Getafe-Sevilla | El otro partido

Candidez en manos de Mateu

  • El dispar criterio en faltas y tarjetas en un partido de tensión desquició al Sevilla hasta los absurdos penaltis vía VAR

  • La circular arbitral es tajante sobre la sanción técnica y disciplinaria en las manos

Cabrera salta sobre Franco Vázquez en un lance del partido.

Cabrera salta sobre Franco Vázquez en un lance del partido. / Chema Moya / Efe

Argumenta Joaquín Caparrós que su cuerpo técnico estudia y analiza a los árbitros y que Mateu Lahoz, en la particular taxonomía derivada de ese análisis, está clasificado como tarjetero, y así se lo trasladó a sus jugadores. Quizá también debería haber advertido su cuerpo técnico a los jugadores de las nuevas reglas sobre las manos en las áreas. Saltar con los brazos abiertos es invitar a que el VAR, que yerra como los árbitros porque detrás de él hay ojos humanos, los de Martínez Munuera en este caso, haga su inapelable juicio tecnológico. Y tanto en una cuestión como en otra salieron perdiendo los futbolistas del Sevilla, entregados con candidez a las manos justicieras de Mateu Lahoz. Al Getafe le bastó con tender su taimada red de arácnido para esperar que su presa cayera en ella como una ligera libélula. Y el Sevilla hizo el libélula.

Por esa dura pugna de braceos y fricciones a la que invita el Getafe en cada acción puede entenderse que Franco Vázquez y Escudero saltaran con los brazos separados en las dos acciones de los penaltis que mataron al Sevilla. Pero el VAR, o mejor dicho, los compaginadores televisivos que repiten las imágenes no permiten saber con plena certeza si hay faltas previas –al Mudo en el penalti de Escudero parece clara– que expliquen por qué los jugadores del Sevilla saltan, como almas cándidas, con los brazos como si quisieran volar. Lo cierto es que al Getafe no se le puede ganar yendo de libélula.

La circular del Comité Técnico de Árbitros de esta temporada sobre las manos son explícitas sobre qué acciones son punibles: "Si el jugador realiza un movimiento con la finalidad de tocar el balón u ocupar un espacio haciéndose más grande para interceptar el balón, la sanción técnica correspondiente (libre directo o penalti) y disciplinaria, si fuese necesaria, serán adoptadas por el colegiado". Es más, concreta que "las pelotas rebotadas que impactan en la mano o brazo del jugador, como principio, por su total involuntariedad, no serán sancionadas; pero si observamos que desde el inicio de la jugada el defensor, con una clara intención de ocupar más espacio, eleva o despega claramente su/s brazo/s o manos y el balón impacta en esa zona de su cuerpo, será sancionado tanto técnica como disciplinariamente conforme a las reglas de juego". Es decir, que acarrean tarjetas si el árbitro observa esa voluntariedad.

Mateu muestra la roja a Escudero, por segunda amarilla tras su penalti. Mateu muestra la roja a Escudero, por segunda amarilla tras su penalti.

Mateu muestra la roja a Escudero, por segunda amarilla tras su penalti. / Chema Moya / Efe

¿Cómo llegaron los jugadores del Sevilla a esa situación de abrir los brazos? Quizá estuvieron condicionados por el dispar criterio de Mateu en la aplicación del reglamento a la hora de sancionar técnica y disciplinariamente, es decir, de pitar faltas y mostrar tarjetas. Entre el minuto 10 y el 11, no pitó una clara falta de Jorge Molina a Kjaer y sí una de Franco Vázquez al rebañar un balón por detrás. El Getafe iba al límite en cada fricción y Mateu dejaba seguir, pero cada faltita, incluso las dudosas con balón por medio del Sevilla, era sancionada, incluso con tarjetas. ¿Amarillas a Banega y Mercado, con balón por medio? ¿Y no por el derribo de Arambarri a Amadou por detrás en una contra o por el duro choque de Hugo Duro con Vaclik?

Justo antes del penalti, Franco Vázquez recibió un empujoncito que lo privó de evitar el córner. La mirada del Mudo a Mateu hablaba a gritos. Y eso también lo vio e otro valenciano, Martínez Munuera. El compaginador de TV, como decía Bilardo, no repitió completas las acciones previas. Pero esa candidez de libélula fue letal en la red de Bordalás.

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