La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El gran detalle del mensaje del Rey
Las relaciones entre el Ayuntamiento de Sevilla y los clubes de fútbol de la ciudad han discurrido por numerosos vericuetos a lo largo de las dos últimas décadas. La negociación entablada ahora por el actual alcalde, Juan Ignacio Zoido, pretende, una vez más, satisfacer los intereses de dos entidades con un gran peso social en Sevilla -75.000 abonados-, pero he aquí la novedad, intentar sacar a cambio una rentabilidad real para la ciudad y, no hay que dejarse engañar, a los propios intereses de la Alcaldía, que puede ser la primera en lograr que Sevilla y Betis jueguen en el Estadio de la Cartuja partidos de Liga.
Éste sería el mayor éxito de la negociación que se podría vender a la ciudadanía, pero en medio quedarían una serie de contraprestaciones que, en otras versiones, se han ido concediendo a los clubes a cambio de perdonar su escandalosa morosidad con el Fisco local. Basta con teclear el nombre de las sociedades o el CIF de ambos clubes en internet para encontrar múltiples notificaciones de embargo publicadas en el Boletín Oficial de la Provincia. Algunos, pocos, se han ejecutado. En el caso del Sevilla, el último fue el pasado mes de marzo, cuatro meses antes de que el nuevo alcalde abordase la necesidad de convenir una forma de pago de los impuestos municipales, que es lo que en estos momentos se está negociando tras haber superado la deuda los cinco millones de euros entre ambas entidades. La posibilidad de embargo es algo que intentó con especial ahínco el sevillista Carmelo Gómez cuando era concejal de Hacienda en el primer gobierno de Alfredo Sánchez Monteseirín, dentro de una campaña municipal que pretendía reducir el número de morosos y, en el caso de los clubes, recuperar dos millones de euros adeudados hace ahora una década. Pero no hubo éxito y el dinero, contante y sonante, nunca ha ingresado en las arcas municipales.
Consciente de que lo único que se puede lograr es un pago en especie -lo más que se ha conseguido con la financiación de algunos torneos en la Cartuja o la compra de entradas, como ya ha publicado este periódico-, Zoido quiere cambiar algunas facturas por partidos en el mal llamado Olímpico. Paradójicamente, uno de los sueños del andalucista Alejandro Rojas Marcos que, curioso, truncó el PP cuando en 1995 llegó a la Plaza Nueva y, un año después, al Gobierno de la nación.
Soledad Becerril desbarató un acuerdo que su antecesor, Rojas Marcos, había sellado el 12 de octubre de 1991 en el Palacio de San Telmo con el Gobierno central, la Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla. Un acuerdo a cuatro bandas firmado horas antes de jugarse en el Benito Villamarín un partido clasificatorio de la selección nacional contra Francia, que se impuso por 1-2 a España.
El alcalde andalucista puso todo su empeño con los clubes en sellar este acuerdo, por el que se le daban plenas facilidades a Sevilla y Betis, tanto tributarias como subvenciones y, aquí está lo más polémico, recalificaciones de los estadios de Nervión y Heliópolis a cambio del entonces llamado "estadio único" de la Cartuja. Ésa era una idea que Rojas Marcos trabajó durante su mediática campaña electoral de 1991, que le dio la Alcaldía. Y, según su tesis, el verdadero germen del Estadio de la Cartuja, no construirlo para el Mundial de Atletismo de 1999, para lo que realmente se usó, o los Juegos Olímpicos, una ilusión que terminó por desvanecerse.
Pero este argumento entra en liza con las objecciones a la política del ladrillo y el pelotazo tan en boga en esos años y las duras críticas que se le hicieron al alcalde por el "despilfarro" que supuso la construcción del coliseo. No obstante, la campaña orquestada desde las filas del PP, entonces en la oposición, hizo bandera contra el llamado Estadio Olímpico, pese a haberse construido y gestionado con su participación activa y favorable en el consejo de administración. Razones políticas acompañadas de un choque previo: cuando el PP llegó a la Alcaldía se rompió el acuerdo alcanzado para que los dos clubes jugasen en el estadio único. El detonante, al parecer, fue un intento por parte del gobierno de Becerril de cederle la Cartuja sólo al club de Manuel Ruiz de Lopera a cambio de financiar el proyecto sobre la llamada "plataforma digital". Un acuerdo en el que, cuentan los que entonces entraban en la Plaza Nueva, participó Antena 3, controlada por Antonio Asensio, y que habría gestionado directamente Francisco Álvarez Cascos, en nombre del Gobierno. En esa época, Lopera mantenía una buena relación con los dirigentes del PP e incluso se llegó a afirmar, con algún desmentido, que el presidente bético era el dueño del inmueble que el partido ocupa en la calle Génova de Madrid.
No obstante, este acuerdo con Lopera no se llegó a ejecutar porque se encontró de frente con la oposición muy beligerante de Rojas Marcos, socio de gobierno de Becerril, al entender que no se podía beneficiar a un club en perjuicio del otro. Y estalló la guerra en el Ayuntamiento de Sevilla. Aun así, el Betis recibió subvenciones, dicen que suficientes, para hacer la mitad de su nuevo estadio, que se inauguró siendo ya alcalde Monteseirín. Pero Lopera no terminó la otra mitad, la que tenía que pagar él. Las obras se hicieron, claro está, con licencia de Urbanismo, que en esos momentos controlaba el PA, que no tuvo más remedio que ceder ante un informe técnico favorable.
En 2003 el Ayuntamiento firmó un nuevo convenio con los clubes para recalificar sus estadios, una operación que reportaría a estas sociedades alrededor de 30 millones de euros, pues podrían dar usos comerciales a parte de sus terrenos. Durante las obras se presuponía que Sevilla y Betis jugarían en la Cartuja, pero poco se ha avanzado en este tema. La situación general de crisis económica y financiera que vive en concreto el Betis ha postergado esta negociación que, no obstante, los presidentes mantienen en cartera y ya se han encargado de recordar al actual alcalde en la primera toma de contacto que mantuvo con ellos este verano. La negociación es "embrionaria", coinciden desde las tres partes implicadas, pero de momento la disposición a jugar varios partidos de temporada en la Cartuja es absoluta. Falta saber por qué vericueto discurrirá: el urbanístico o simplemente el político.
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