Los socorristas de la piscina del hotel Alfonso XIII
Calle Rioja
Las doce esculturas de Antonio Susillo en el Palacio de San Temo, en fase de restauración, desde Ponce de León a Luis Daoiz, forman un recorrido por medio milenio de la historia de Sevilla
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Por su situación, estos doce personajes, nombres fundamentales en la historia de la ciudad y de España entera, podrían ser homologados como socorristas de la piscina del hotel Alfonso XIII. En la actualidad, las doce esculturas esculpidas por Antonio Susillo (1857-1896) están protegidas por guardapolvos, exigencia de una restauración. Son como fantasmas espectrales que condensan episodios decisivos. Sin ellos, desde luego, la ciudad sería más chata, más triste, más mezquina. La mitad fueron coetáneos del autor del Quijote. A uno de sus biógrafos, Jean Canavaggio, le gustaría que se les llamara los hombres del tiempo de Cervantes.
Pero es prácticamente medio milenio en el devenir de la ciudad el que se extiende desde el decano por edad, Rodrigo Ponce de León (1443-1492) hasta Luis Daoiz (1767-1808). Salvo este artillero, las once vidas restantes de estos artistas, escritores, conquistadores, nobles y soldados podrían ensartarse como cerezas.
Si fuera una película, por orden de aparición el reparto lo encabezaría Ponce de León, uno de los capitanes de los Reyes Católicos en la guerra de Granada, que ahora da nombre (ilustre apellido) a una de las terminales de autobuses de Tussam. Le seguiría Bartolomé de las Casas (1484-1566), dominico como Torquemada, bautizado en la Magdalena, que fue obispo de Chiapas y cuya Brevísima relación de la destrucción de Indias sería inmediatamente traducido para ser manipulado por los que perpetraron la leyenda negra de España.
Con Lope de Rueda (1510-1565) llegan los corrales de comedias a Sevilla. Benito Arias Montano (1527-1598) fue colaborador de Felipe II, hebraísta, políglota, humanista, da nombre a la peña de Alajar a la que le gusta subir al historiador Manuel Moreno Alonso. El poeta Fernando de Herrera (1534-1597) da nombre a una de las plazas más hermosas de la ciudad y se lo dio al primer instituto femenino de la ciudad. Un escultor esculpe a otro: Susillo se esmeró con la estatua de Juan Martínez Montañés (1568-1649). El diplomático Fernando Afán de Ribera (1583-1637) es el único de los doce que murió fuera de España. El rey Felipe IV lo envió en misión diplomática a Colonia para negociar el final de la guerra de los Treinta Años. No llegó a su destino. Murió en Villach (Austria).
El mismo monarca de los Austrias a cuya Corte se incorporó el genial pintor Diego Velázquez (1599-1660) en 1622. El pintor de las Meninas y las Hilanderas no acompañó a Felipe IV en el viaje que dos años después realizó por toda Andalucía. Los caprichos de la cronología: después de Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), el pintor que mitigó las penurias, objeto de estudio de Enrique Valdivieso, el artista que conoció los estragos de la peste que diezmó la población de la ciudad. Murillo fue bautizado en la misma iglesia que el padre Las Casas. Este pintor es junto a Valdés Leal uno de los principales colaboradores del siguiente personaje, Miguel Mañara Vicentelo de Leca (1627-1679), el noble que se desclasó, se dedicó a rescatar a los más desfavorecidos y fundó el Hospital de la Caridad. Un edificio que tiene la impronta arquitectónica de Leonardo de Figueroa, del que también es este Palacio de San Telmo que fue sucesivamente Escuela de Mareantes, palacio de los Montpensier, Seminario Metropolitano de la diócesis y en la actualidad sede institucional de la Junta de Andalucía.
El siglo XVII sevillano lo cierra el historiador y genealogista Diego Ortiz de Zúñiga (1636-1680), que da nombre a una calle en la que tuve la suerte de conocer a uno de sus vecinos, Emilio Lemos Ortega, uno de los pioneros del andalucismo que ahora da nombre a una populosa avenida de Sevilla Este. De Ponce de León a Ortiz de Zúñiga hay un hilo de continuidad que incluye el Descubrimiento de América, la Primera Vuelta al Mundo, la construcción de la Catedral, la llegada del Barroco. Esplendores y caídas, auges y decadencias.
Una continuidad que durante casi un siglo se interrumpe hasta la aparición de la más moderna de las esculturas, la de Luis Daoiz, de ascendencia nobiliaria, artillero que muere el 2 de mayo de 1808 en la defensa de Madrid frente a la invasión napoleónica. Daoiz, Velázquez y Mañara tienen otras presencias escultóricas en la ciudad con la misma mano de Susillo. Murillo está con Velázquez, pero en Daoiz se echa en falta a Velarde. Sin perder de vista la piscina del hotel Alfonso XIII, obra del arquitecto José Espiau y Muñoz (1879-1938) con lo que esta docena de próceres se adentran hasta el siglo XX. Un hotel que se inaugura el 28 de abril de 1928, en plena dictadura de Primo de Rivera. Entre las Sevillas del 27 y del 29. Entre la foto de los poetas convocados por el Ateneo que presidía Manuel Blasco Garzón, fotografía de diciembre de 1927 que algunos atribuyen a Pepín Bello, y el cuadro de Alfonso Grosso de la inauguración de la Exposición Iberoamericana que preside el Salón del Almirante del Alcázar. Las doce estatuas del Palacio de San Telmo se las encargó la infanta María Luisa a Antonio Susillo. Las terminó en 1895, un año antes de su trágico final.
No hay guerra que Treinta Años dure. Estos doce socorristas vivieron la mayoría el tiempo en el que la ciudad fue Puerto de Indias. En 1717, la Casa de la Contratación viajó de Sevilla a Cádiz y el americanismo está ahora en almoneda en los estudios de la Universidad, la Antigua Fábrica de Tabacos que con el Palacio de San Telmo y el hotel de Alfonso XIII forma un tríptico complementario a ese “mejor cahíz de la tierra” que componen la Catedral, el Alcázar y el Archivo de Indias. Donde estuvo la Escuela de Pintura en cuya fundación participó Murillo, el ‘ahijado’ de Velázquez y cómplice principal de Mañara en la epopeya de la Caridad, una virtud teologal encarnada en los más pobres.
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