El Juli remata su temporada con una apabullante actuación

El Juli, en un natural a su segundo toro, ayer, en la plaza de Zaragoza.
El Juli, en un natural a su segundo toro, ayer, en la plaza de Zaragoza.
Paco Aguado (Efe) Zaragoza

13 de octubre 2014 - 01:00

El diestro Julián López El Juli finalizó en Zaragoza su temporada europea de 2014 con una apabullante actuación que fue premiada con dos orejas -que pudieron ser cuatro de no fallar con la espada en su primer toro- y la salida a hombros del coso de la Misericordia. La corrida del día del Pilar en Zaragoza la dominó casi en exclusiva el apabullante despliegue de autoridad, torería, conocimientos y sereno valor de Julián López El Juli. De principio a fin, con sus dos toros, el maestro madrileño mostró en Zaragoza la versión más nítida de su poderoso toreo. Ya desde que abrió faena a su primero, al que cuidó en los primeros tercios, se vio la versión más templada del madrileño, pulseando y mejorando las embestidas de un toro aparentemente flojo pero que recobró bríos y sacó su clase en cuanto El Juli le asentó en la arena.

Después llegó una sucesión de tandas de creciente intensidad, con muletazos largos y muy ligados. Con cabeza clara y el corazón caliente, El Juli redondeó faena con un postre de circulares de ida y vuelta sin mover las zapatillas y que acabaron por poner en pie a una plaza entregada que le hubiera dado las dos orejas de no haber emborronado su labor con dos pinchazos en alto. Pero aún quedaba Juli para rato, porque con el quinto volvió a elevar los decibelios de las ovaciones con un quite por lopecinas muy pausado, sin la ligereza habitual de este lance consistente en un amplio abanicazo de capote. Marcó este quinto toro de Victoriano del Río una clara querencia a tablas en el tercio de banderillas, y de allí lo sacó El Juli citándolo desde el tercio para instrumentar una vibrante primera serie de naturales. Pese a su fondo de mansedumbre, el hondo cinqueño repitió algunas fuertes embestidas que dieron mayor emoción al asentado toreo del diestro madrileño, dominador de cada metro de embestida con una relajada actitud. Y, aunque el toro acabó rajándose y buscando de nuevo las tablas, hasta allí le siguió Juli sin permitir que cumpliera su deseo hasta que terminó de cuajarlo con nuevos circulares y unos sabrosos ayudados rodilla en tierra. Tras una estocada contundente, ahora sí, la presidencia sacó casi a la vez los dos pañuelos para ratificar un triunfo incontestable.

En la tarde de tan clamoroso monólogo julista, Juan José Padilla se encontró con un primer toro regordío y tan manso de salida y en el caballo que fue condenado al cada vez más inusual castigo de las banderillas negras. Aun así, el de Toros de Cortés tuvo una pacífica nobleza en la muleta que permitió a Padilla moverlo con ligereza y constantes guiños populistas antes de fallar con la espada. El cuarto, en cambio, se desfondó de bravo bajo el peto del picador, donde permaneció fijo, ya sin la puya en alto, durante más de cinco minutos sin que nadie lograra separarlo. Tanto se gastó el animal que llegó prácticamente vacío de energías al forzosamente breve muleteo del jerezano.

Miguel Ángel Perera estuvo muy seguro y firme con el tercero, un manso de poco celo que no agradeció el buen trato del extremeño y que se rajó en cuanto le exigió un mayor esfuerzo. También le volvió grupas el que cerró plaza, negado casi a las primeras de cambio.

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