Sueños esféricos
Juan Antonio Solís
Un segundo que encapsuló un trienio de incompetencia
Lazio-Sevilla FC | Crónica
El Sevilla se reencontró con el triunfo en su competición fetiche, en ese torneo en el que luce con orgullo su escarapela como campeón en cinco ocasiones. Y los sevillistas hicieron honor a ello con una victoria incontestable en el Olímpico de Roma, donde fueron tremendamente superiores a la Lazio y donde debieron dejar liquidada, y más que resuelta, una eliminatoria que se resolverá dentro de seis días en el Ramón Sánchez-Pizjuan.
Los blanquirrojos partirán con una ventaja de un gol gracias a ese tanto materializado por Ben Yedder, pero debió ser muchísimo más a tenor de lo que aconteció en la fría noche romana. El Sevilla tuvo contra las cuerdas a una Lazio cada vez más disminuida por los elementos que se le iban cayendo por lesión y sólo le faltó un punto de ambición y también, por qué no decirlo, de acierto en los últimos metros para haber puesto una distancia que ya habría sido definitiva. Lo tuvo en su mano, sin duda.
Particularmente llamativa fue esa última jugada del minuto 90, con una contra en superioridad de los visitantes y la apertura de Andre Silva para Franco Vázquez. Era la gran ocasión para dejar la vuelta en un trámite, pero el argentino tuvo dudas sobre la pierna con la que debía golpear y eso dio lugar a que el defensa se le echara encima. Y todo fue más sangrante con el error posterior en el golpeo de Munir.
El Sevilla había desaprovechado una vía inmejorable para asegurarse los octavos de final y sólo cabe esperar que no llegue a lamentarse de ello dentro de seis días, cuando no podrá contar con Banega por su sanción. Pero así es el fútbol y éste exige adaptarse a todas las circunstancias.
El partido ya nació con un claro control sevillista. El primer aviso llegaría muy prontito, concretamente en una internada peligrosa de Escudero que se quedó sin rematador final. Fue una situación que, paradójicamente, se iba a repetir en diferentes ocasiones y que tuvo mucho que ver con que los nervionenses no salieran del Estadio Olímpico de Roma con una ventaja mucho mayor en el marcador.
Porque desde el primer instante ya fue evidente que había una clara diferencia de calidad entre unos y otros. La Lazio, a pesar de su buena posición en la tabla clasificatoria del campeonato italiano, estaba a años luz de este Sevilla dubitativo de Machín. ¿Todo podía tener que ver con las ausencias de Immobile y Milinkovic-Savic, dos de los faros ofensivos de esta escuadra? Pues puede ser, pero ése será un problema de Simone Inzaghi o de Il Messagero, si se quiere apelar a un símil periodistico.
Lo cierto es que sobre el irregular césped del Olímpico, donde el balón no pocas veces se iba a convertir en un conejo saltando con un montón de galgos detrás, el dueño de la situación casi siempre fue el cuadro visitante. Sólo cuando la pelota pasaba por los pies de Luis Alberto se podía intuir algún peligro para Vaclik y más por lo imprevisible que por otra cosa.
Pero no tenía nada que ver con lo que acontecía cada vez que la pelota se dirigía hacia las inmediaciones de Strakosha. No pocas veces el Sevilla salió con peligro cierto, tanto por sus interiores como también por sus costados, donde Escudero, sobre todo, y Jesús Navas se convertían, esta vez sí, en dos elementos punzantes y amenazadores para la Lazio.
Pero faltaba el gol que pusiera por delante a la tropa sevillista y éste llegó en una salida vertiginosa. La génesis fue el Mudo Vázquez, con el control máximo de la situación, pero todo generó en peligro cuando la tocaron Sarabia y Escudero. Finalmente el pase del madrileño a Ben Yedder fue rematado por éste con suma comodidad.
El Sevilla había conseguido ponerse por delante en el marcador, el sueño en toda competición por eliminatorias a doble partido y a partir de ahí era cuestión de que controlara la situación y las emociones. Porque los forasteros ya eran muy superiores en todo y cada vez se hacía más evidente.
Dentro de ese mismo primer periodo la superioridad era apabullante y ni siquiera importó que Kjaer tuviera que sacar un remate de Marusic casi entre los palos poco después del cero a uno. Las llegadas al área de Strakosha se iban multiplicando y en el segundo periodo se incrementarían, ya sin Luis Alberto ni Parolo sobre la cancha.
El Sevilla se puso delante de Vaclik con mucho orden y raro fue que no sacara provecho de su punta de velocidad en las salidas a la contra, pues éstas fueron clarísimas. La primera la tuvo Escudero, con todo a favor para su remate, después al carrilero zurdo le sacaba Acerbi un remate casi de dentro de la portería, otra de Andre Silva y, por último, con un paréntesis para un remate peligroso de Lucas Leiva, la de Franco Vázquez y Munir.
El Sevilla debió resolverlo todo, por tanto, y sólo cabe esperar que no se tenga que acordar negativamente de esta fría noche en el Olímpico romano.
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