La crónica del Sevilla -Lille

Cuando juegas con fuego te quemas (1-2)

  • El Sevilla da un paso atrás en la Liga de Campeones que lo puede dejar fuera de las competiciones europeas antes de lo previsto

  • Los sevillistas hicieron malos los tres empates anteriores a raíz de un penalti regalado por Delaney

Lopetegui agacha la cabeza mientras su equipo se caía cada vez más.

Lopetegui agacha la cabeza mientras su equipo se caía cada vez más. / Antonio Pizarro

Batacazo serio de un Sevilla que se puede despedir de las competiciones europeas mucho antes de lo previsto tanto por sus máximos responsables deportivos como por su propia afición. Los sevillistas no sólo cayeron contra el Lille, también hicieron tremendamente malos esos tres empates que habían acumulado durante la primera vuelta de este Grupo G que se puede convertir en una verdadera tumba, ahora que se está metido de lleno en el mes de los difuntos. Y todo sucedió a través de un harakiri inexplicable por parte de un Delaney que le regaló a los franceses la posibilidad de meterse de lleno en el partido.

El fútbol es así y cuando se juega con fuego de forma continua se multiplican exponencialmente las posibilidades acabar achicharrados. Eso fue lo que le sucedió a un Sevilla que se ha caracterizado por manejarse como un equipo rácano desde que arrancara la máxima competición europea. Después de salvar un punto en el debut contra el Red Bull Salzburgo, básicamente por los tres penaltis y la expulsión de En-Nesyri, el equipo de Lopetegui jamás cogió el toro por los cuernos y dejó pasar los minutos tanto en Wolfsburgo como en Lille.

Fue en ambos casos una maniobra arriesgada, de no buscar de verdad la primera victoria y el castigo llegaba en este 2 de noviembre en el Ramón Sánchez-Pizjuán con una decepción de las importantes, de las que pueden hacer daño a cualquier escuadra balompédica. Uno a dos contra el Lille por no saber manejar las emociones y meterse en una esquizofrenia durante la segunda mitad nada más se produjeron las primeras circunstancias adversas. No era la primera vez que se producía esta locura, también contra el Salzburgo y ante el Wolfsburgo todo había sido caótico de una manera o de otra.

Porque Lopetegui, lejos de mejorar a los suyos tras el uno a dos anotado por Ikoné, los condujo a una locura bastante inexplicable. El Sevilla, tan comedido siempre a la hora de manejarse a través de la posesión del balón y de buscar un pase tras otro, se metió en un fútbol difícil de explicar. Introdujo tres cambios de golpe, alguno de ellos bastante complicado de argumentar, porque habría que preguntarse con prontitud por qué se fue Suso del campo de manera tan apresurada, sufrió después la lesión muscular de Jesús Navas y ya para acabar introducía a Munir por Óliver Torres con 25 minutos aún por delante.

Jonathan David transforma el penalti que lo cambió todo. Jonathan David transforma el penalti que lo cambió todo.

Jonathan David transforma el penalti que lo cambió todo. / Antonio Pizarro

¿Mejoraba el Sevilla con esas decisiones precipitadas del entrenador y de su cuerpo técnico? Rotundamente, no, el equipo cada vez parecía más loco, más fuera de cualquier razonamiento futbolístico y transmitía la sensación de estar fuera de todo. Sí, una verdadera locura en la que tiene mucho que ver quienes lo manejan, igual que también acaparan los méritos cuando se producen los resultados positivos, muchas veces que negativos, dicho sea de paso.

El Sevilla acababa el camino hacia el manicomio con Diego Carlos como delantero centro y con Bono subiendo a rematar las jugadas a balón parado. Lógicamente, en esas acciones de estrategia (¿?) sí se aproximaba el esférico a la zona de remate, pero en el resto, ya con el defensa central brasileño haciendo de Alexanco, jamás se producía un centro medianamente digno, con el marchamo de poder ser rematado por alguien.

Era una forma, como otra cualquiera, de que el Sevilla confirmara el desastre en el que se había convertido desde que Delaney cometiera una de esas faltas absurdas que ahora están castigadas por esa herramienta tan necesaria llamada VAR. ¿Cómo se explica que un futbolista profesional lance el brazo como si se tratara casi de un boxeador o de algún practicante de cualquier arte marcial cuando sabe que hay mil cámaras con la posibilidad de analizar su acción? El futbolista del Lille, concretamente Bamba, sólo tenía que ser listo, sintió el impacto y se tiró al suelo para que sus compañeros reclamaran al árbitro rumano que lo examinara en el monitor. Su ayudante en la sala de pantallas se lo aconsejó y el penalti fue lógico.

El Sevilla, o Delaney para ser más exactos, había mandado a la basura todo el buen trabajo de la primera media hora que le sirvió para ponerse por delante gracias a un nuevo gol de Ocampos. Era un Sevilla, con Óliver Torres en el once titular, ordenado y con capacidad para superar la presión del Lille y también para hacerle daño a los franceses, pero a raíz del regalo de Delaney ya nada sería igual que antes.

Los sevillistas se sintieron desbordados también tras el intermedio y el castigo se incrementaba con el doble remate de Çelik, al poste, y de Ikoné, a la red. A partir de ahí, lo dicho anteriormente, Lopetegui y los suyos enloquecieron y el abismo está mucho más cerca. Ya no sólo está complicada la clasificación para los octavos de final, también la posibilidad de la Liga Europa.

Porque el Sevilla, en esa esquizofrenia, no fue capaz siquiera de darle ni un solo susto de verdad al discreto Grbic. Era jugar con el corazón y con cero cabeza, entre otras cosas porque eso era lo que se transmitía desde el banquillo cuando se dejó de utilizar la cabeza para pensar y todo se manejaba a base de impulsos emocionales, sin la más mínima posibilidad de corregir las circunstancias a través del fútbol, que es de lo que se trata y no de atropellar a la razón.

Es la consecuencia final de haber jugado con fuego, el Sevilla, y con él sus máximos responsables, se ha achicharrado. Restan aún dos partidos por delante, pero no transmite las mejores sensaciones, pues todos sus rivales tienen más puntos que él a día 2 de noviembre de 2021. Eso sí, ganando los dos que le quedan aún se metería en octavos.

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