Zaragoza - Sevilla | La crónica

El Sevilla, a octavos de la Copa con vuelo rasante

  • El equipo de Lopetegui apea al Zaragoza convirtiendo sus dos primeros tiros entre los palos, de Koundé y Rafa Mir, el segundo de ellos ya en el minuto 69

  • Rekik se lesionó en el calentamiento y Diego Carlos tuvo que jugar el partido completo

Rafa Mir acaba de batir al portero Ratón para establecer el 0-2 definitivo.

Rafa Mir acaba de batir al portero Ratón para establecer el 0-2 definitivo. / Javier Belver (Efe)

El Sevilla impuso su lógica en una plaza de tanta prosapia como La Romareda y selló su pasaporte para los octavos de final de la Copa ante un histórico Zaragoza que vive sumido entre la angustia y la nostalgia (0-2). Koundé y Rafa Mir convirtieron los dos goles del equipo de rojo. Y los goles cayeron en los dos primeros remates entre los tres palos, en los minutos 31 y 69, lo que viene a reflejar que el actual segundo clasificado de LaLiga Santander, aun sin arrastrarse por el campo como en Córdoba o Andratx, apenas tomó altura para describir un vuelo rasante que, eso sí, le sirvió para marcar las distancias actuales con un equipo, el aragonés, que fue rival directo de los nervionenses a menudo en la historia de nuestro balompié.

Decíamos en el indecoroso partido que el Sevilla perpetró en Andratx, que el equipo de Julen Lopetegui juega con el mismo estilo y actitud aguarde enfrente el Bayern Múnich, el Cádiz o el modestísimo equipo balear que fue capaz de llevarlo hasta la tanda de penaltis. Y por supuesto que el Zaragoza engrosó esa enumeración con todas las de la ley.

Fue ordenar ese discreto árbitro que atiende por Pizarro Gómez que el balón rodara por el prado de La Romareda, que el Sevilla no hollaba desde hace nueve años, nada menos, y los de rojo comenzaron su recital de fútbol mortecino y al pie, sin asunción de riesgos, con hombres como el Papu Gómez u Óscar Rodríguez girándose y devolviéndosela al de atrás una y otra vez en lugar de batir líneas con su cacareada calidad en el regate y la conducción.

El Zaragoza de JIM, que tras encadenar tres derrotas seguidas en Segunda vuelve a mirar angustiado al pozo, salió con mucho suplente y un 5-3-2 con nervio y concentración, incluso con cierto arrojo en la presión en los primeros veinte minutos, pero mostrando también unas limitaciones técnicas que resultan dolorosas para quienes tanto disfrutamos con aquel equipo de Leo Beenhakker en lo ochenta, o de Víctor Fernández en los noventa. Arriba, Borja Sainz, el atacante cedido por el Alavés, y Adrián, viejo conocido de sus etapas en Málaga o Getafe, trataban de hostigar a los centrales y a Gudelj o Rakitic cuando éstos se retrasaban para iniciar la parsimoniosa jugada.

Pero la incomodidad sevillista no pasó de ahí, Dmitrovic no fue exigido en toda la primera mitad más que en el magnífico golpeo a balón parado de Zapater, tanto en faltas indirectas desde el costado derecho como en algún saque de esquina. El balón viajó siempre muy tenso y a la zona que hacía tragar saliva a Dmitrovic. Si emergía la cabeza de uno de blanco, el incendio era manifiesto.Pero siempre lo hizo uno de rojo. Hoy suelen vestir de blanco o de encarnado dos de los mejores centrales de la Liga, también cotizadísimos en el escaparate internacional (Diego Carlos tuvo que jugar al lesionarse Rekik en el calentamiento previo), y eso tiene mucho que ver en que las porterías a cero se encadenen en una formación ahí cimenta sus éxitos. Ahí, y en el trabajo del colectivo bajo la mano de Julen, por supuesto que sí.

¿Y en el área del portero Ratón? Pues poco, muy poco en esa insulsa primera mitad. Iván Romero apenas ganó una disputa, ni siquiera una clara para montar una contra, y como Óscar jugaba con las mismas ganas del que es reclamado por su ex para ayudarle en una mudanza, la primera media hora se desgranaba en la nadería.

Rakitic intentó romper, pero su ritmo lo lastró. Koundé sí que arrancó la moto. Y en un balón que el Papu cuelga a la incorporación de Montiel al segundo palo, el zaguero galo cazó el rechace del defensor y conectó un zapatazo cruzado a la red.

En la segunda parte, JIM ordenó zafarrancho de combate con la entrada de Álvaro y Bermejo (62’), y hubo un momento en que el orgullo e intensidad maños obligó al Sevilla a defender muy atrás. Petrovic cabeceó fuera (50’), Borja Sainz chutó abajo y el Papu bloqueó (64’)... Pero Rafa Mir, que relevó a Romero en el intermedio, acalló La Romareda resolviendo con aplomo una buena contra de Ocampos. El tempo en el pase al punta y la pausa de éste para elegir el ángulo del tiro finiquitaron el pleito (69’).

Esa contra llegó cuando el Sevilla, con Jordán por Óscar, Óliver por Gudelj y Acuña por Augustinsson (sufrió vómitos en el descanso, aunque al final prosiguió), ya había recuperado la pelota y además, atacando de verdad: Mir tuvo otras tres y Ocampos una más cuando ya no había litigio.

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