José Tomás: tres décadas de matador de toros

HISTORIAS TAURINAS

El diestro madrileño cumple 30 años de matador de toros y ya ha alcanzado el medio siglo de vida. ¿Volverá a torear en público alguna vez?

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El diestro José Tomás en una de sus últimas apariciones en los ruedos.
El diestro José Tomás en una de sus últimas apariciones en los ruedos. / El Día

Este miércoles, 10 de diciembre, se cumplen 30 años redondos de la alternativa mexicana de un torero singular llamado José Tomás Román Martín. Aquel doctorado se verificó en la plaza Monumental del D.F. un 10 de diciembre de 1995 en un escenario que, posiblemente, esté ya perdido irremisiblemente para el toreo. El entonces joven paladín madrileño recibió los trastos del oficio de manos de Jorge Gutiérrez, torero azteca que había tenido que sustituir a David Silveti, impedido para torear por prescripción facultativa. El testigo de la ceremonia fue Manolo Mejía y el toro de la ceremonia, bautizado como Mariachi, pertenecía a la ganadería de Xajay.

Tres décadas más tarde, el diestro de Galapagar permanece en el imaginario del aficionado,. Sus seguidores no han vuelto a verlo torear desde el 7 de agosto de 2022 en la plaza de Alicante sin saber si habrá más oportunidades de contemplar delante del toro y vestido de luces a un torero ajeno a cualquier molde que, a su modo, ha marcado la historia reciente del toreo. No, no podemos saber que deparará el futuro pero las oportunides se antojan más lejanas a la vez que pasan los años pero una cosa está clara para sus más furibundos pros y también para los más escépticos, que también los hay: el retorno puntual de Tomás volvería a animar el cotarro después de traúmatica retirada de Morante aunque su crónica alergia a las cámaras de televisión hurtaría gran parte de la necesaria trascendencia de una de esas esporádicas y contadas reapariciones que siempre han adquirido carácter de acontecimiento. Dios dirá…

Un poco de historia

José Tomás también cumplirá pronto el aniversario de otro lance de tintes más trágicos. El 18 de enero de 1996 –dentro de poco más de un mes también hará 30 años- sufrió una gravísima cornada en Autlán de la Grana, en el estado mexicano de Jalisco, que necesitó de varias transfusiones de sangre y, de alguna manera, marcó el signo cruento de una carrera atípica que no se parece a la de ninguna figura del toreo precedente ni posterior, por más que algún coletudo haya envenenado sus sueños con emular las mismas estrategias. Entre aquel sangriento percance y la tremenda cornada de Aguascalientes sufrida casi tres lustros después pasaron muchas cosas, muchos triunfos, algún fracaso, no pocas cornadas, y la sensación de encontrarnos ante un torero intransferible que supo mitificar su propia figura gracias a un largo eclipse profesional del que salió convertido en tótem.

Pero es conveniente ir por partes. La carrera de José Tomás podría dividirse claramente en ¿tres? tramos diferenciados. Dejando a un lado su etapa novilleril, que también se cimentó en ruedos mexicanos, podríamos trazar una primera etapa de importante figura más o menos convencional que abarcaría desde aquella alternativa azteca que ahora evocamos hasta su inesperada retirada temporal después de torear en Murcia, el 16 de septiembre de 2002, a media plaza y después de escuchar una fuerte bronca. Fueron siete campañas en las que el diestro madrileño tocó la gloria con los dedos, lanzándose definitivamente después de su gran faena a un toro de Alcurrucén en la isidrada de 1997. Tomás se convirtió en el triunfador sucesivo de las ferias madrileñas hasta 1999 aunque hay que anotar un trascendental cambio de apoderamiento y planteamiento profesional a partir de 1998 al trocar a Miranda y Moreno por Enrique Martín Arranz, forjador de la carrera de Joselito.

José Tomás abrió la Puerta del Príncipe por partida doble en la Feria de Abril de 2001.
José Tomás abrió la Puerta del Príncipe por partida doble en la Feria de Abril de 2001. / Carlos Núñez/6 Toros 6

En 1999 llegaron los rumores de rivalidad –y hasta veto- con Enrique Ponce pero, sobre todo, se firmó su tardío y muy esperado debut como matador de toros en la plaza de la Real Maestranza de Caballería que sí le había visto pasar –sin dejar excesiva huella- en su etapa como novillero. Son los años más fecundos profesional y artísticamente del madrileño, que ya empieza a convertirse en un torero de culto navegando aún lejos de la divinización que éstaba por llegar. En 2000 hay que anotar su cruzada contra la emisión televisiva de las corridas de toros abonando un terreno que volvió a enfangarse hace algunos años a raíz de la creación del polémico y efímero G-10 bajo la comandancia de El Juli. Pero ésa es otra historia. Nos interesa recordar que esa cruzada dejó solos a Tomás y Joselito bajo el paraguas común de Martín Arranz. En aquel tiempo comenzó también su crónica mudez ante los medios de comunicación, sólo rota eventualmente en alguna declaración en México, una tierra de referencia que, como veremos, volvería a cruzarse en su destino.

