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Un diluvio y un partido

  • Dos serios competidores que restaron público tuvo la primera jornada del cónclave: la lluvia y el Barça-Milan

Hay tres circunstancias que diferencian en gran manera la elección del nuevo Papa de la Iglesia católica, de la inevitable rememoración de hace ocho años, cuando tras el Habemus Papam se pronunció el nombre de Benedicto XVI.

Descontado lo evidente (que en esta ocasión el Papa saliente ha renunciado de manera voluntaria), queda lo pertinaz de esas tres visicitudes confluidas a la vez en la primera sesión del Cónclave de ayer, a saber: la entrada de los cardenales en la Capilla Sixtina no ha venido precedida de los funerales por un papa muerto; la afluencia masiva de fieles esta vez (al menos por lo visto en la jornada de ayer), brilla por su ausencia; y, como colofón, el primaveral tiempo que acompañaron el obituario de Juan Pablo II y la bienvenida de Joseph Ratzinger contrasta con el frío, la lluvia y el granizo que golpearon inmisericordes a los peregrinos y turistas presentes ayer en Roma.

La verdad es que más que una misa Pro Eligiendo Pontífice, lo que se pudo ver nada más comenzar la mañana se pareció mucho más casi a una escenificación del Juicio Fina. Sin deseos de dramatizar. La situación fue la siguiente: Plaza de San Pedro y el cardenal decano, Angelo Sodano, en plena homilía pidiendo que el nuevo Papa sea "un pastor capaz de morir por su rebaño".

Pronunciadas esas palabras, el cielo se encapotó en cuestión de segundos y se desató una formidable tormenta de lluvia y granizo que hizo que la Plaza de San Pedro se quedara en segundos totalmente vacía, sola con las pantallas gigantes de televisión que se han instalado para retransmitir las ceremonias.

El recuerdo del famoso rayo caído hace menos de un mes sobre la cúpula de la Basílica de San Pedro en el momento en que Benedicto XVI anunciaba su renuncia hicieron el resto. Resultaba casi imposible, como nos comentaban los asistentes al acto, abstraerse de una escenografía apocalíptica, interpretativa como mensaje a los jerarcas de la Iglesia católica. "Ha sido espectacular, casi algo divino", nos cuenta con una media sonrisa nerviosa la hermana Carmen, religiosa y compañera periodista española, que trabaja para la radio del Vaticano. "Ha sido como si Dios hubiera actuado enviando una simbología tan clara del agua a raudales para que se limpie la Iglesia". Le preguntamos a la hermana Carmen si no le preocupa que ella, como religiosa que es, pueda ser señalada ante sus superiores con una afirmación de ese tipo. Nos contesta rotunda: "No".

Menos espiritual y bastante más populachera, Ana, una jiennense de Linares, pero que trabaja desde hace casi 30 años como guía de los Museos Vaticanos, prefiere recitarnos este dicho romano, aplicado a la elección del Papa en este caso y con una interpretación sin duda particular: "Que haya caído este diluvio es un augurio estupendo. Aquí en Roma se dice, Sposa bagnata, sposa fortunata. Evento bagnato, evento Fortunato ('Esposa bañada, esposa afortunada, y evento bañado, evento afortunado'). A ver si esto se cumple y nos toca un Papa español, ¿no?". Todo es posible, pero no parece que las quinielas vaticanistas de favoritos papables coloquen a un español entre los primeros, por mucha agua que cayera ayer.

El caso es que, tal vez por la incansable lluvia, tal vez porque la ausencia de un funeral de un Pontífice de seguimiento tan masivo como Juan Pablo II, la Plaza de San Pedro permaneció durante casi toda la primera jornada del Cónclave huérfana de feligreses. Excepción hecha de un grupo de monjas arrodilladas rezando en las escalinatas de la Basílica, desafiando durante todo el día las inclemencias meteorológicas, se observaron ayer más turistas que feligreses y, desde luego, bastantes más vacíos que colas y peregrinos intentando acceder al epicentro del catolicismo.

El inicio de la procesión de cardenales hacia la Capilla Sixtina, que se pudo seguir en directo por los monitores gigantes de televisión instalados, no mejoró la atención ni el aforo completo de hace ocho años. Para cuando pudo observarse la fumata negra pasadas las 20.00, el inminente inicio del partido de fútbol Barcelona-Milan había ganado definitivamente la partida del interés de los romanos y el vacío de San Pedro era ya casi total.

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