El Gran Derbi
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El sevillismo está vivo. Y cabreado. Desde que se hizo con la presidencia José María del Nido Carrasco el 1 de enero de este año, el vástago de José María del Nido Benavente no sólo aguanta las andanadas de su padre, también de un mediano y pequeño accionariado que no comulga con la actual situación del club. Y ya la sazón definitiva la pone la afición de a pie, esa que no tiene muchas acciones pero sí llena el estadio con la desazón de lo que está viendo. Nervión, otrora fortín casi invulnerable, se ha convertido en un polvorín.
Las redes sociales, nuevo termómetro que mide la temperatura de los colectivos, arden contra la actual directiva, que no es sino una versión más moderna de la anterior, dentro del caciquil turno pacífico al estilo de la Restauración española del siglo XIX que se instauró con el llamado pacto por la pasta firmado en noviembre de 2019 y que de pacífico no tiene nada. Un pacto del que se salió Del Nido poco después, cuando desheredó al primogénito en febrero de 2020.
¿Tendrá éxito la nueva movilización anunciada por la Peña Vengo a Verte y seguida por otros colectivos como Biris Norte? El sábado 14 de septiembre, a las sobre las seis de la tarde, se sabrá. La última convocatoria de una manifestación sí tuvo bastante seguimiento. Fue en la última jornada de la pasada Liga, el Sevilla-Barcelona. “Sevillismo en pie de guerra”, era su lema.
El nuevo lema de esta otra movilización que llega recién comenzado el curso escolar es más agresivo: “Júnior, vete ya”. Del Nido Carrasco no ha tenido ningún margen de confianza de una afición hastiada de malos resultados y de gestiones poco traslúcidas, desde el punto y hora de que el actual consejo no logró aprobar ni la gestión ni las cuentas en las dos últimas Juntas Generales de Accionistas, las de 2022 y 2023.
En este sentido, el consejo del Sevilla está en el disparadero de las críticas sin margen de espera a que funcione el nuevo equipo montado por Víctor Orta sobre la confianza de García Pimienta. La paciencia hace tiempo que se agotó en el sevillismo, que si no entendía que no se rejuveneciera a tiempo la plantilla y no se buscaran relevos fiables de Koundé, Diego Carlos o Fernando en tiempo y forma, por ejemplo, menos entiende aún que de golpe y porrazo la plantilla se haya quedado sin referentes, sin jerarquía, sin una estructura reconocible. Una cosa es un proyecto nuevo sobre la urgente necesidad económica y otra una plantilla desmantelada.
Los malos resultados de las primeras cuatro jornadas han hecho el resto para que Nervión se haya mestallizado definitivamente. Se veía venir. Al nuevo entrenador, por ejemplo, le soprendió que en el Trofeo Antonio Puerta cuando Del Nido Carrasco bajó al césped para la entrega de premios y recuerdos se escuchara una fuerte pitada y el ya clásico “¡directiva, dimisión!”. Un grito que el técnico barcelonés volvió a escuchar en los primeros partidos oficiales en casa, ante Villarreal y Girona.
El sevillismo está vivo y respondiendo en su apoyo al equipo. En el primer partido de Liga, pese al tremendo descontento arrastrado de la anterior temporada, hubo 34.004 espectadores. El aforo creció hasta los 35.735 en el segundo partido. Buenas cifras para agosto y dos rivales que no son de relumbrón. El propio técnico ha destacado que debe conseguir que se alargue en el tiempo esa comunión plena que comprobó en las buenas fases de juego contra el Villarreal, por ejemplo, y que se repitieron ya más esporádicamente en el mal partido contra el Girona.
En el Sevilla está pasando como en el Valencia: la afición está completamente enfrentada a la directiva. La diferencia es que en este caso no son extranjeros los enemigos, sino familias sevillistas de toda la vida. Es la tragedia de Nervión, una autodestrucción endógena y de traumática solución.
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