¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Ussía, el último acto del “otro 27”
El cuadro lo tiene todo. La sociedad, judicializada desde hace años; con un inversor extranjero que además tiene pignoradas sus acciones; una guerra encarnizada entre padre e hijo, máximo accionista y presidente; la afición organizando revueltas sociales que amagan con brotes de violencia; unas cuentas y una deuda que bordean entrar en causa técnica de disolución; despidos en la plantilla de trabajadores; el estadio convertido en un clamor contra los dirigentes; un capitán que firma camisetas del Atlético de Madrid y un entrenador al que cuestionan sus mismos futbolistas en ruedas de prensa organizadas por el club...
Esto último, al final, puede pesar más que los méritos que su equipo pudo hacer durante bastantes minutos ante un rival como el Atlético de Madrid en un partido en el que, como casi siempre, acabó perdiendo. Tanto que, en vista de la situación con el agua al cuello que tiene el consejo de administración, una derrota en Mestalla ante el Valencia acabará muy seguramente con la aventura de un entrenador tremendamente débil que fue objeto de una teatralizada y muy forzada renovación en septiembre cuando prácticamente no le había ganado a nadie.
Las tres derrotas consecutivas, una de ellas en el derbi, que suponen la peor racha de resultados de toda la temporada, colocan ya el filo del hacha rozando el cuello de García Pimienta, aunque ello suponga un sobrecoste más para el ejercicio en curso que se unirá a lo ya gastado en indemnizaciones por despidos de cuerpos técnicos en una peligrosa rueda que empezó en 2022 con Julen Lopetegui y que se llevó también por delante a Jorge Sampaoli, José Luis Mendilibar, Diego Alonso y Quique Sánchez Flores.
Los momentos de excesiva crispación que se vivieron el pasado domingo tienen mucho que ver con todo esto. Y hay dos escenas puntuales: cuando el partido tuvo que ser detenido cinco minutos por el lanzamiento de bolas de papel que aprovechó todo el estadio para hacer más fuerte el grito de “Júnior, vete ya” y cuando tras acabar el encuentro varios exaltados agredieron verbalmente y acorralaron a dos altos ejecutivos, uno de los cuales no se escapó de una agresión física aunque fuera leve.
José Ignacio Navarro y Alberto Pérez Solano, director de estrategia y desarrollo y secretario del consejo de administración, respectivamente, vivieron en sus carnes un episodio desagradable e imágenes totalmente condenables que precisó de la intervención de agentes de seguridad y de la Policía Nacional que los escoltaron hasta que se refugiaron de nuevo en el interior del estadio.
La imagen puede dar una pista de lo que puede –por desgracia– esperar a unos dirigentes que se empeñan en seguir en sus cargos pese a que ya se ha demostrado que no son cuatro gatos los que quieren su marcha ni un grupo maliciosamente orquestado por Del Nido Benavente.
La afición sevillista lleva ya muchos partidos y muchos meses demostrando su repulsa hacia los miembros del consejo, pues desde la temporada pasada organiza actos y medidas de protesta, uno de los más sonados el pasado mes de mayo en la visita del Barcelona. La situación es casi límite a varios niveles en una sociedad en plena combustión y no precisamente lenta. Lo primordial es lo deportivo y por eso una derrota este Viernes de Dolores en Valencia puede ser fatal para García Pimienta, quien ya ha agotado todo su crédito y cuyo despido –tarde o temprano– se va a convertir en una nueva huida hacia delante de los verdaderos culpables. Y mientras, Joaquín Caparrós, el primer candidato elegido en la lista, se prepara de nuevo para lo que más le gusta, aparecer como el salvador de un Sevilla entre brasas.
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