Un juez neerlandés obliga a Meta a garantizar una opción sin algoritmos en Facebook e Instagram

La compañía ordena a la compañía garantizar a los usuarios una opción de cronología sin algoritmos, de acceso directo y que pueda establecerse como predeterminada.

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Meta, Facebook, Instagram.

La arquitectura invisible de Facebook e Instagram es, en realidad, una forma sofisticada de manipulación.

Es lo que ha dictaminado un juez de Ámsterdam, que obliga en una sentencia a Meta a implementar en dos semanas una opción genuina de cronología sin algoritmos para los usuarios neerlandeses, accesible y permanente, o afrontar multas de 100.000 euros diarios hasta alcanzar los cinco millones de euros.

Una cantidad que, aunque sea casi calderilla para una corporación de semejante magnitud, podría sentar un precedente.

El tribunal ha concluido que la configuración actual de ambas plataformas vulnera la Ley Europea de Servicios Digitales (DSA), precisamente porque Meta ha diseñado un sistema que fuerza de manera encubierta a los usuarios a volver constantemente al flujo algorítmico.

El patrón oscuro

El magistrado ha empleado un término ya conocido, "patrón oscuro", esa práctica que, bajo la apariencia de libertad de elección, esconde una ingeniería conductual diseñada para anular precisamente esa libertad.

"Actualmente, Facebook e Instagram no permiten suficientemente a los usuarios en Países Bajos tomar decisiones libres y autónomas sobre el uso de sistemas de recomendaciones basados en perfiles", señaló el juez en su sentencia.

Una formulación jurídica que traduce en lenguaje legal algo que millones de usuarios experimentan diariamente sin poder articularlo: la sensación de que sus decisiones digitales nunca son del todo suyas.

El poder invisible de decidir qué vemos

La demanda fue interpuesta por Bits of Freedom, una organización de derechos civiles que argumentó que el funcionamiento algorítmico de ambas plataformas podía influir en las elecciones generales neerlandesas del próximo 29 de octubre.

No se trata de una preocupación menor: cuando un sistema automatizado determina qué contenidos políticos alcanzan mayor visibilidad, la arquitectura tecnológica se convierte, de facto, en infraestructura electoral.

La paradoja es elegante, y perversa.

Meta ofrece técnicamente la posibilidad de seleccionar una línea de tiempo cronológica, un simple listado de publicaciones ordenadas por fecha de personas y organizaciones que el usuario ha decidido seguir.

Nada de inteligencia artificial, nada de personalización, solo el orden más elemental: lo más reciente primero.

Pero esta opción permanece deliberadamente oculta en menús de configuración laberínticos, y además, se desactiva automáticamente cada vez que el usuario cierra la aplicación o cambia de sección.

Los usuarios reciben, en teoría, contenidos recomendados basados en sus perfiles de navegación y comportamiento. Cada clic, cada segundo de permanencia, cada interacción alimenta un sistema que promete mostrarte lo que realmente te interesa, cuando en realidad está diseñado para mostrarte aquello que maximiza tu tiempo en la plataforma.

Una distinción sutil, pero fundamental.

La ilusión del control sobre lo que consumimos

El juez ha ordenado que Meta garantice una "opción de acceso directo y fácilmente accesible" para una cronología no basada en perfilado, tanto en las aplicaciones móviles como en las versiones web.

La preferencia elegida deberá mantenerse incluso cuando el usuario cierre la aplicación o navegue entre secciones, como ese paso aparentemente inocente del feed principal a los Reels de Instagram.

La sentencia no se limita a señalar un incumplimiento técnico. Va más allá al calificar el actual diseño como una "perturbación sustancial de la autonomía de los usuarios" y recalcar que "una opción no persistente para un sistema de recomendaciones contradice el objetivo que persigue la DSA, que es que los usuarios tengan verdadera autonomía, libertad de elección y control sobre la manera en que se les presenta la información".

Tras esta frase se esconde una cuestión de primer orden en la era digital: ¿quién decide qué información merece nuestra atención? ¿El usuario que conscientemente elige seguir a determinadas personas y organizaciones, o un sistema algorítmico que interpreta -con notoria opacidad- qué es lo que realmente nos interesa?

La retórica corporativa frente al veredicto judicial

Meta, como era previsible, ha manifestado estar "fundamentalmente en desacuerdo" con la decisión judicial y ha anunciado que recurrirá la sentencia.

En un comunicado que despliega el repertorio habitual de defensa corporativa, la compañía sostiene que implementó "cambios sustanciales" para cumplir con la DSA y que informó a sus usuarios neerlandeses sobre cómo utilizar las herramientas disponibles "para experimentar nuestras plataformas sin personalización".

Es decir: Meta no niega que la opción exista, simplemente considera suficiente haberla ocultado tras múltiples capas de configuración y resetearla constantemente.

La compañía argumenta además que se trata de "un asunto para la Comisión Europea, y no algo para tribunales individuales en Estados miembros de la UE".

Una estrategia legal que busca dilatar la aplicación de normativas incómodas apelando a la complejidad burocrática europea.

Mientras tanto, los algoritmos siguen funcionando exactamente como estaban diseñados: maximizando el tiempo de permanencia en la plataforma, independientemente de las consecuencias sobre el ecosistema informativo.

Un precedente limitado, pero significativo

La sentencia precisa que la medida solo tiene validez en los Países Bajos, aunque la normativa europea en cuestión es de aplicación en toda la Unión Europea.

Esta limitación geográfica no es menor: los tribunales nacionales pueden interpretar y aplicar la legislación europea, pero sus decisiones no vinculan automáticamente a otros Estados miembros.

Meta lo sabe, y por eso su estrategia pasa por aislar cada conflicto jurisdiccional en lugar de acatar una normativa que considera excesivamente restrictiva para su modelo de negocio.

Evelyn Austin, directora de Bits of Freedom, celebró el fallo con cautela: "Es fantástico, realmente un respaldo para todos los que intentan frenar el poder de Meta", declaró. Sin embargo, la propia organización reconoció con realismo que "esto es una gota en una placa ardiente. Se necesita mucho más".

Y tiene razón. La Ley de Servicios Digitales representa un marco normativo ambicioso que busca equilibrar la innovación tecnológica con la protección de los derechos fundamentales de los ciudadanos europeos.

Pero las leyes solo son efectivas si se aplican, y la aplicación requiere una vigilancia constante sobre corporaciones que han construido imperios económicos precisamente sobre la capacidad de dirigir la atención de miles de millones de personas.

El caso neerlandés constituye una de las primeras aplicaciones judiciales de esta normativa en el ámbito de los sistemas de recomendación algorítmica. No será la última.

Mientras Meta decide si cumple o recurre, millones de usuarios seguirán navegando por feeds que nunca eligieron realmente, convencidos de que están viendo lo que quieren ver, cuando en realidad están viendo lo que alguien decidió que debían ver.

Si una empresa necesita un tribunal para respetar la voluntad explícita de sus usuarios, ¿qué otras decisiones está tomando por nosotros sin que lo sepamos?

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