Sevilla FC - Osasuna | Contracrónica

El poder desquiciante del VAR

  • Con 2-0 en el marcador ante un Osasuna inocuo, Lopetegui se desgañitó pidiendo mano de Sergio Herrero y el partido enloqueció a raíz de la expulsión

Tiene algo el VAR que saca de quicio al más templado. Valga la sinédoque, la parte por el todo, para explicar cómo el fútbol actual, la Liga de hogaño, está loca, loca, loca, cual si la dirigiese Stanley Kramer. Efectivamente, el VAR no es más que un instrumento y el problema está en el uso y el abuso del mismo. Y también en las nuevas leyes del fútbol y de las manos. El Sevilla-Osasuna pasará a la historia como el partido en el que Nervión fue un manicomio. De los pitos a los ánimos, de la comunión a la bronca, de la bronca al "échale huevos".

El sevillismo aún no se explica lo que ve, igual que es difícil explicar los miedos de un equipo que llega al segundo tercio de esta Liga loca como tercer clasificado.

La gente mira al banquillo ante tal estado de cosas. En-Nesyri abrió la caja de pandora de las palmas y los gritos, los silbidos y los cánticos, las soflamas a coro y los juramentos en arameo. Las invectivas iban mayormente dirigidas al principal inquilino del banquillo, un Julen Lopetegui cuyo histrionismo parece contagioso. También a De Jong y su hieratismo.

El partido estaba encauzado. Era un precioso mediodía de esta primavera anticipada que, tiznada de gris por las nubes con que amaneció marzo, nos ha brindado un febrerillo de 29 días más templado que loco. Quizá sea el año bisiesto y haya que acudir al refranero español para explicar el frenesí sin sentido de este fútbol de hogaño.

"Sale el sol por la mañana y por la noche salgo yo", cantaba feliz y despreocupada la hinchada de Gol Norte cuando, de repente, bajo los tímidos rayos solares que aparecieron entre las nubes, un balón profundo a Ocampos dio en el hombro de Sergio Herrero, en su desesperada salida del área para evitar el 3-0. Y ahí empezó la demencia generalizada.

Durante cinco largos minutos estuvo parado el juego, del 51 al 56. El VAR ratificó que la articulación del meta de Osasuna había intervenido sutilmente en la jugada. En ese ínterin se vio al Lopetegui más nervioso. ¿De verdad el entrenador del cuarto clasificado de la Liga, con 2-0 ante un inocuo Osasuna, tiene que saltar de esa manera señalándose el brazo para expulsar al portero rival? Aquellos nervios trajeron esta nerviosera.

Al Sevilla le faltaron templanza y valentía. Quizá por esa obsesión por dejar pasar el tiempo, cuando el tiempo es oro, mareando la perdiz con el balón. Justo antes de que la nerviosera hiciera acto de presencia, ya sonaron los primeros pitos en Nervión ante el manoseo de la pelota de los centrales frente a un rival entregado. Y el Osasuna olisqueó el miedo como el perro que huele la adrenalina y se fue arriba, con uno menos, a buscar fantasmas en el inconsciente colectivo del Sevilla y su afición. Y así ya era casi gol la falta de Koundé en el pico del área y ya cualquier centro podía ser penalti con la nueva regla de que las manitas, para el menudo... y para el VAR.

Al final, En-Nesyri encontró el resquicio por el que espantar al miedo y Nervión estalló en un frenesí de emociones contrapuestas.

P.S: La intención ya no cuenta. Ya sólo pesa el subconsciente. Los futbolistas tendrán que jugar con los brazos atados, como en un futbolín. Y Lopetegui, tras su prometedor inicio, debe templarse y templar a los suyos.

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