Opinión

Mujeres cooperativistas: base del modelo que mantiene la vida de los pueblos

  • Andalucía cuenta cada vez con más mujeres que dirigen cooperativas, que las presiden o que son parte de sus consejos rectores

Mujeres trabajando en una cooperativista.

Mujeres trabajando en una cooperativista.

Las desigualdades de género en el medio rural persisten’. El titular es de una noticia publicada en un medio de comunicación agrario. El resumen de una de las tantas informaciones que aparecen en la prensa y que habla sobre la falta de igualdad real en el sector primario.

Este en concreto se publicó en relación a la presentación del ‘Diagnóstico de la Igualdad de Género en el Medio Rural 2021’ que elaboró el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. De él podían extraerse algunos datos no muy positivos. Como que, en las zonas rurales, el 26,3% de los hombres trabaja en la Agricultura, frente al 18,8% de las mujeres, que se dedica en mayor medida al sector Servicios. O que la tasa de paro femenina en el medio rural es del 29,6%, en contraste con el 12% de la de los hombres.

Son cifras que nada tienen que ver con la realidad de las cooperativas agroalimentarias andaluzas, la gran mayoría ubicadas en zonas rurales, un modelo sostenible social y medioambientalmente que no sería posible sin el trabajo de las mujeres, la cuales ocupan el 51% de sus empleos.

La comunidad andaluza cuenta cada vez con más mujeres que dirigen cooperativas, que las presiden o que son parte de sus consejos rectores. Tampoco supone una rareza ver en nuestros campos a mujeres jóvenes subidas a un tractor, o al cuidado de los animales. Escardando, sembrando, aplicando fitosanitarios… Ni más ni menos que realizando las tareas que requiere una explotación y que, salvo en algunos casos concretos de recolección, quedaban relegadas a los hombres casi de forma exclusiva hace unas décadas.

Labor de AMCAE-Andalucía

A este cambio, a esta evolución, ha contribuido enormemente el trabajo que hacen asociaciones como AMCAE-Andalucía. Desde su creación en 2018, la organización no ha dejado de trabajar para eliminar esa brecha entre hombres y mujeres. En nuestro caso concreto, la existente en los consejos rectores de las cooperativas y en sus órganos de gestión.

No en vano, pese al avance, las mujeres suponen el 32% de la base social de las cooperativas, pero su presencia en los cargos directivos y otros órganos de decisión dista mucho de situarse en la misma proporción. Según el informe del Ministerio, sólo el 2,2% de las empresas rurales (agroalimentarias o de otro tipo) están dirigidas por mujeres.

Interlocución con las administraciones, formación y capacitación para las mujeres cooperativistas, concienciación social o difusión mediática, entre otros, han formado parte del pequeño (o gran) grano de arena que ha supuesto AMCAE-Andalucía para lograr difuminar estas desigualdades y que ha conllevado a que en las cooperativas agroalimentarias andaluzas sean ya un 7% las mujeres que forman parte de los consejos rectores. La cifra no es nada desdeñable si se tiene en cuenta que hace un año suponían un 6,2% y, en 2018, eran un 5%.

Sin duda, un arduo camino gracias al que se han consolidado importantes redes con las que impulsar la promoción de la mujer agraria y que suponen una malla cada vez más gruesa que no permitirá que la mujer caiga, ni retroceda un paso, en el sector.

Las mujeres de las cooperativas, como los hombres, trabajan para que los pueblos de nuestra comunidad no se queden vacíos

Las mujeres de las cooperativas de Andalucía, como los hombres, trabajan con esfuerzo para que los pueblos de nuestra comunidad no se queden vacíos. Para llevar alimentos a las mesas de todos los hogares, producidos con calidad y con seguridad. Cuidan del medio ambiente, sufren los mismos problemas que afectan a los hombres del sector (subida de costes, normativas farragosas, baja rentabilidad, adversidades climáticas…) y disfrutan de los mismos triunfos. Porque mujeres y hombres cooperativistas somos iguales. Somos profesionales que no hacen otra cosa que desarrollar su labor en el sector primario.

Las agricultoras y ganaderas dan vida a los pueblos y ponen en valor un sector agrario sostenible y comprometido con su entorno. Un campo que atrae a los jóvenes, que promueve que se desarrollen los servicios y que los municipios no se vacíen. Las cooperativas son, por tanto, la estructura fundamental para que el sector primario tenga relevo.

Y concluyo con otro titular encontrado en prensa que se adecua más a nuestra razón de ser: ‘Las mujeres son un pilar fundamental para el futuro de la actividad agraria’.

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