Aquel Sevilla de los sevillistas... frente a la venta del club

Una exposición exalta los 50 años de la terminación del Ramón Sánchez-Pizjuán con la inquietud sobre las ofertas accionariales y el destino del recinto de trasfondo

¿Y si Almeyda no es tan canchero?

Caparrós observa el panel con las entradas de fila cero con las que el sevillismo sufragó el estadio.
Caparrós observa el panel con las entradas de fila cero con las que el sevillismo sufragó el estadio. / Juan Carlos Vázquez

Hubo un tiempo en que los sevillistas ponían dinero para construir el Sevilla. La conversión en sociedades anónimas deportivas tras la Ley del Deporte de 15 de octubre de 1990 empezó a acabar con aquel romanticismo, aunque aún tuvo el coletazo de los sevillistas que compraron acciones, en la medida de sus posibilidades, para que el club de Nervión siguiera estando en manos propias. Luego empezaron a vender acciones y ahora el futuro es inquietante, incluso del propio estadio. Y hay quien ya entona su “bienvenido, Mr. Marshall”.

Ahora todo eso se puede diluir en el recuerdo nostálgico de los que levantaron, con sangre, sudor y lágrimas podría decirse sin caer en el sentimentalismo, el mito del estadio Ramón Sánchez-Pizjuán y la historia con hitos legendarios del Sevilla. El propio estadio es un ejemplo de ese sacrificio, como recordó Joaquín Caparrós en la inauguración de la exposición que exaltará el quincuagésimo aniversario de la terminación de la obra del Sánchez-Pizjuán. Más de tres lustros, 17 años, tardó en terminarse la obra que ideó antes de su muerte en 1956 Ramón Sánchez-Pizjuán y que se inauguró en 1958.

Hasta octubre de 1975 no se concluyó la última grada, la alta de Gol Norte. Los aficionados sevillistas pusieron más de 10 millones de pesetas de su bolsillo a través de las entradas de fila cero o donaciones como la de José Manuel Lara, el fundador de la editorial Planeta que puso 150.000 pesetas. “Este club es un reflejo de su propia afición, nadie nos regaló nada”, reivindicó Caparrós como presidente de honor en la inauguración del 50º aniversario del cerramiento del estadio.

La terminación coincidió con el Sevilla-Español (entonces tenía aún la grafía castellana) que ganó el equipo de Roque Olsen por 2-1, con goles de Plaza y Cantudo para los sevillistas y Jeremías para los catalanes. Un mes antes se había concluido la grada alta de Gol Sur, el 6 de septiembre, en un Sevilla-Las Palmas que terminó con 3-0 (Gallego, Cantudo y Sanjosé). “Nos llamaban las ruinas de Itálica”, recordó Caparrós sobre aquellos partidos con los graderíos en obras, entre andamios.

Un aficionado observa la foto con el primer llenazo del Sánchez-Pizjuán ya terminado.
Un aficionado observa la foto con el primer llenazo del Sánchez-Pizjuán ya terminado. / Juan Carlos Vázquez

Sangre, sudor y lágrimas. Diez años después de la inauguración del estadio, en 1968, el Sevilla descendió por primera vez a Segunda División. Las obras las inició Eugenio Montes Cabeza tras el mandato de José Ramón Cisneros y con el equipo de nuevo en Segunda, en el trienio negro de 1972 a 1975. El 9 de noviembre de 1975 el Sánchez-Pizjuán presentó su primer llenazo, con más de 70.000 espectadores, la mayoría aún de pie, en un Sevilla-Real Madrid: 1-1, el gol de Breitner por un agujero de la red y Biri Biri haciendo justicia en un estallido de júbilo. La foto está en la exposición. Uno de los visitantes recordó que el Ayuntamiento, pese a que el alcalde Juan Fernández terciaba para los de Nervión, “puso palitos en la rueda”.

Aquel Sevilla de los sevillistas vive en crisis. La guerra accionarial del último lustro puede acabar con un trasvase masivo de la propiedad. La tercera vía de Antonio Lappí, con su doctrina sevillista, se topa con la realidad de los grandes fondos de inversión. Estadounidenses con parné hay al menos dos que pagan más. ¿Mr. Marshall en el Ramón Sánchez-Pizjuán?

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