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La cuarta revolución de Monchi necesita dinero ya

  • El déficit físico y la sequía ofensiva fuerzan a otra planificación radical, como en las ventanas estivales de 2005, 2013 o 2019, pero al club le urge ingresar mucho 'cash' pese a la venta de Diego Carlos

Monchi y Diego Carlos, en la presentación del defensa brasileño en julio de 2019.

Monchi y Diego Carlos, en la presentación del defensa brasileño en julio de 2019. / Raúl Caro (Efe)

En espera de que Julen Lopetegui dé señales de su pleno compromiso para iniciar su cuarta temporada como entrenador del Sevilla a principios del próximo mes, el director deportivo, que no se dejó ver en la entrega del XIII Dorsal de Leyenda a Francisco López Alfaro el pasado miércoles, ya modela bajo un absoluto secretismo un reto que no es nuevo para él: el de resetear el perfil deportivo de la primera plantilla mediante una regeneración de raíz. Media plantilla, o casi, fuera.

Ya lo hizo en Primera el ejecutivo gaditano en aquel difícil verano de 2005, después de que al Sevilla se le escapara el estreno en la Liga de Campeones en las últimas cuatro jornadas de la Liga 2004-05 y tocara agradecer los servicios a Joaquín Caparrós para un oportunísimo cambio de ciclo que le cambió la vida al club.

También en el estío de 2013, cuando el agujero económico del club aún presidido por José María del Nido era más que calderilla y se fueron Jesús Navas y Negredo para que los Bacca, Gameiro y Vitolo forjaran otro Sevilla campeón en la libreta de Unai Emery.

Y también tocó revolución en 2019, cuando el propio Monchi retornó de Roma para enderezar una nave desnortada y, en un golpe de audacia, desoyó los gustos de la plebe y contrató a Julen Lopetegui Agote antes de que arribaran Lucas Ocampos, Diego Carlos, Bono, Koundé o Fernando Reges.

Hoy, huele a aire viciado en el vestuario que el director deportivo procuró y que luego el entrenador modeló cuando ambos emprendieron de la mano tan novedoso proyecto deportivo hace tres años. Conviene aire fresco. No se trata sólo de descansar y rehacerse de una temporada mortificante por las lesiones, que también. Se trata de rejuvenecer e inyectar vigor físico a una plantilla que en nada se parece a aquella que, con Lucas Ocampos como un purasangre desbocado (el argentino lleva dos años tratando de reencontrarse), conquistó la Liga Europa en Colonia. Y de quitarle la mínima excusa a Lopetegui para que solucione el bloqueo ofensivo de su equipo.

Toca otro verano de diez, doce caras nuevas. Lo que obligará a Monchi a valorar alguna cesión y enfocar a jugadores que acaben contrato, ya que el reto, de por sí mayúsculo, se redobla por un condicionante capital: a los 41 millones de euros de déficit anunciados en la última Junta General de Accionistas, sin duda alimentados por los dos cursos de ingresos reducidos por la pandemia, se une el agujero de la magra cosecha recolectada en las competiciones europeas del pasado curso, tanto en una pésima Champions como en la decepcionante Liga Europa.

Al apresurado y providencial traspaso de Diego Carlos al Aston Villa para cuadrar cuentas antes del 30 de junio le va a seguir alguna que otra venta que también va a desatar críticas en las redes sociales: la salida de Koundé es cuestión de tiempo y otro puntal con visos de cambiar de aires es Lucas Ocampos. Las ofertas sustanciosas llegan por los jugadores que el aficionado no quiere perder. Desde el club no se le va a colocar el cartel de instrasferible a nadie. Pero esa entrada de cash es la premisa para la nueva revolución que ya pergeña Monchi.

Ya sucedió en 2005, cuando el defensa más prometedor del fútbol español y quizás europeo, Sergio Ramos, se marchó al Real Madrid por 27 millones de euros junto con Julio Baptista (20). De esos 47 kilos que entraron en las arcas del club, Monchi invirtió 23 en fichajes: Luis Fabiano (10), Kanouté (6,5), Maresca (2,5), Dragutinovic (2,1) y Escudé (1,9). Palop llegó libre y Saviola cedido. Fue la base del equipo que ganó 5 títulos en 15 meses con Juande echando toda la carne en el asador.

En el estío de 2013, cuando apremiaba otra regeneración deportiva, Negredo y Jesús Navas se fueron al Manchester City por 25 y 20 millones de euros, respectivamente. Kondogbia se fue al Mónaco por 20, Medel al Cardiff por 13 y Luis Alberto al Liverpool por 8. Casi 91 millones de euros percibió el Sevilla en traspasos, y en cambio gastó 34,1 por ese mismo concepto. Llegaron Gameiro del PSG (7,5), Bacca del Brujas (7), Iborra del Levante (6) o Vitolo de Las Palmas (3,2). Ahí Monchi volvió a sacar esa varita mágica que no todos los veranos ha sacado: tres Ligas Europa alzaron desde 2014 a 2016 con Emery al mando.

Y la última de ellas, tras un giro de tuerca en esa pretemporada de 2015, cuando Bacca se fue al Milan por 30 millones, Aleix Vidal al Barcelona por 17 y llegaron Immobile (11 millones), N’Zonzi (9,75), Kakuta (6), Iago Aspas(6), Rami (3,5) o Mariano (3,5).

La última revolución fue hace tres años. Todo está mucho más fresco en la memoria. Pablo Sarabia se marchó al PSG y dejó 20 millones en las arcas del Sevilla. El doble dejó Wissam Ben Yedder, pero la operación se desinfló mucho al tomar el camino de vuelta, desde Mónaco, Rony Lopes. Ahí Monchi perdió su varita mágica. Urge que la esgrima en este extraño y exigente mercado estival, en el que los movimientos van a estar condicionados por la crisis tras la pandemia y por ese antinatural Mundial invernal.

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