Los invisibles

"A los turistas americanos les fascina la guerra civil y la España de Franco"

ESTUDIÓ idiomas en la Escuela de Traducción e Interpretación de Granada para entender las canciones de los Beatles. La pasión de Ángeles Hidalgo (Cádiz, 1960).

-¿El turismo fue su primera dedicación?

-Al contrario. En mi casa había cierta reticencia, porque no eran estudios de nivel universitario. Y eso que ahora, para llegar a ser guía oficial te exigen, al menos en Andalucía, un título universitario y dos idiomas extranjeros.

-¿Y qué caminos tuvo que atravesar para llegar al turismo?

-Mi vida cambió a partir de la Expo. Antes hice muchas cosas. Fui a Londres a trabajar de au pair de cuatro niñas de 5 a 9 años, las hijas del segundo de la embajada de Australia; fueron mis mejores profesoras porque todas las noches les tenía que leer un cuento en inglés. Trabajé de traductora en una inmobiliaria de Gibraltar y de secretaria de dirección en una empresa de cimentaciones y geotecnia de Madrid con un jefe al que le tenía que decir señor.

-¿La Expo la llevó al turismo?

-Necesitaban gente que hablara idiomas para el departamento de booking: les facilitábamos lo que necesitaban para transmitir imágenes a gente de todo el mundo. En plena Expo perdí a mi madre en un accidente de tráfico y a mi pareja. Fue una época de situaciones extremas. La Nochebuena del 93, un grupo de personas que nos habíamos quedado un poco huérfanos nos reunimos a cenar en la calle Feria. Un bailaor japonés me dijo que un centro de la calle Harinas necesitaba gente para acompañar a grupos de norteamericanos. Así entré en el turismo.

-¿Qué le llamó la atención de aquellos turistas yanquis?

-Era gente mayor, como pensionistas ricos. Les interesaba la guerra civil española y les fascinaba la España de Franco. Barcelona o Madrid les parecen ciudades que pueden estar en cualquier lugar del mundo, pero Sevilla es la imagen que ellos siguen teniendo de España. El barrio de Santa Cruz, aunque nosotros lo veamos artificial, para ellos es muy auténtico. La arquitectura contribuye a reforzar el estereotipo.

-¿Es factible que alguno de esos turistas se haga hispanista?

-De la gente joven viene mucho papanatas, pero yo he visto a una chiquilla de 16 años ponerse a llorar en Toledo al ver los cuadros del Greco.

-¿Cuál es el ranking de rincones que quieren ver?

-Han oído hablar de Sevilla, pero no saben nada de Sevilla. No es como París, donde conocen la torre Eiffel y el Louvre. Saben que la catedral es muy grande. Que Magallanes salió de Sevilla no lo saben ni los españoles. Por eso apoyamos el proyecto de museo para las Atarazanas. Cuando llegan, lo que más les gusta es el palacio de Pedro I y la plaza de España. Los españoles la ven cada vez más sucia y a los extranjeros les asombra que se gastaran tantísimo dinero en un edificio para oficinas.

-¿El guía enseña o aprende?

-El guía turístico se está reciclando continuamente. Yo he ido a un curso monográfico de la Olavide sobre Pedro I. Si cuentas el Alcázar como era hace cinco años, estás contando una mentira. Tienes que saber que el árbol tan raro que está a la entrada es un palo borracho, porque es lo primero que preguntan.

-¿El turista más complicado?

-Los grupos con judíos. Son muy exigentes, muy cultos; no paran de preguntar y no descansan ni para ir al baño. Quieren que en cinco minutos les expliques por qué los Reyes Católicos expulsaron de España a los judíos.

-¿Y el más agradecido?

-El mejor grupo que tuve fue un grupo de niños del País Vasco. Los mejores alumnos de la comunidad. La mitad eran inmigrantes, bastantes suramericanos.

-¿España sigue siendo un desierto para los idiomas y una mina para las academias?

-Lo nota el turista. Y ya no vale decir que es una rémora del franquismo, porque ya hace treinta años. Hay gente que te pide que le recomiendes un sitio auténtico. Se está poniendo de moda lo auténtico, están hartos de globalización. Los mandas a un bar de tapas y cuando vuelven te dicen que nadie hablaba inglés y que todos estaban fumando. Pues eso es lo auténtico en este país, les digo.

-¿Sigue habiendo contraste de culturas?

-En Estados Unidos e Inglaterra no existen la persiana ni la fregona. Una vez, una cliente del hotel Inglaterra me dijo que le habían dado una habitación sin ventana. Subí y estaba echada la persiana.

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