Sevilla - Lille | Contracrónica

Una seria advertencia a todo el proyecto

El fútbol vive de la inmediatez y ésta vuelve a echar el pulgar hacia abajo por la durísima derrota del Sevilla ante el Lille. El duodécimo clasificado de la Ligue 1 superó en todas las fases del juego al tercer clasificado de la Liga. Quizá influyó demasiado la presión del favorito, la presión sobre un club que en sus presupuestos, presentados en la reciente y convulsa Junta de Accionistas, incluye la partida por competiciones de la clasificación a octavos de final de la Champions. Como la temporada pasada, en la que el listón fue elevado en ese sentido hasta los cuartos de final, la realidad puede quedarse en deseo imposible. Aunque aún tiene en su mano el Sevilla arreglar el entuerto, deportivo y económico.

En el fútbol actual, ser segundo del grupo de Champions dista muchísimo económicamente de quedar tercero, por mucho que esta instancia permita jugar, e incluso ganar, la Europa League, como le sucedió al Sevilla en la temporada 15-16, cuando logró in extremis la clasificación como tercero para terminar ganando la final de su trofeo fetiche al Liverpool.

Aquel fue el grupo más duro que ha sufrido el equipo nervionense: Juventus, Manchester City y Borussia Mönchengladbach. En esta ocasión, lo celebrado del sorteo del grupo se justificaba por la bajada de listón. El campeón austríaco, el Wolfsburgo, no un transatlántico de la Bundesliga, y el campeón inopinado de Francia. Y, paradójicamente, en el grupo más sencillo este Sevilla, que algunos se empeñan en seguir viendo como candidato al título de Liga, figura como colista y tiene su futuro hipotecado. Ahora deberá ganar al Wolfsburgo en Nervión y al Salzburgo en Austria para seguir adelante en la Champions...

La inmediatez también dicta que la Liga ha bajado escalones de competitividad. Este Lille es casi el mismo que ganó la temporada pasada la liga francesa. La plantilla es casi idéntica y se nutre de muchísima fibra y jugadores jóvenes –también algún pureta como José Fonte– que se merendaron a un Sevilla que mostró la cara de equipo frágil ante rivales fuertes físicamente, agresivos, verticales y veloces. El tiempo no pasa en balde y quizá al proyecto del Sevilla, en el tercer año de Lopetegui, le haya faltado una oportuna renovación con savia nueva, no con veteranía.

Ha tenido que ser un equipo del torneo francés, en el que tanto se fija Monchi, el que haya desnudado las carencias del Sevilla, cuya media de edad es elevada y también cuyo sistema de juego, como ocurrió la temporada pasada ante el Borussia Dortmund, tiembla cuando el fútbol control es presa de los cortocircuitos a su salida de balón limpia. Los centrocampistas estuvieron en un brete en cada envite, en cada reunión. Sigue faltando el hombre que arreglaba ese problema, un tal Éver Banega.

Al Lille lo animó un error del veterano Delaney, por su absurdo penalti. Y se fió a su valentía, su bizarría y su fuerza para darle la vuelta al marcador. En todo momento se intuía peligro en cada acción, sin que los franceses hostigaran mucho a Bono. Hicieron lo suficiente: meter el miedo en el cuerpo a la grada y al equipo, introducir el veneno de la duda y mirar a los ojos a un Sevilla que se presentaba como Goliat ante David. El veterano y curtido gigante cayó por la certera honda del joven pastor, como predijo en su portada L’Equipe. Toca levantarse, reflexionar y asir el destino con fuerza.

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