La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Se buscan mordazas para los obispos
Teodomiro Ramírez de Arellano relata en su Paseos por Córdoba que algunas de lo que ahora son casas de la calle Guzmanas y que antes parece ser que formaban parte de un mismo edificio –como el número 4–, eran propiedad de un agricultor adinerado apellidado Guzmán que sólo tuvo hijas, de ahí el nombre. Ese agricultor vivía en una casa de labranza con sus graneros, establos, cuadras…que posiblemente fue dividida en tres partes. “La nuestra tiene aproximadamente dos siglos de antigüedad y estaba en un estado lamentable cuando conseguimos su propiedad en 1975”, explica Manuela Lorente. El estado actual del hogar de los Villar-Lorente es fruto de una profunda e intensa reforma prolongada a lo largo de casi dos décadas. Mucha culpa del actual aspecto del recinto la tiene su marido. Ricardo fue ebanista, algo de lo que dan fe, entre otros elementos, la baranda de madera de pino que recorre la galería alta del patio o el artesonado de la misma.
El patio está alfombrado de chino cordobés y separado del corredor por cinco arcos de ladrillo visto. En el patio destaca además una imagen de San Rafael presidiendo la galería superior. En la mudanza de 1975 a Guzmanas, 4 a Manuela le acompañaron sus plantas, algunas de las cuales aún conserva. “Algunos de estos tiestos tienen más de 50 años”, asevera, mientras procede a presentar a sus gitanillas, geranios, claveles, begonias, sulfinias, azaleas, helechos, calas o petunias; sin olvidar sus pendientes de la reina, farolillos chinos, el rododendro...
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