Toros

Del esplendor al ocaso y... premio gordo para los Balañá

  • La empresa de la Monumental podría embolsarse una indemnización que oscilaría entre 300 y 500 millones de euros

Si no se remedia, la Monumental de Barcelona no alcanzará su primer centenario por dos años. Se inauguró en 1914 y le echarán el cierre en enero de 2012. La plaza, un emblema taurino, se inauguró el 12 de abril de 1914, con 8.000 localidades. En aquel festejo hicieron el paseíllo Vicente Pastor, Bienvenida, Vázquez y Torquito, quienes lidiaron ocho toros de Veragua. Al poco llegó la ampliación y su aforo, a partir del 27 de febrero de 1916, pasó a albergar 20.000 asientos, convirtiéndose en una de las mayores plazas del mundo. En esa reinauguración, el cartel fue de mayor relumbrón y contó con José Gómez Gallito, Francisco Posada y Saleri II, quienes se enfrentaron a toros de Benjumea. En ese momento debían soplar vientos políticos muy distintos, porque curiosamente, y en esto casi nadie ha caído, en el cartel anunciador constaba como organizadora del evento la Empresa de la Plaza de Toros de Madrid.

La Monumental creció casi hasta el infinito, se mantuvo y cayó en picado siempre en las mismas manos: la casa Balañá. Tres generaciones que han trabajado de manera muy distinta el negocio taurino y que han marcado el devenir de la Fiesta en la plaza barcelonesa y, por ende, en Cataluña.

Auge: De Ortega a Manolete

El primer empresario fue Pedro Balañá Espinós (1883-1965), un personaje nacido para los negocios, que coqueteó con la política y que construyó un imperio gracias a su buen olfato en la organización taurina. Balañá I se ganó pronto el respeto de los profesionales del toro por sus aciertos empresariales, con ideas innovadoras. Entre sus aciertos se encontró siempre la capacidad para alentar a los toreros y exprimir al máximo el éxito. La fórmula la comenzó el 26 de octubre de 1930, cuando tras debutar Domingo Ortega como novillero y triunfar, lo repitió a la semana siguiente. El aficionado ha oído hablar que fuera la corrida que fuera, si un torero conseguía un éxito relevante, antes de terminar el festejo, un operario salía al ruedo con una tablilla anunciado la repetición; lo que quiere decir que era un negociador hábil y rápido en la contratación. Como empresario emprendedor encontró otro filón importante en el mundo de la cinematografía y en 1965 inauguró su famoso Palacio Balañá. En el negocio taurino contó siempre con las grandes figuras del momento hasta llegar a Manuel Rodríguez Manolete, con el que entabló amistad. La repetición del mítico ídolo cordobés en la gran plaza barcelonesa fue constante. Fue precisamente en el año en el que murió Manolete, cuando Balañá I obtuvo en propiedad la Monumental barcelonesa. Pero los toros tenían ya una fuerte competencia con muchos otros espectáculos de deporte y ocio. Pese a ello, los Balañá no se inquietaron y fueron sacando rendimiento a la Monumental gracias al turismo.

El turismo

Era la época del desarrollismo franquista cuando entró en juego Pedro Balañá Forts Balañá II, en tiempos en los que con el revolucionario Manuel Benítez El Cordobés el negocio taurino era redondo. La plaza continuaba llenándose, pero comenzaba a vaciarse de aficionados, debido a carteles en los que dejó de cuidarse adecuadamente a la afición. Por otro lado, como la mayoría del empresariado taurino, no invirtió en promoción del espectáculo ni tampoco en el fomento de la Fiesta.

Balañá II dedicó la mayoría de su tiempo al imperio de salas de cines. Ya en los ochenta delegó la gestión de la plaza en otra familia taurina muy conocida, los Matilla. Teodoro, que había ejercido como veedor suyo, fue el nuevo organizador. A finales de la citada década habían aburrido a la mayoría de aficionados y la plaza era ya casi un solar, con pocos festejos y exigua taquilla.

Pedro Balañá Mombrú, Balañá III, y su hermana María José entraron en el negocio a comienzos de los noventa. Fue una manera testimonial de recoger el testigo. Durante los últimos años la familia Balañá, que también estuvo metida en otros grandes negocios, como los de seguros, no ha sacado los pies del tiesto contra la Generalitat ni el Ayuntamiento de Barcelona -cuando declaró la ciudad antitaurina-.

El canto del cisne

En las últimas temporadas, en las que se han empleado a fondo los hijos de Matilla -Antonio y Jorge- también reconocidos apoderados y ganaderos, la Monumental ha vivido su canto del cisne con algunos llenos hasta la bandera gracias al mítico José Tomás. Cada uno de los festejos en los que participaba era una bendición, pero resultaba un espejismo; al compararlo con el aforo que se cubrían en otros festejos, como sucedió ayer, con un tercio de entrada. Ahora, los Balañá se han encontrado con el premio gordo de la lotería. Según informa la Mesa del Toro, la cuantificación de la indemnización a la que tendrá que hacer frente la Generalitat, por "daño emergente" se estima entre 50 y 150 millones de euros y por "lucro cesante" en unos 253 millones. Por tanto, la cantidad que podría embolsarse la familia Balañá oscilaría entre 300 y 500 millones de euros.

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