El péndulo se para otra vez en las dudas

La eliminación copera en Vitoria mina la moral de una afición resignada a sufrir · Al Santiago Bernabéu acude mañana el Sevilla más empequeñecido que se recuerda

Oso, una realidad con una virtud que escasea

Matías Almeyda grita desde la banda en el partido ante el Alavés.
Matías Almeyda grita desde la banda en el partido ante el Alavés. / L. Rico / efe

La derrota en Mendizorroza del pasado miércoles en la Copa no ha sido una derrota como otra cualquiera. Más por las formas, por la imagen, por la indolencia que dejó como impronta general..., al margen de quedarse con una competición menos, el Sevilla de Matías Almeyda se daba otro tiro en el pie en una temporada que nadie dudaba que iba a ser difícil para un club muy tocado a varios niveles.

A la afición le deja una sensación entre resignación y frustración. Ya han surgido los primeros enfados. En redes sociales circulaban imágenes que demostraban cierto desplante de Guido Bonini, preparador físico de Almeyda, con algunos hinchas desplazados a Vitoria que pagaron su indignación con algunas palabras de más desde la grada. Las risas y los abrazos, por tanto, no han durado mucho tras el 4-0 al Oviedo. Se sabía que era un espejismo fruto de la escasa calidad del rival.

Tampoco tiene mucha más el Alavés, pero el problema radica en el propio Sevilla, con demasiado canterano en el once en un campo de Primera. Y eso lo único que hace es volver a señalar una planificación que dejó en manos de Almeyda una plantilla limitadísima y con muchas carencias.

Con la visita al Santiago Bernabéu a la vuelta de la esquina (mañana mismo), la sensación es que los deseos pasan por evitar demasiados destrozos en el resultado, pues ahora mismo las diferencias entre el Real Madrid y este Sevilla alcanzan distancias propias de las que pueda haber entre dos galaxias en la inmensidad del universo. Es, seguro, el Sevilla más empequeñecido que comparece en el imponente estadio madridista en muchos años y posiblemente en la historia. Nada que ver las sensaciones a dos días del partido ante la posibilidad de dar una sorpresa en el Paseo de la Castellana, una plaza que siempre servía al sevillismo para calibrar tanto el potencial como la ambición del equipo.

Pero siempre tuvo el Sevilla uno o dos jugadores en los que argumentar ese sueño. Ahora, con Rubén Vargas saliendo de una lesión, hay pocos elementos para la esperanza en la plantilla que maneja Almeyda, aunque, eso sí, supo dar la sorpresa y hacerla competir ante el Barcelona (4-1).

Vigilar el colchón

Fuera de la Copa, al Sevilla sólo le queda centrarse en la Liga. Para unos es lo mejor que le podía pasar al equipo de Almeyda, aunque sin Europa decir adiós tan relativamente pronto supone cercenar cualquier posibilidad de poder ilusionarse con avanzar un par de eliminatorias más y darse una alegría llegando a semifinales para entrar entre los cuatro privilegiados que jugarán la Supercopa y evitar dos rondas de la próxima edición.

Mirar al Girona, primer equipo que ocupa puestos de descenso, y pensar en que la ventaja de cinco puntos no merme mucho sabiendo que toca visitar al Real Madrid es la consigna de los nervionenses, que saben perfectamente que ésa no es su Liga.

Queda escuchar qué lectura hace Almeyda de este nuevo escenario que se le queda al equipo con una sola competición en liza, pero los ánimos se han aplacado después de que la solvente victoria sobre el Oviedo diera una tregua ante el nefasto mes de noviembre firmado por el equipo. Pero el péndulo está ahora de nuevo en el lado de las dudas. Y con razón porque se puede salir de la Copa de muchas formas, pero esa imagen de indolencia con la que lo hizo hay que erradicarla pronto.

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