Acabó el Sevilla su particularísimo annus horribilis sin poder abandonar esa posición en la tabla que le trae por la calle de la Amargura. Un empate que le sabe a poco y que debió ser un triunfo, pues el Sevilla arregló en la segunda parte su mala primera mitad. Indudablemente, todo fue a compás de hacia dónde soplaba el fuerte viento que reinó en la capital de las Rías Bajas, por lo que Eolo iba a influir decisivamente en el resultado final.

Lo mejor que el Sevilla saca de lo que ocurre antes del descanso es el marcador y llegar con la tropa íntegra, pues José Ángel se juega la segunda tarjeta en un derribo a Cervi. Las ocasiones merodean con demasiada frecuencia las cercanías de Bono y lo ideado por Sampaoli no funciona. Ni siquiera esas pequeñas sociedades que dibuja en los costados mediante Navas y Óliver a estribor más la de Acuña con Rafa Mir a babor. Pero lo mejor es el resultado de sólo 1-0.

¿Y por qué este estado de cosas? Pues debe ser por la falta de fútbol que luce el equipo y quizás también por ese estado de ansiedad que proporciona la situación en la tabla, pero queda un mundo por delante y el Sevilla es tan susceptible de mejora que empeorar la imagen de esa fase parece improbable conque... Y bien que viran los acontecimientos tras el descanso coincidiendo con que el viento ahora le da en la cara a Marchesín, el argentino guardameta de los vigueses.

Es un Sevilla con fútbol que arrincona al Celta en su área y da la impresión tras el empate de Kike Salas que el partido no se le va a escapar. Se ha asido a él de tal manera que el Celta apenas cruza el ecuador de la cancha. Lamela, Acuña, Oliver... pueden desnivelar el marcador, pero se van esas ocasiones al limbo para que al final, con uno menos, el Sevilla acabe colgado del larguero. Se termina este nefasto 2022 para su causa y lo hace en puesto de tragedia, conque a ver 2023.