Crónica Sevilla - Salzburgo

El Sevilla sale ileso de su manicomio (1-1)

  • Los sevillistas suman al menos un punto en un partido en el que les pitaron tres penaltis en contra en el primer periodo y En-Nesyri fue expulsado en el minuto 50

  • El Salzburgo desperdició dos máximos castigos y Rakitic acertó en el que el VAR rectificó a Kulbakov

Bono intenta detener el tercer penalti del Salzburgo, que se fue al poste.

Bono intenta detener el tercer penalti del Salzburgo, que se fue al poste. / Antonio Pizarro

Mal arranque del Sevilla en la Liga de Campeones, aunque con el suspiro final de haber salido ileso de su propio manicomio ante un Salzburgo que puede arrepentirse de no haber buscado con más ahínco el triunfo cuando lo tuvo absolutamente todo a favor. Porque los hombres de Julen Lopetegui, al contrario de lo habitual, vivieron en una auténtica esquizofrenia y perdieron los papeles a lo largo de los 98 minutos que se jugaron en el Ramón Sánchez-Pizjuán.

A saber, tres penaltis en contra en su propio feudo en sólo 36 minutos de juego y una expulsión por simular una caída en el área de En-Nesyri cuando aún restaban más de cuarenta minutos por delante. Demasiadas cosas en contra para no entrar a valorar ese harakiri que se empeñaron en hacerse los nervionenses. Eso sí, con la colaboración especialísima de un bielorruso llamado Kulbakov que le puso el colofón a su actuación al no revisar la mano de Solet con el tiempo prácticamente cumplido. El juez tuvo que ser reclamado por su compañero en la maquinita para que sí sancionara el derribo de Wöber a En-Nesyri que llevó la paridad al electrónico a través de Rakitic.

Pero tampoco sería bueno para los sevillistas que se excusaran en la figura del encargado del arbitraje. Es más, sería de equipo menor, porque la mayor parte de las decisiones del hombre vinieron provocadas por errores individuales de los propios anfitriones. Salvo la jugada de Diego Carlos con Adeyemi, que fue un derribo de lo más normal y tuvo la mala fortuna de que el VAR lo considerara dentro del área por centímetros, hay que convenir en que el empujón de Jesús Navas al delantero alemán del Salzburgo era perfectamente prescindible. Que sobraba, vaya.

La mayor parte de las veces esas situaciones se van al limbo de los justo, pero cabe la posibilidad de que no sea así, porque el palaciego es verdad que se pasa de ímpetu en un empujón innecesario y, por tanto, su acción podía ser penalizada. Como así fue. Tampoco se pudo entender muy bien el derribo de Bono a Adeyemi, salvo porque el guardameta midió mal las distancias y la velocidad del excelente punta del Salzburgo hizo el resto.

Kulbakov le muestra la tarjeta roja a En-Nesyri por simular un penalti. Kulbakov le muestra la tarjeta roja a En-Nesyri por simular un penalti.

Kulbakov le muestra la tarjeta roja a En-Nesyri por simular un penalti. / Antonio Pizarro

También cabe situar claramente en el debe individual del futbolista la acción de En-Nesyri, cuando, con una tarjeta amarilla, busca el penalti casi en la primera acción que tenía en el segundo periodo. Es un riesgo demasiado grande para los suyos y es evidente que Kulbakov tenía ganas de penalizarlo, sobre todo cuando se vio después en las imágenes del VAR que incluso de haber sido penalti lo habría invalidado por fuera de juego previo del marroquí.

Demasiadas situaciones impropias de un equipo de la fiabilidad del Sevilla, pero también sería injusto quedarse con esos errores individuales y no incluir en ellos el fallo del Papu Gómez en el minuto 16. Wöber le regaló la posibilidad de adelantar a los suyos después del primer penalti desaprovechado por Adeyemi y el argentino, completamente solo, optó por la exquisitez. El problema es que cuando ésta no sale bien se convierte en frivolidad. Tan claro como eso.

Todo sucedía en un debut del Sevilla en esta Champions en el que su cuerpo técnico apostaba por los elementos que habían conseguido la clasificación en la pasada temporada. Los once titulares eran futbolistas del pasado curso, ni una sola concesión a los refuerzos en la pasada planificación, y con semejantes mimbres los blancos parecieron desarbolar a un Salzburgo con tanta calidad como ingenuidad en sus filas.

Las asociaciones entre el Papu y Acuña por la izquierda depararon tres acercamientos nítidos en los diez primeros minutos, pero En-Nesyri no supo sacar provecho de ellos. Una internada del Papu que exigía la entrada al primer poste para rematar, un cabezazo franco con golpeo con el hombro y un pésimo control del marroquí impidieron que el Sevilla arrancara con ventaja.

Entonces llegó el primer penalti y, pese a que Adeyemi lo mandó fuera, ya comenzó una nerviosera algo extraña. Papu Gómez no aprovechó el regalo de Wöber antes reseñado, todo lo contrario que Sucic, que sí agradecía la devolución del favor por parte de Jesús Navas. El Sevilla, incluido Lopetegui, entraba en una fase de nervios y el entrenador se desgañitaba para hacerles entender a los suyos que pasaban a una defensa de tres con Fernando por el medio para que el Papu abandonara el costado e intentara enlazar por el centro.

Afortunadamente para los anfitriones, Sucic no aprovechó el tercer penalti, lo mandó al poste, y el VAR corregiría a Kulbalkov para sí penalizar el claro derribo de Wöber sobre En-Nesyri. Al intermedio se llegaba, increíblemente, como empezaba el litigio, con empate, y Lopetegui, ahora sí, podría corregir algunos detalles.

La decisión del vasco fue sacar del campo a unos erráticos Joan Jordán y Suso que han arrancado sin ritmo en su fútbol para colocar por ellos a Delaney y Ocampos. Pero lo que iba a suceder no más comenzar fue un paradón escalofriante de Bono a Sesko en un remate a bocajarro y a contrapié. El Sevilla volvía a salvarse.

Pero el manicomio aún seguía abierto y En-Nesyri iba a truncar la posibilidad de hacer sentir a los suyos dominadores de la situación con su absurda expulsión. Al Sevilla le tocaba sufrir de lo lindo y en esa situación sí supo arremangarse para dejarse dominar y esperar a que pudiera caerle un segundo gol en alguna acción aislada. Y la tuvieron tanto Rafa Mir como Lamela en un par de cabezazos, especialmente el argentino que parecía que iba a marcar el segundo en un testarazo picado (77’).

Pero el marcador no se movería más, ni siquiera cuando Aaranson obligó a Bono a otro paradón (91’). El colmo hubiera sido que el bielorruso hubiera revisado la clara mano de Solet, pero ahí sí siguió los acertados criterios europeos y se hizo el bielorruso. Empate al final y el Sevilla incluso puede dar las gracias de haber salido ileso cuando él mismo se empeñó en abrir su propio manicomio.

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