César Nombela Cano. In memóriam
Obituario
Severo Ochoa estaría orgulloso al ver la labor que desarrolló su discípulo al frente del CSIC
Su trabajo docente ha quedado reflejado en la formación de más una treintena de doctores
Tuve la ventura de conocer a fondo la personalidad científica de mi amigo César Nombela –una de las figuras más eminentes de la ciencia española– en 1995 al formar parte del tribunal que había de conceder el premio de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) a las Ciencias y que estuvo presidido por mi compañero de carrera e íntimo amigo Julio Rodríguez Villanueva, asturiano de pro. Después de examinar a fondo el excepcional currículum del doctor Nombela, discípulo predilecto del inolvidable don Severo Ochoa, el jurado justificó la concesión de este relevante galardón, en reñida competencia con otros brillantísimos candidatos, en los siguientes términos: "En consideración a sus trabajos pioneros en el estudio de patógenos microbianos a nivel molecular, en particular en el área de las infecciones producidas por hongos. Además, el jurado ha valorado sus contribuciones en el campo de la expresión de genes de receptores con interés biomédico, así como su valiosa labor en la formación de microbiólogos".
En efecto, el profesor Nombela ha sido creador y director de un grupo de investigación integrado por más de veinte científicos que desarrollaba estudios sobre Microbiología y Biotecnología. Estos trabajos se centraban fundamentalmente sobre microorganismos patógenos, pero también sobre la especie no patógena Sacharomyces cerevisiae como sistema para la obtención biotecnológica de proteínas recombinantes, y se llevaron a cabo con el apoyo financiero y la colaboración de organismos públicos españoles, de la Unión Europea y de la industria farmacéutica internacional.
Decía don Santiago Ramón y Cajal –el más grande hombre de ciencia que ha producido España– que los buenos maestros consiguen ser superados por sus discípulos. Don Severo estaría hoy enormemente orgulloso al ver la labor tan eficiente y elogiable que desarrolló César como presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) desde el año 1996. En este periodo tuvo lugar una notable expansión del CSIC, incrementando su plantilla científica y sus recursos económicos y potenciando su presencia pública y su papel en la ciencia española y europea.
La carrera científica y académica de César Nombela se inició fulgurante en 1969 con la licenciatura en Farmacia, con Premio Extraordinario, por la Universidad Complutense, grado que consiguió simultáneamente con el de licenciado en Ciencias Químicas por la misma Universidad. Tres años después se doctoró por la Universidad de Salamanca en el campo de la Microbiología bajo la dirección del profesor Julio Rodríguez Villanueva y, entre 1972 y 1975, llevó a cabo su formación postdoctoral con el profesor Ochoa en la Universidad de Nueva York y en el Instituto Roche de Biología Molecular en Nueva Jersey.
A su vuelta a España ganó sucesivamente por oposición la plaza de colaborador científico del CSIC en el Instituto de Microbiología Bioquímica de Salamanca en 1975 y las de profesor agregado y catedrático de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense en 1979 y 1981, respectivamente. Desde entonces y, salvo el lapso de los años como presidente del CSIC, desempeñó, junto al cargo de catedrático, la dirección del Departamento de Microbiología de la Facultad. También fue creador y director del Centro de Secuenciación Automatizada de DNA de la Complutense, habiendo participado en el macroproyecto europeo de secuenciación del genoma de la levadura y en la continuación del proyecto EUROFAN orientado al análisis funcional.
Su labor docente e investigadora ha quedado significativamente reflejada en la formación de más una treintena de doctores, que alcanzaron después la categoría de investigadores, profesores y catedráticos, y en la publicación de innumerables trabajos en revistas de reconocido prestigio. A nivel internacional, el profesor Nombela fue presidente de la Federación Europea de Sociedades de Microbiología, que incluye la Sociedad Española de Microbiología, de la que también fue presidente. Y editor de la revista Microbiology, la más importante de Europa en Microbiología General. Es integrante de la Academia Europea, de la Iberoamericana de Farmacia y Socio de Honor de la Asociación Española de Farmacéuticos de Industria.
La confianza y el cariño depositados por Ochoa en César quedaron de manifiesto con motivo del traslado en 1974 de nuestro Nobel del centro médico de la Universidad de Nueva York –en el que había trabajado casi treinta años– al Instituto Roche en Nutley, Nueva Jersey. Nombela fue encargado por el maestro de acoplar los investigadores a los laboratorios asignados y del equipamiento de los mismos con aparatos de alto coste y tonelaje, así como de la mudanza de libros, revistas, cuadernos de laboratorio, cartas, documentos, diplomas, etc. El afecto de don Severo por la familia Nombela quedaría aún más patente con el apadrinamiento de uno de los hijos de César y Nohelly, su encantadora mujer. Por nombramiento testamentario de su fundador, César Nombela fue desde 1994 presidente de la Fundación Carmen y Severo Ochoa.
Nombela regresó a España en 1975, el año en que Ochoa celebró su setenta aniversario y tiene lugar en Sevilla el VI Congreso Nacional de Bioquímica al que asistieron cinco premios Nobel, pronunciando el propio Ochoa el discurso de clausura. Las palabras que entonces proclamó Ochoa alabando la labor de José María Albareda y Manuel Lora-Tamayo en la organización y puesta en marcha del CSIC, las podría yo aplicar hoy, con meridiana justicia e imperecedera gratitud a nuestro inolvidable César, pues él ha sido un continuador de excepción de la tarea que iniciaran otrora aquellos dos extraordinarios maestros, también investigadores y catedráticos como él. Creo que debo hacer hincapié en el significado conjunto de estas grandiosas vidas paralelas en el resurgir de la ciencia española en ese tiempo, y repetir aquí las palabras que Ochoa –dando pruebas de su equidad y rectitud de conciencia– ofrendó a Albareda y Lora-Tamayo: "Quiero dedicar aquí un sentido recuerdo a la figura del padre José María Albareda que, durante muchos años, más aún que su secretario general, fue el alma y la inspiración del Consejo. Sin Albareda, el Consejo tal vez no hubiera existido, y sin él no hubiera llegado la biología, y dentro de la biología la bioquímica española, a alcanzar el grado de desarrollo que tiene en la actualidad. Igualmente quiero recordar el valiosos y decidido apoyo prestado al Consejo por Manuel Lora-Tamayo. El nombre del Consejo está, sin duda, vinculado a muchas personas, pero está ciertamente indisolublemente unido al de estos dos hombres".
Yo añado pues ahora, con todo rigor y equidad, un tercer hombre al de estos dos ilustres farmacéuticos y químicos: César Nombela, cuyo temple del mejor acero toledano le permitió salir airoso de todas las batallas que libró para promover y engrandecer la ciencia española y defender la vida. Decía Ortega y Gasset que la revolución de España consiste en hacer ciencia. La revolución se produjo entonces, impulsada por la más noble y laboriosa juventud y ha triunfado la mejor ciencia de la mano de hombres de acción, idealistas y realistas, como César Nombela Cano.
Que Dios te conceda, querido amigo, la luz y el descanso que has merecido a lo largo de toda tu vida.
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