Sevilla - Villarreal | La falta de gol

Contracrónica: El peso de la lógica sobre un fino colchón

  • Sin ganar a ningún rival de enjundia, el Sevilla ya nota el aliento de los rivales en el cogote por su pertinaz problema con una delantera rácana

De Jong reclama un córner al árbitro con Iborra doliéndose en el área del Villarreal.

De Jong reclama un córner al árbitro con Iborra doliéndose en el área del Villarreal. / Antonio Pizarro

El Sevilla de la revolución de Monchi aún tiene que madurar muchas cosas para ser el tercero de la Liga, por muy igualada que esté ésta. Ser tercero requiere alguna proeza de vez en cuando y el Sevilla de Lopetegui va a terminar la primera vuelta sin haber ganado a ningún rival de enjundia. Dejando a un lado un partido tan anormal como el derbi, el Sevilla apenas ha sacado dos puntos en sus duelos con Madrid, Barcelona, Atlético, Valencia y Villarreal. Quizá sea ficticio ese tercer puesto que aún ostenta.

El peso de la lógica cada vez holla más hondo el fino colchón que sustenta al Sevilla en la zona noble. Y se trata de la lógica inapelable del fútbol, que construye sus silogismos sobre la premisa principal del gol y la secundaria de la imbatibilidad. El Villarreal es un buen equipo que tenía el hambre de llevar seis partidos sin ganar pese a haber merecido mejores resultados y que ya dio ante el Atlético la imagen de enjundia que va perdiendo este neófito Sevilla con viejos pecados.

En esta plantilla todavía hay demasiados futbolistas lentos que sufren en las transiciones rápidas. Lo de una plantilla más física se queda en la fisonomía de cómic de Diego Carlos, la inteligencia táctica de Fernando y la excelente materia prima de Koundé, sacrificado en pro del viejo comandante Carriço al primer temblor del novato. El Sevilla empezó a perder este partido en El Sadar. Sin Ocampos, este equipo tan alabado vuelve a parecer un precioso y banal álbum de cromos, con algunas estampitas ajadas y de esquinas despuntadas.

Los ochos partidos consecutivos sin perder se fueron al traste por la contumacia de este equipo en desperdiciar un ataque tras otro: ora por el centro a la nada, ora por la ausencia de rematador, con De Jong convertido casi en un central más de la muy bien puesta defensa de Calleja. Con Iborra incrustado entre Pau Torres y Albiol, el holandés parecía como la cuarta torre de una muralla invulnerable para los continuos centros de Jesús Navas, Reguilón, Franco Vázquez, Óliver Torres o Banega.

Lopetegui empezó la aventura de su redención en el Sevilla sobre el colchón de seguridad de cimentar a su equipo desde abajo, de atrás hacia delante. Y ganó casi todos los partidos por la mínima. Su Sevilla ha sido el que menos minutos ha ido por detrás en el marcador. Y cuando ha marcado ha realizado un fútbol control que ha enervado a su afición más de una vez. La falta de costumbre de atacar de verdad le ha quitado mecanismos a un equipo cuya delantera es desquiciante. El golazo de De Jong en el derbi, el de Munir en Pamplona y de nuevo al Villarreal, el de Chicharito al Getafe fueron falsas promesas de novios infieles. Falta un 9 de verdad. Pero también saber atacar de verdad. Porque de golazos no vive el fútbol. El gol no puede ser algo extraordinario, sino la consecuencia lógica del juego. Otra vez la lógica, y su peso inapelable.

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