Este Sevilla no gana ni con el viento en contra ni tampoco a favor (2-2)

Nuevo paso corto del Sevilla en la agonía de todos los sevillistas por alejarse del descenso de categoría. Los nervionenses no fueron capaces de imponerse a un Leganés que llegaba igual de mal por la sencilla razón de que no tienen fútbol para manejar las situaciones en la que el viento sopla en contra y tampoco para cuando vira a su favor. Eso sucedió justamente en la tarde de este domingo en el Ramón Sánchez-Pizjuán, pues en la primera mitad chocaba de proa y tras el intermedio lo hizo de cola.

Ni en una circunstancia ni en la otra fueron capaces los hombres elegidos por Joaquín Caparrós en su segunda comparecencia casera de imponer a base de criterio y de fútbol. Todo fue un ir hacia delante sin ningún plan, nada más que pegarle arriba y tratar de buscar las segundas jugadas o el error del contrario. Algunas veces sí apareció ese fallo y con ellos los anfitriones tendrían un buen puñado de oportunidades para batir a Dmitrovic, además de las dos en las que lo consiguieron, pero en las otras faltó acierto y el serbio también tuvo algunas intervenciones providenciales para salvar a los suyos.

Eso, la verdad, ni cotizaba en las apuestas, estaba más que claro que Dmitrovic tendría una tarde brillante en Nervión, pero lo que tal vez no estuviera en esas circunstancias del fútbol por las que mucha gente se gasta su dinero, hasta arruinarse incluso, sería la última jugada del partido. Dmitrovic cogió un centro fácil, aprovechó que el Sevilla atacaba de forma desordenada y suicida y le puso el balón a Diomandé. Atacaban tres futbolistas del Leganés contra Nyland y encima el guardameta noruego no pudo evitarlo en su salida al todo o nada…

Afortunadamente para los sevillistas, Diomandé remató horrible y envió el balón al lateral de la red cuando no tenía siquiera portero. Un gol de los visitantes hubiera sido trágico, ya que habría acercado al Leganés en tres puntos y encima el palo habría sido durísimo, pero ahí se salvó el Sevilla y hasta sumó un punto a su casillero que hasta podría servir para salvarlo al final del curso.

La tabla indica que los blancos tienen 38 puntos después de los dos empates caseros con Caparrós al mando, mientras que Las Palmas, próximo visitante en su estadio, está a seis puntos en este momento. Pudo ser peor, cierto, de haber marcado Diomandé, pero también hay que ver el lado positivo por mucho que el peligro de despeñarse a Segunda aún esté latente.

Méritos para ganar

Hubiera sido una circunstancia tremendamente injusta, de cualquier manera, pues en el global del partido el Sevilla se habría hecho acreedor a los tres puntos de medirse todo en el fútbol por los méritos y por la producción ofensiva de sus componentes, cosa que, como todos bien saben, no es así nunca. El marcador es el que se registra en el acta arbitral y Hernández Hernández consignó un 2-2 por los errores en el remate de los sevillistas. También, claro, por el desacierto de Diomandé en la acción final.

Pero conviene ir por partes. Caparrós apelaba para la titularidad a García Pascual, un delantero traído para el C, pero que tal vez sea la única referencia pura arriba de todos los que ha ido reclutando Víctor Orta en su pésimo trabajo, entre otras cosas porque también se trajo a un Akor Adams que ha resultado ser tan frágil como otros muchos de sus fichajes. Dos lesiones musculares lleva ya el nigeriano desde que llegara en el mercado de invierno.

Así que García Pascual era el delantero centro para poner una línea de cuatro por detrás con Agoumé de líbero de todos ellos por delante del cuarteto defensivo. También entraba en el equipo inicial después de mucho tiempo Suso, mientras que Peque era el enlace con la referencia arriba.

Bofetada de Munir con la colaboración de Nyland

Y lo primero que se iba a encontrar ese Sevilla diseñado por Caparrós sería una bofetada, de las buenas, además. Una falta en el borde del área de Lukébakio con tarjeta incluida era lanzada por Munir. El ex sevillista le disparó al sitio que debía defender Nyland y éste se la comió con toda su guarnición incluida. Un simple bote delante servía para que el Leganés se adelantara en el minuto 7.

El Sevilla tenía, encima, el aire en contra y estuvo aturdido durante un buen rato, pero sí iba a aprovechar el toque de Suso para empatar a balón parado, en un córner concretamente, a través de la intuición de Kike Salas para cabecear en solitario y con tanto acierto. El marcador se emparejaba otra en el minuto 21.

Los sevillistas iban a tener acercamientos hasta el intermedio, pero el más claro fue el de Peque ya en el tiempo de prolongación. Su disparo, en una jugada embarullada, fue salvado por Dmitrovic no se sabe cómo. Caparrós sacaba entonces del campo a un José Ángel que se había convertido en un auténtico peligro con su tarjeta amarilla y con la impericia ante Duk.

Gol de Isaac, pero ni así

Llegó una fase con ocasiones clarísimas, sobre toda una de Lukébakio tras un espectacular control a un pase de Agoumé (57’), pero otra vez salvó Dmitrovic con el pie. El belga tuvo otra en un saque directo de Nyland (68’) cuando su toque con el interior se le fue desviado.

Estaba claro que el Sevilla estaba mucho más cerca del 2-1 y éste llegaría en una preciosa acción de descarga de García Pascual hacia Juanlu. El lateral tuvo la paciencia, y la calidad, para ver el desmarque de Isaac y le puso el balón donde era imposible no marcar (71’).

El viento, entonces, estaba a favor y todo parecía encarrilado para el reencuentro de los sevillistas con la victoria en su feudo. No, mentira, el equipo demostró todas sus carencias y su fragilidad mental. Absolutamente muertos de miedo todos abrieron todas las puertas en un ataque del Leganés para que éste tardara sólo dos minutos en empatar con todo a su favor para centrar, rematar y para lo que hubiera hecho falta (73’). Lo hizo Javi Hernández con la testa.

De ahí al final el Sevilla apostó por un cara o cruz en el que incluso se quedaba sin defensas en una falta a pesar de que tenía un punto en su casillero, lo que no es poco en sus actuales circunstancias. Óscar Rodríguez, otro ex, le dio un susto a Nyland (89’) antes de una buena parada de Dmitrovic a Suso, que prefirió el palo más cercano en lugar de buscar sus tradicionales roscas (94’).

Fue la penúltima antes de que el Sevilla rozara el suicidio final con todo el equipo arriba y descolocado. Menos mal, para los sevillistas, que Diomandé los perdonó, entre otras cosas porque el Leganés también está abajo por algo. Pudo ser, pues, mucho peor, también mucho mejor, pero lo que sí queda claro es la lectura de que el Sevilla de Víctor Orta y José María del Nido Carrasco es muy mal equipo tanto con el aire en contra como cuando lo tiene a su favor.