Real Sociedad-Sevilla | Contracrónica

El prisma ralentizado de Lopetegui

Lopetegui da instrucciones mientras Lamela, en su primera titularidad, discute un saque da banda a Aihen.

Lopetegui da instrucciones mientras Lamela, en su primera titularidad, discute un saque da banda a Aihen. / Javier Etxezarreta / Efe

La normalidad ha vuelto, parece que para quedarse y con los matices que deja, como cicatriz de una honda herida, la pandemia del Covid-19. Los estadios de fútbol ya suenan otra vez como antaño, en espera de que los porcentajes de aforos vayan subiendo a la par que bajan los indicadores negativos de la alerta sanitaria. La gente vuelve a disfrutar con alegría de las calles, de sus ritos y fiestas: hay pasos en la calle, tras la salida este domingo de la Pastora de Santa Marina del Hospital de los Viejos, con costaleros y músicos, y también hay toros en la Maestranza para la feria taurina de San Miguel, más larga de lo habitual. Pero, ¿cuándo recuperará su normalidad el Sevilla?

El equipo de Julen Lopetegui no se halla, parece como ralentizado el prisma del técnico guipuzcoano, como si se le hubiera hecho demasiado larga la pretemporada y los casi tres meses sin competir, con esa adenda inoportuna del partido aplazado ante el Barcelona. A los futbolistas de la veterana plantilla sevillista les falta oxígeno, ritmo competitivo. El martes sufrió ante el Salzburgo. El domingo volvió a sufrir ante la Real Sociedad. Aunque, al menos, este Sevilla sigue conservando una cualidad importante de su vieja normalidad: sigue sabiendo sufrir y competir y continúa invicto tras cinco partidos de competición oficial. La reacción tras el descanso fue clave.

Volvió a salir invicto pese a otro tonto penalti de Diego Carlos, el segundo la misma semana. En esta ocasión por una mano casi instintiva en un forcejeo con Sorloth y que Lopetegui vio dudosa. Mejor habría sido no expresar su opinión cuando el VAR acertó a ver lo que no vio Mateu en directo. Una cosa es que el videorbitraje rearbitre en jugadas de "interpretación", como interpretó el guipuzcoano, y otra que avise al árbitro de una acción que le ha pasado desapercibida en la vorágine del partido. La mano fue clarísima. Pero Bono, otra vez, salvó a los suyos, en connivencia con Oyarzabal.

Es difícil saber qué habría deparado el partido si la Real Sociedad, que apunta a rival duro y directo por el cuarto puesto, ágil de movimientos, vibrante en la presión y en la verticalidad de su juego, se hubiera puesto por delante. Porque tras el penalti marrado por Oyarzabal, el equipo donostiarra siguió apretando a un Sevilla que sigue sin acomodarse a la competición. Como si todavía estuviera en pretemporada, lastrado por males antiguos –Bono concedió dos córneres en sendas cesiones hacia atrás, ¡el primero desde el saque de centro a los 15 segundos!– y la falta de adaptación de los seis refuerzos, dos de los cuales formaron en el once titular ayer.

Ese prisma como parado en el tiempo de Lopetegui lo llevó a asegurar que el Sevilla incluso pudo ganar el partido tras la obligatoria reacción de la primera parte, porque la primera fue un quiero y no puedo más que preocupante, con futbolistas de peso fuera de forma y desbordados por el partido. Pero la realidad, pese a esa afirmación del técnico, es que la única ocasión verdaderamente clara, llegó en el minuto 86, tras un gran demarraje de Rafa Mir tras un buen balón de Joan Jordán.

Ay, qué poco juega al espacio este equipo, en su obsesión por subir cada escalón apoyado en el pasamanos... La competición no espera y el miércoles llega otro rival directo a Nervión. Es hora de que comparezca el gran Sevilla, se sacuda su tibieza y se una a la normalidad de la ciudad.

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