El Sevilla se empeña en tocar techo
Espanyol-Sevilla | La crónica
El equipo de Lopetegui sigue sin mostrar la necesaria ambición para discutirle la Liga al Madrid y suma otro amargo empate que lo deja a 6 puntos del líder
Rafa Mir adelantó a los de rojo en el minuto 36 y empató Darder en el 50
Koundé vio una injusta roja en el 77 y será baja en el derbi junto a Ocampos y quizás Martial
El Sevilla de Julen Lopetegui volvió a firmar un amargo empate, el cuarto en los últimos cinco partidos de Liga, y ve cómo el Real Madrid se le escapa ya a seis puntos de ventaja. Y aunque esta vez arrancó esa igualada, ya que jugó unos 20 minutos con un jugador menos por la expulsión de Koundé, el resultado decepciona al sevillista más adepto al entrenador vasco, que no es capaz de que su equipo transmita en su juego la mayúscula ocasión que esta temporada tiene de que, efectivamente, llegue a Nervión lo mejor.
La visita a Cornellà escoció mucho al Sevilla. O mejor dicho al sevillista, que no se explica cómo su equipo no sale con la ambición, determinación y energía que demanda la histórica ocasión que tiene por delante.
También, a qué negarlo, el sevillista mira de reojo que el perseguidor en la tabla es el Betis, el eterno rival, que además se presentará en Nervión el próximo 27 de febrero dispuesto a meterse de lleno en la pelea por la segunda plaza. Y menos aún concibe ese sevillista de a pie la tibieza que desprende este Sevilla en todas sus acciones.
Sólo jugó enrabietado el equipo de Lopetegui cuando Jules Koundé picó en el anzuelo que le puso Puado, el mismo que le había puesto Jordi Alba en el último Sevilla-Barcelona. El atacante espanyolista agarró un avance del francés, no terminó de soltarlo cuando la falta ya esa un hecho y volvió a explotar el genio del defensa. Esta vez su reacción no pasó de bracear un par de veces para zafarse del rival, ni hubo agresión ni el impacto fue violento, pero Puado le puso el necesario teatro y González Fuertes, árbitro de gatillo fácil, mostró ipso facto la roja a Koundé y la amarilla al victorioso jugador local.
El inefable González González no quiso corregir a su colega desde el VAR, entre otras cosas porque la jugada estaba abierta a interpretación: hubo contacto. Falló el árbitro con la roja directa, pero sobre todo falló Koundé, quien demuestra que aún no sabe controlar sus chispazos raciales. Ya antes había visto una amarilla y sólo por revolverse ante Puado, de la segunda amonestación no se iba a librar.
Sólo en esos 20 minutos cortos entre la roja al zaguero y el final del partido, que fue en el 96, el Sevilla jugó con el nervio y el colmillo que satisfacen a los suyos. Y esa rabia fue la que llevó a Ocampos a ver una clara amarilla por una falta en la banda izquierda que le privará, como a Koundé y seguramente Martial, de jugar el importantísimo derbi del próximo domingo.
¿Por qué no salir con esa energía e intensidad desde el minuto 1? La misma tibieza de tantas y tantas salidas en este campeonato, la que mostró en Pamplona sin ir más lejos, fue la que exhibieron los de rojo ante el Espanyol y esta vez no le valió al segundo de la Liga ni hacer lo más difícil para él, abrir la lata casi sin abrelatas. El Papu, que había salido desde el banquillo por la lesión muscular de Martial cuando el partido consumía su primer cuarto, fue el único que rompió el guión de fútbol horizontal y autocomplaciente de los rojos.
Fernando robó un balón con su habitual sentido de la anticipación, abrió en largo al costado izquierdo y el menudo internacional argentino controló con mucha habilidad de pecho sobre la línea de banda, progresó, recortó hacia dentro a dos espanyolistas y sirvió al segundo palo un centro imposible de atajar ni por los interminables brazos de Diego López. Rafa Mir apareció y coló la pelota por el escaso ángulo entre el portero y el poste.
Corría el minuto 36, hasta entonces Espanyol y Sevilla habían ofrecido un juego anodido, lleno de imprecisiones, en el que lo más reseñable fue una ocasión de Raúl de Tomás que Bono, cómo no, salvó al dar dos pasos adelante y cerrar el ángulo al buen goleador periquito (23’). El rechace del portero internacional por Marruecos le cayó a Vilhena, que chutó alto.
El público se encendió más con guiño a la memoria de Antonio Puerta en el minuto 16 y de Dani Jarque en el 21. Los no pocos sevillistas que poblaban las gradas se unieron a la afición blanquiazul en ese homenaje en dos tiempos que casi fue lo más saludable de la primera parte.
Lopetegui cambió varias veces el dibujo y la ubicación de algunas piezas, pero nunca sonó afinado. Empezó con defensa de cuatro, con Tecatito de lateral derecho, Augustinsson (difícil verle una virtud que justifique su llegada) en el siniestro y Koundé junto a Diego Carlos; con Fernando, Delaney y Joan Jordán en la zona ancha; y con Ocampos a la derecha, Martial en el otr costado y Rafa Mir arriba.
El Espanyol, como casi todos los rivales en esta Liga, tardó un cuarto de hora en percibir que el Sevilla era menos fiero de lo que refleja la tabla. Y fue a por él porque los laterales apenas se proyectaban (Tecatito, ojo, ya adopta el vicio de girarse y asegurar atrás en lugar de encarar) y Delaney y Jordán perdían casi todas sus pequeñas batallas.
La entrada del Papu por un casi inédito Martial activo al Sevilla y lo sacó de la atonía. Pero fue un momentáneo golpe de rebeldía. El Espanyol siguió a lo suyo tras el descanso porque sabía que jugaba ante un igual. Y Darder robó el enésimo balón, abrió a la derecha a Óscar Gil, probó suerte acudiendo a zona de remate y agradeció el resbalón de Koundé para cabecear a placer ante Bono (50’).
La entrada de Óliver y Rakitic por Augustinsson y Jordán (56’) dejó una zaga de tres con Ocampos en el carril diestro y Corona en el izquierdo. Luego, con Navas por el mexicano, Ocampos se fue a la izquierda. Y ya expulsado Koundé, quedó un 4-4-1 con En-Nesyri arriba. El marroquí narró un mano a mano ante Diego López en el descuento que no indignó porque era fuera de juego. Sólo Óliver, por la derecha, afiló el ataque. Pero las ocasiones para ganar las puso el Espanyol: Yangel, sobre todo (62’), y De Tomás perdonaron (80’). El consuelo para el sevillista es muy tibio. Como el juego de su equipo, que no inspira ni de lejos la trascendencia de la ocasión que tiene ante sí.
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