Yassine Bounou, o simplemente Bono, vio cómo giraba su destino con aquel violento choque entre Vaclík y el delantero Kike García en el Sevilla-Eibar de la jornada 34ª de Liga, que se jugó en San Fermín, el 7 de julio. Aquel lance postrero, cuando el Sevilla defendía atrincherado el 1-0, dejó varado al buen portero checo y abrió la puerta a Bono para que se resarciera de su grosero error ante el Cluj. Y vaya si lo ha hecho.

Tan rotunda ha sido la reivindicación del guardameta marroquí y nacido en Canadá tanto en la Liga (un gol encajado en las cuatro últimas jornadas ante Athletic, Mallorca, Real Sociedad y Valencia) como en la Europa League (paradas decisivas ante Wolves, Manchester e Inter), que el Sevilla había dado días atrás luz verde a su continuidad, para lo cual, según el contrato de cesión al que llegaron Girona y Sevilla el pasado verano, el club de Nervión tendría que abonar al catalán 4 millones de euros para hacerse definitivamente con la ficha del guardameta en propiedad.

Según el acuerdo, con el pago de la opción de compra por parte del Sevilla, Bono firmaría automáticamente un contrato con la entidad blanca por cuatro temporadas.

El flamante hexacampeón de la Europa League, con su director general deportivo, Monchi, a la cabeza, ya ha puesto en marcha la operación para que Bono siga a disposición de Julen Lopetegui en el estimulante proyecto 2020-21, con Liga de Campeones incluida, pero un factor añadido viene a favorecer que la entidad sevillista se plantee negociar a la baja con el club gerundense: su frustrado ascenso a Primera División, que se consumó la noche del pasado domingo con el gol de Pere Milla en el partido definitivo ante el Elche.

Las expectativas de ingresos económicos por televisión que tenía el Girona con el ascenso quedaron pulverizadas con ese 0-1 y, por tanto, su posición para negociar la venta de sus jugadores se ve también debilitada.

Además, a Bono le queda un solo año de contrato con el Girona, con lo cual ya podría negociar su futuro con cualquier equipo a partir de enero de 2021. Otro apunte que apremia a sus dirigentes a llegar a un acuerdo con el Sevilla cuanto antes.

Delfí Geli, presidente del Girona, reconoció en El Periódico tras el durísimo revés ante el Elche que “estamos en el momento que no queríamos ni imaginar”. Y es que la masa salarial de la plantilla rojiblanca, de largo la mayor de la categoría y que se acercaba a los 30 millones de euros, se va a tener que ver reducida aproximadamente a la mitad con la permanencia en la Liga Smartbank. Es lo que suele ocurrir con los clubes que descienden de la Liga Santander: se pueden permitir una primera temporada en Segunda con el grueso de la plantilla del año anterior para intentar retornar a la máxima categoría por la vía rápida, pero si no hay ascenso en esa campaña, la segunda en la categoría de plata obliga a un drástico recorte.

Por supuesto que el propio Bono es el primero que presiona para que cristalice el diálogo, estampe su firma por cuatro campañas con el club de Nervión y pueda centrarse ya en confirmar todo lo bueno que ha mostrado entre los tres palos desde que relevó al lesionado Vaclík.

Nada más acabar la gran final de la Europa League ante el Inter el pasado viernes, Yassine Bounou lanzaba sobre la hierba, eufórico por la conquista de su primer título, su voluntad de luchar con el Sevilla “por más objetivos”. El agente de Bono es el marroquí Anass Ouzifi, quien también lleva a En-Nesyri, entre otros jugadores.

Bono, de 29 años, llegó al fútbol español en la temporada 2012-13 procedente del Wydad de Casablanca. El Atlético de Madrid lo incorporó a su filial y en la 2014-15 jugó cedido en el Zaragoza. En la temporada 2016-17, el Atlético lo traspasó al Girona por 600.000 euros.

En la temporada recién acabada, Bono ha disputado con el Sevilla 18 partidos oficiales: 10 de Europa League, 6 de Liga y 2 de Copa.