Una situación que requiere sosiego y no locura
La sobreexcitación es un peligro que abre los partidos y eleva el nivel de riesgo en el actual estado del equipo
En Cádiz aseguran que Suso ya se ha comprometido para volver este verano

En la situación actual del Sevilla hay dos posturas o vertientes con respecto a lo que el equipo necesita para no verse metido en un lío. Hay quienes piensan que la ventaja con el descenso no es definitiva, pero sí es suficiente como para no perder los nervios y mantener la calma. Creer en la plantilla y simplemente gestionar con cordura y eficiencia los recursos en las jornadas que quedan.
Y otra corriente, a la que decidió unirse el consejo de administración con sus decisiones, que defiende que lo que necesita la plantilla es justo lo contrario: inyectar sangre en los ojos de los futbolistas, menear la plantilla con decisiones que motiven ciertos cambios de actitud en algunos jugadores e instalar una especie de locura que termine por dar los puntos que el equipo necesita para escapar definitivamente del peligro.
Las dos, evidententemente, tienen sus riesgos. Tampoco era conveniente dejar morir al equipo cuando parecía que había bajado definitivamente los brazos. Las cuatro derrotas consecutivas sumadas entre marzo y abril eran una muestra de ello y le costaron el puesto a García Pimienta.
El actual inquilino del banquillo sevillista es un perfil de entrenador que nunca se alineó en el bando de la flema y de irradiar con su comportamiento una visión reflexiva de las situaciones. Caparrós llegó para activar ciertos resortes que hasta ahora, vistos los resultados, no han dado sus frutos.
El Sevilla corre el riesgo de entrar en una locura que no le beneficia. Está claro que no tiene a favor el estado de crispación que se vive en la entidad a nivel institucional y social y las imágenes en el aeropuerto del regreso de la expedición tras la derrota ante el Osasuna no son ni mucho menos edificantes. Se espera que en la próxima cita ante el Leganés se produzcan nuevas manifestaciones de protesta por parte de la afición en contra del presidente y sus socios y no precisamente van a ser una ayuda para un equipo que empieza a padecer presa de los nervios.
Es lo peor que le puede pasar a una plantilla que, antes de esta crisis que sí tiene una magnitud de consideración, durante todo el año la única presión que ha soportado ha llegado cuando la afición y el entorno han pedido un salto más para que lograra engancharse con los puestos europeos.
El Sevilla tenía 6 puntos por encima del descenso cuando destituyó a García Pimienta para colocar en su lugar a Caparrós. Ahora, dos jornadas después, está a 5 –es decir, ha perdido uno de margen– con menos partidos para la reacción. El gran temor son las dos últimas jornadas, cuando los rivales a los que se debe enfrentar el cuadro nervionense son Real Madrid y Villarreal es probable que con objetivos en juego.
La mezcla ideal: confianza con su chispa de tensión
Queda, por tanto, acelerar en los tres duelos restantes ante Leganés, Celta y Las Palmas. Ahí va a estar la tranquilidad del Sevilla y los que dirigen el grupo deben acertar en inculcar la mezcla perfecta entre sosiego y confianza con su chispa de tensión y de apretar los puños. Pero cuidado porque pasarse en la dosis de esto último puede ser muy peligroso. La sobreexcitación (y los entrenadores lo tienen presente en partidos importantes como finales, derbis...) lleva a la intensidad excesiva y ahí es cuando se cruza una línea peligrosa con el nivel de riesgo.
Las expulsiones aumentan –y los arbitrajes se ha visto que tienen el papel muy fino– y puede pasar de todo. Y es lo que menos le interesa a un Sevilla cuya útima expulsión antes de la de Lukébakio en Pamplona fue de Agoumé en Leganés, a principios de noviembre.
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