La crónica del Wolfsburgo - Sevilla

Guilavogui saca al Sevilla de su caos (1-1)

  • Un penalti de nuevo cuño decretado por el VAR y transformado por Rakitic le sirve a los sevillistas para sacar un punto en Wolfsburgo

  • Tras el 1-0, los cambios de Lopetegui condujeron a un desorden nada habitual

Rakitic transforma el penalti que sirvió para el empate del Sevilla.

Rakitic transforma el penalti que sirvió para el empate del Sevilla. / Friedemann Vogel | Efe

Respiro hondo para el Sevilla en Wolfsburgo. El equipo de Lopetegui salió con vida del laberinto en el que él solito se metió gracias a un regalo del medio centro francés Guilavogui, que dejó la plancha después de despejar un balón ante Lamela. Penalti de nuevo cuño merced a la revisión del VAR y un punto para los nervionenses para quedarse con vida en un grupo de la Champions que se le pudo complicar en extremo si no llega a recuperar ese botín gracias a la transformación de Ivan Rakitic.

Pero el fútbol no entiende de las circunstancias que no acaecen, se circunscribe en sus análisis a lo que ha sucedido y lo cierto es que el búlgaro Kabakov registró unas tablas que, al menos, les sirven a los hombres de Lopetegui para no haber pagado muy cara la locura en la que se fue metiendo el entrenador con los cambios tras el tanto de Steffen.

Después de una primera mitad más o menos correcta, con el único lunar de la lesión de Acuña en la recta final de la misma, ese uno a cero en un mal despeje de Jesús Navas provocó un cortocircuito en el cuerpo técnico que tan bien dirige y entrena normalmente a este Sevilla. La búsqueda de soluciones rápidas sólo condujo a la precipitación y a ir deshaciendo lo que se ideaba sin éxito.

Apenas tres minutos después del gol de los alemanes, llegaba la primera idea rara del técnico y sus colaboradores. Salen del campo Suso y Rafa Mir y entran Lamela y Rakitic. Lo del extremo gaditano estaba cantado, pero la sustitución del ariete valenciano deja a todos a cuadros de no mediar un problema físico, que cualquiera sabe si lo puede tener o no con el secretismo que se maneja para todo. Lo cierto es que el Sevilla se queda sin un delantero de verdad, Lamela sí ocupa su espacio, para que nadie pueda afear el comentario, pero carece de las características adecuadas para moverse por esa zona de referencia.

El árbitro búlgaro Kabakov consultar el VAR en el derribo de Guilavogui a Lamela. El árbitro búlgaro Kabakov consultar el VAR en el derribo de Guilavogui a Lamela.

El árbitro búlgaro Kabakov consultar el VAR en el derribo de Guilavogui a Lamela. / Friedemann Vogel | Efe

Y, oh increíble, entonces empiezan a colgar las bandas sevillistas balones con fruición. El mundo al revés, cuando no hay un teórico rematador se busca precisamente ese tipo de fútbol. Pero tampoco duró mucho el experimento. En el minuto 70, otra sorpresa por parte de Lopetegui y los suyos. El joven Iván, por delante de Munir, es el recurso para que haya al menos un punta. Bueno, la cosa no mejora mucho y sólo cuatro después se queman todas las naves con la entrada del hispano-marroquí por Ocampos.

El Sevilla pasa de no tener una referencia a colocarle dos delanteros móviles a las torres Lacroix y Bornaux. Esa solución sí tuvo algo más de sentido, aunque era a costa de orillar al Papu Gómez en la banda izquierda, donde menos daño hace, y encima sin que Rekik lo desdoble jamás. Pero los visitantes sí dieron un paso adelante, provocaron que Guilavogui también enloqueciera y comenzara a hacer una falta flagrante detrás de otra. Hasta que una de ellas fue dentro del área, la rearbitró el VAR y el Sevilla pudo salir indemne de esa barbaridad.

Incluso pudo ser aún mejor, porque en pleno acoso en superioridad numérica, un centro del Papu Gómez se envenenaba tras no llegar Munir al remate y se estrelló en el poste de Casteels cuando el gol parecía un hecho. Hubiera sido exagerado el triunfo del Sevilla, pero esto es así y tampoco el Wolfsburgo había acumulado en su hoja de méritos mucho más con excepción de una llegada en solitario de Weghorst que fue salvada por Bono para que los rojos siguieran metidos en la pelea hasta el final.

Con anterioridad, el Sevilla se había encontrado en el Volkswagen Arena con una máquina de correr, con un Wolfsburgo que mantuvo el ritmo en la presión durante todo el partido, como si no se le agotara el combustible jamás. Eso provocaba que los sevillistas nunca estuvieran cómodos, que siempre sintieran el aliento de los alemanes en el cogote y que incluso llegaran a parecer obsesionados con la intención de mantener una circulación larga para sacarles el aire. No lo consiguieron, al menos durante el primer periodo, que fue cuando todo estuvo en paridad hasta el gol de Steffen justo después de la reanudación.

¿Quiere esto decir que el Sevilla estaba cuajando un mal partido entonces ante el rival que, teóricamente, era el más complicado del grupo? Tampoco es eso, la verdad, los nervionenses, con un sistema en el que el Papu Gómez partía con toda la libertad del mundo para situarse igual detrás de Rafa Mir en la mediapunta que en las cercanías de los centrales para ayudar en la salida del balón, sí trataban de ser protagonistas, de llegar hasta los dominios del holandés Casteels.

No lo conseguirían excesivas veces, pero dos de ellos, por parte de Rafa Mir, sí fueron muy diáfanas. Sucedieron en la franja entre los minutos 20 y 30. En la primera se producía a través de una combinación entre los argentinos Acuña, Papu Gómez y Ocampos para que la pelota recorriera toda la banda izquierda del ataque sevillista. Llegó el centro del lateral y parecía que el remate de Rafa Mir era franco, pero Roussillon se anticipó finalmente y lo celebraba incluso casi como si hubiera marcado un gol en la meta rival.

La segunda fue aún más clara. Se había consumido la media hora cuando un centro desde la derecha lo dejaba en la zona de remate Ocampos con un toque de cabeza en el área pequeña, pero no se sabe muy bien qué intentó hacer el delantero centro cuando la pelota le llegó hasta él con apariencia de tenerlo fácil para remacharla. Se iba la segunda ocasión, las dos únicas del primer periodo, aunque también sería conveniente precisar con prontitud que tampoco el Wolfsburgo iba a tener ningún acercamiento hasta Bono que hiciera dudar al cancerbero canadiense de origen marroquí.

Con semejante balance y a pesar de los kilómetros y kilómetros que iban dejando atrás los futbolistas, particularmente los alemanes en un esfuerzo intenso sin parar, no era extraño que todo quedase pendiente de lo que sucediese en el segundo acto. Y lo que pasó fue el tanto inicial de Steffen para provocar la locura en la disposición del Sevilla sobre el campo por las sustituciones.

La agresividad de Guilavogui y la colaboración del VAR sirvieron para sacar al Sevilla de esta encrucijada. Todo sigue dependiendo de él en un grupo extremadamente igualado y eso está bien, pero mejor manejar las cosas con paciencia y no entrar en esa espiral tan peligrosa, porque no siempre se van a alinear todos los astros para que el rival le regale un empate así. Pero, bueno, la cuestión es darle las gracias por ello a Guilavogui y tener una sesión de análisis y autocrítica. Lo contrario sería un tremendo error para el cuerpo técnico sevillista.

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