita las seguidillas en la segunda parte del Quijote. No sale Shakespeare, que murió el mismo día que el padre literario del ingenioso hidalgo, pero está presente: las Sevillanas del Adiós que compuso Manuel Garrido, autor de Morón que como Feliciano tampoco fue profesional de este género, están dedicadas para despedir a un amigo inglés al que acogieron en una casa del Rocío.

Este abogado, escritor y experto en finanzas hizo de antropólogo de las sevillanas, recopilando por varios pueblos semillas antiguas, como hiciera Antonio Rodríguez Almodóvar con los cuentos o, así lo recuerda Pive Amador, Camarón cuando iba buscando los cantes de los viejos. “La seguidilla se llama así porque son letras que van seguidas una detrás de otra, pero cada una debe encerrar una sentencia o un concepto”.

Con trece años su familia deja Hinojos para trasladarse a Sevilla, cerca de la plaza de San Lorenzo. “Me encontré una ciudad llena de encanto y de poesía, pero completamente abandonada”. Evoca el underground de las sevillanas: El Embrujo, El Semáforo, el Tiro Pichón, La Trocha. Sus reuniones con amigos en las Siete Revueltas, en la Taberna del Traga que frecuentara el Beni de Cádiz. Su escuela de sevillanas fueron las casetas de Feria. “Eran el pulsómetro de mis sevillanas, que yo escribía para divertir a mis amigos”.

En su paleta de pintor de la palabra le pone “madroños grana” a “la carreta de mi prima” o tiene unos palillos “con cintas colorás”. Con veintipocos años compone El desamor. La teoría de la relatividad de Einstein aplicada al amor, que ni se crea ni se destruye, se transforma. “Si me enamoro algún día, me desenamoraré, para tener la alegría de enamorarme otra vez”. Amores que se miden con un anemómetro. “El amor es un viento / que igual viene que va, / se muere y, al momento, vuelve a resucitar”.

Su mundo empieza con Trinidad La Parata, octogenaria, hija de Antonio Bejarano El Parato, la mujer que le señala el camino de una inmersión fascinante e inagotable de fuentes orales, de un pueblo iletrado pero sobrado de letras. Muchos de sus amigos para los que componía esas sevillanas lo acompañaron en la presentación. Con una guitarra que lleva consigo desde que tenía 16 años cantó algunas de sus sevillanas. El género ha cambiado. Pasó el tiempo en el que Los Romeros de la Puebla o Amigos de Gines vendían en una Feria cuarenta mil discos.

Su cartera de artistas es incontable. La primera para la que compuso unas sevillanas fue Gracia Montes. Con un rico anecdotario. Escribió unas sevillanas taurinas “y se muere Paquirri”. Sevillanas que muchos años después ha vuelto a cantar Isabel Pantoja, que le encargó un disco cuando Feliciano formaba parte de la pandilla de amigos donde estaban Belén y Carmina Ordóñez.

El cartel de Fiestas Primaverales de este año lleva una letra de sevillanas. “Sevilla tiene una cosa que sólo tiene Sevilla”. Una letra dominó que cantó Manuel Pareja-Obregón. Pive y Feliciano coincidieron en Castilleja de la Cuesta en un homenaje a los Hermanos Reyes, que con los Hermanos Toronjo revolucionaron el género. La banda sonora que con el gentilicio femenino de una ciudad se adueña de sus calles, de sus casas y casetas durante toda una semana. Feliciano destaca el magisterio de Paco Palacios El Pali, cantor de unas letras imperecederas para una “Sevilla perdida y evaporada”. Se canta lo que se pierde, que decía Antonio Machado, el hermano de quien le veía a las sevillanas cuerpo de avispa. “Sevillana es la copla / graciosa y tierna / donde hasta las palabras / danzan y juegan” (Manuel Machado).

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