Sevilla - Alavés

La previa: Una ovación bien ganada

Koundé, ante el que puede ser su último partido en el Sevilla, hace un gesto, con De Jong, Escudero y Sergi Gómez al fondo.

Koundé, ante el que puede ser su último partido en el Sevilla, hace un gesto, con De Jong, Escudero y Sergi Gómez al fondo. / Juan Carlos Vázquez

Tantos años continuados de emociones extremas hasta el último día de la competición, ya fuera por torneos de eliminatorias, finales perdidas o ganadas, ya por puntos en juego con Europa en juego, deja en el Sevilla un epílogo con sordina. Después de varios años estirando la competitividad hasta el último pitido final, después de aquella epopeya germana que coronó a este mismo equipo como campeón hace nueve meses solamente, aparece un desenlace sin nervios, un partido que será el último de una Liga apasionante que definió casi todas sus contingencias clasificatorias en la última jornada. El Sevilla en cambio llegó con mucha antelación a su meta, la de seguir en la élite europea. Y es digno de una gran ovación.

La afición ha entendido que este grupo que con tan buen criterio gestiona Lopetegui se merece escuchar aunque sea de lejos y con la sordina propia de estos tiempos de sentimientos apagados por la pandemia esa gran ovación. Y para ello los biris han citado a su gente, y a todo el que quiera unirse, para una concentración en la explanada de Gol Sur que desafía las restrictivas medidas sobre las concentraciones. Es esperable que prime la responsabilidad y que no derive tal concentración en un desmadre con feas consecuencias, en estos tiempos de distensión de medidas pero también de lógica sensibilidad hacia las normas de distanciamiento social.

Sevilla-Alavés. Sevilla-Alavés.

Sevilla-Alavés.

Que el Sevilla haya llegado a su meta con cinco jornadas de antelación también ayudará a que el festejo sea mesurado y acorde a estos tiempos... Qué habría sido si este equipo hubiera luchado hasta hoy mismo por el título de Liga, si no hubiera pinchado ante el Athletic de Bilbao... Da repeluco hasta pensar en el lío que se habría montado.

Pero haber tenido esa lejana opción, aunque no pudiera aprovechar esa inesperada oportunidad que le brindó esta apasionante Liga, da una pista de lo que puede alcanzar este equipo a poco que la dirección deportiva y el cuerpo técnico apuren un poco más el encaje de piezas y le den una vuelta de tuerca al Sevilla en el tercer año del proyecto Monchi-Lopetegui.

A buen seguro que el director general deportivo sevillista ya hace tiempo que tomó nota de cuáles son las pinceladas que le faltan a su obra, recordando su afortunada metáfora del cuadro. A este Sevilla tan cohesionado, tan bien posicionado en el campo, tan dominador de las situaciones y los tempos de los partidos, le ha faltado pegada, gol, por mucho que En-Nesyri haya eclosionado con 18 tantos en Liga y otros seis en la Champions... Se vio el día del Athletic, la última vez que tuvo verdaderamente en su mano dar un golpe que podría haber hecho temblar la Liga entera. Porque es tanto lo que genera para tan escaso rédito goleador, es tanto el esfuerzo que hace para sacar cada partido que resulta milagroso ver cómo incluso parece que se le ha quedado corta la Liga al equipo español que más tarde terminó la pasada campaña y al que va a cerrar esta noche el campeonato nacional ante el Alavés.

El partido en sí tiene el aliciente añadido de que el Sevilla de Lopetegui aspira a plasmar como un registro histórico su gran año: quiere arrebatarle el récord de puntos en la Liga al Sevilla de Emery de hace seis temporadas. Para superar aquellos 76 puntos necesita el triunfo. Y enfrente estará un Alavés que también llega con su meta conseguida de forma anticipada.

El madrileño Javier Calleja se hizo cargo del equipo vitoriano tras la dimisión –rara avis– de Abelardo el pasado 5 de abril. Entonces era colista y ahora llega a la última jornada ya en chanclas, tras su triunfo ante el Granada. Mejor para el gozo del Sevilla, que ni siquiera debe ser juez ya de nada. Sólo de su destino. El equipo de Lopetegui tiene la posibilidad de darse a sí mismo el gustazo de ganar un partido porque sí, para darse algo más de lustre. Y para agradecer esa ovación tan bien ganada.

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