La crónica del Sevilla - Wolfsburgo

Ejercicio de resiliencia, versión tropecientas mil (2-0)

  • El Sevilla se gana el derecho a llegar con vida al último partido contra el Salzburgo y depender de sí mismo tras imponerse con más amor propio que juego

  • Joan Jordán puso muy pronto por delante a los suyos y Rafa Mir finiquitó el litigio en la última jugada

Rafa Mir remata a bocajarro para que todo el sevillismo respirara hondo ante el Wolfsburgo.

Rafa Mir remata a bocajarro para que todo el sevillismo respirara hondo ante el Wolfsburgo. / Antonio Pizarro

La resiliencia del Sevilla de Julen Lopetegui, versión tropecientas mil. El cuadro nervionense se ganó el derecho a ir a Salzburgo a jugarse el pase a los octavos de final de la Liga de Campeones después de haber sabido sufrir en un partido en el que acusó todos los inconvenientes físicos que lo están asaltando en esta fase del ejercicio. No se trata de no poder poner un once competitivo, que por supuesto lo es con la plantilla de la que dispone el club del Ramón Sánchez-Pizjuán, es una cuestión de dosificar los esfuerzos, de tener a los futbolistas en plenas condiciones para pelear de tú a tú en este nivel de exigencia. Los blancos lo acusaron, pero su capacidad para rebelarse ante las circunstancias es tal que el turco Çakir tuvo que consignar en el acta final un dos a cero, justo lo que buscaban los anfitriones.

Era una noche grande en el coliseo del barrio de Nervión, un partido de esos que se disputan sin red protectora para los trapecistas en sus vuelos, y Julen Lopetegui se iba a ver obligado a coser remiendos en las zonas más avanzadas. La defensa, con la excepción ya habitual del lesionado Jesús Navas, era la titularísima; Fernando y Joan Jordán veían completado en el centro del campo con Rakitic, algo que tampoco es nada extraño; para que arriba el experimento estuviera compuesto por Ocampos, por la derecha, Munir, por el centro, y el Papu Gómez, escorado a la izquierda.

Había quinielas en las conversaciones de las previas para saber cómo iba a disponer el entrenador vasco a sus tres delanteros, pero finalmente se inclinaría por lo más ortodoxo, al menos en la teoría. Y lo que sucedía en la práctica es que ninguno de los tres estaba realmente a gusto en el rol que le habían asignado. A saber, Ocampos estaba más tiempo corriendo detrás del lateral Roussillon que buscando combinaciones serenas con Montiel, todo en él era mucho más atropellado incluso de lo que suele ser habitual en el argentino; Munir sencillamente se veía impotente tanto para pelear en el cuerpo a cuerpo como para cogerles las espaldas a los dos centrales, entre otras cosas porque los alemanes habían cambiado su disposición y adelantaban a Guilavogui para jugar en 1-4-3-3 por primera vez desde que variaron de entrenador; y el Papu, pues el Papu, en una banda y sin posibilidad de meterse mucho hacia dentro, la verdad es que no es el mejor sitio para que ofrezca un rendimiento alto, aunque muchos ya comiencen a preguntarse que dónde puede subir el nivel el menudo futbolista.

Con Rafa Mir acusando los esfuerzos en su musculatura y, por tanto, en el banquillo, son sensaciones que va dejando el juego incluso después de que el Sevilla se pusiera por delante en el marcador muy pronto. Porque la salida de los nervionenses sí fue briosa, sobre todo en las acciones a balón parado. Ya en el minuto 1 dejaba un aviso el Papu Gómez en un córner de estrategia con varios toques y el argentino en una buena disposición para disparar, aunque con muchas piernas por delante. Pero no sólo fue eso, en el minuto 9 era Koundé el que remataba otro saque de esquina con todo, pero absolutamente todo, a favor. El central francés debía haber anotado ahí el primer gol, pero su testarazo se fue al cuerpo del portero.

Joan Jordán cabecea en solitario a pesar de estar rodeado de rivales el 1-0. Joan Jordán cabecea en solitario a pesar de estar rodeado de rivales el 1-0.

Joan Jordán cabecea en solitario a pesar de estar rodeado de rivales el 1-0. / Antonio Pizarro

Fue al tercer aviso cuando llegaría la ventaja para los sevillistas. Un centro preciso y tenso de Rakitic era cabeceado por Joan Jordán llegando desde atrás. Imposible fallarlo y el catalán lo metió dentro para que el Sevilla se pusiera pronto con ese uno a cero. En teoría, eso debía darles aire a los anfitriones, pero lo que fue sucediendo era justo lo contrario que un equipo con tres futbolistas en torno a los 35 años cada vez tenía menos fuelle precisamente y eso posibilitaba que el Wolfsburgo, pese a no tener mucha calidad individual, sí diera un paso al frente a través del físico.

Nmecha hacía daño por el medio, pero sobre todo las incorporaciones de Baku y Roussillon por los costados comenzaban a incomodar a un Sevilla que se salvaba en una gran parada de Bono a Nmecha que después se fue al travesaño. Ni siquiera tras el susto pudo recomponer líneas el cuadro de Lopetegui, demasiada precipitación, muchos pases que parecen definitivos y acaban en los pies del Wolfsburgo y como consecuencia más kilómetros a recorrer para la recuperación.

Con la excepción del tramo final del primer acto, sobre todo en un pase largo muy típico de Acuña que no llegó a controlar Joan Jordán, el Sevilla pareció desbordado en lo futbolístico a raíz del físico del rival, aunque tampoco se tradujo eso en grandes acercamientos de los alemanes más allá del disparo de Nmecha.

Algo había que hacer evidentemente en el intermedio, tocar alguna tecla y Lopetegui, asesorado por sus ayudantes, esta vez no tira de lo fácil, de cambios múltiples y sí apuesta por una visión mucho más serena. Adelanta a Rakitic algunos metros para que esté más cerca de Munir y todo se asemeje mucho a un 1-4-4-2 con los futbolistas moviéndose y no en una barra de un futbolín, faltaría más que no fuera así. Y ese ligero retoque posibilitó que acabaran muchos de los sufrimientos en lo referente al juego, ya el Sevilla estaba más cerca de Pervan que de Bono.

Por supuesto que el Wolfsburgo lo intentaba y que todo estaba pendiente de un posible rebote en alguna de las muchas aproximaciones alemanas, pero la realidad es que el Sevilla iba a sentirse mucho más mandón de esa forma, con una disposición diferente a la hora de ir a presionar al rival. No fueron oportunidades claras de gol las que se les iban a presentar a los locales, pero sí muchos uys en los que siempre faltaba algo para el pase o el remate definitiva.

Eso provocaba mucha inquietud, porque estaba en juego la posibilidad de alargar la vida en la Liga de Campeones y así fue finalmente. Ya en la última jugada, sobrepasada incluso la prolongación mostrada, una recuperación de Ocampos acababa con el remate a bocajarro de Rafa Mir. El sevillismo respiró hondo y les dio las gracias a los suyos por ese nuevo ejercicio de hombría. Salzburgo dictará la sentencia definitiva, si se acaba jugando en Austria, y no vale otra cosa que ganar, ganar o ganar. Pero este Sevilla, al menos, ya sabe lo que es vencer este año en la Champions y se ganado el derecho a eso.

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