Las tornas comenzaron a cambiar en 2001. La sucesión de golpes y percances, la presión mediática y el desgaste profesional hicieron mella en el torero, que llegaría a dejarse vivo un toro en la feria de San Isidro de aquel año. Pero Tomás había sido capaz de firmar su penúltimo capítulo de gloria en esa Feria de Abril, saldada con dos Puertas del Príncipe que no fueron tres por culpa de una inoportuna cornada que le impidió salir a hombros. Al año siguiente, acusando la inevitable erosión de un largo lustro en la cima, llegaría el largo eclipse...

Nuevo tramo profesional

La hipotética reaparición de José Tomás se iba a convertir en la comidilla de todos los inviernos hasta que, sorprendiendo a todos, decidió volver a vestirse de luces casi cinco años después de desaparecer de la escena pública. Lo hizo llenando hasta los topes la Monumental de Barcelona el 17 de junio de 2007. Se iniciaba así una nueva etapa de su trayectoria marcada por la elección cuidada de los escenarios, el ganado y los compañeros y el escaso número de paseíllos cumplidos desde entonces. El diestro madrileño no se prodigó en este intervalo en las plazas de mayor trascendencia y se mantuvo siempre lejos del coso de la Real Maestranza de Sevilla donde –entre algunos tiras y aflojas- sólo se estuvo cerca de ser contratado para la Feria de Abril de 2012.

Pero hay que retroceder a ese 2007 en el que se anotó dieciséis corridas de toros acá a las que sumó una excursión americana de cinco paseíllos. En 2008 fueron otros 21 contratos, con cuatro de aperitivo americano y, sobre todo, su tremenda, impresionante, vuelta a la plaza de Las Ventas que terminó de convertirlo en leyenda viva del toreo.

Las cifras y el tirón de Tomás –con llenazo asegurado- se mantuvieron en 2009. Pero al año siguiente se produjo un punto de inflexión que sirve de llave para cerrar esta segunda etapa. Se trata de la gravísima cornada de Aguascalientes, el 24 de abril de 2010, que le llevó a las orillas de la muerte, marcó su propia vida y abrió su última versión en los ruedos a la vez que ensanchaba una leyenda que ya estaba escrita.

José Tomás, retratado por Manu Lozano
José Tomás, retratado por Manu Lozano / Manu Lozano

Un punto de inflexión taurino y vital

Antes de la brutal cornada del toro Navegante, que pudo ser su verdugo, José Tomás ya era un torero de culto que había manejado como nadie los tiempos y hasta una extraña -y efectiva- política de comunicación basada en no decir nada. Pero aquel viaje a las orillas de la muerte terminó de erigirle en una leyenda viva que ha espaciado al límite sus comparecencias públicas para seguir convirtiendo cada una de sus salidas a la palestra en una ocasión única.

Reapareció en la valenciana feria de julio de 2011 en medio de un clima de impresionante expectación. La temporada, reducida a nueve funciones, no fue pródiga en triunfos y se cerró clausurando la plaza Monumental de Barcelona. Toreó mucho menos en 2012, tan sólo tres corridas de toros, incluyendo la mitificada encerrona nimeña en la que indultó al cuarto –un gran ejemplar de Juan Pedro Domecq llamado Ingrato- en medio de una impresionante apoteosis que se tradujo en el corte de once orejas y un rabo. Ésa es la cumbre indiscutible de este penúltimo tramo de su vida torera que, desde ese momento, entró en una minuciosa dosificación. De hecho, 2013 quedó en barbecho y cuatro fueron las corridas apuntadas en 2014, que se redujeron a una sola –la esperada reaparición en Aguascalientes- en 2015.

2016 comenzó sin demasiado tino en la Monumental de México y terminó sumando siete funciones, incluyendo la gran faena al cuvillo de Jerez y el doble –y polémico- pase por la feria de Valladolid que se saldó con la salida de Enrique Ponce de la corrida de seis matadores –y de todo el ciclo pucelano- que se había organizado en homenaje a Víctor Barrio. En 2017 sólo anotó una actuación, de nuevo en México, y en otra corrida coral celebrada el día de la Virgen de Guadalupe a beneficio de las víctimas de los terremotos que asolaron el país azteca. En 2018 se limitó a volver a aparecerse en carne mortal en la plaza de Algeciras, de la mano del empresario José María Garzón -el hombre de moda- y en un mano a mano con Perera en el que no medió sorteo del ganado reseñado. Ambos matadores llegaron con sus toros bajo el brazo y brillaron a gran nivel pero fue el extremeño, a la postre, el que logró los titulares más rutilantes al indultar un excelente ejemplar de Jandilla. En 2019, otra vez de la mano de Garzón, iba a sumar una nueva apoteosis en el Corpus de Granada en plena comunión con el público de la Monumental de Frascuelo. Estrenaba una fórmula arriesgada: cuatro toros para el matador y dos para un telonero a caballo.

Las cosas se iban a torcer en 2020 por culpa del dichoso covid. Simón Casas había anunciado a bombo y platillo un doble pase en el coliseo de Nimes entre Pentecostés y la Vendimia. Se mantenía el modelo de Granada matando cuatro toros en solitario y encajando un rejoneador de intermedio –Hermoso de Mendoza y Lea Vicens respectivamente- para convertirse en estrella única de ambos acontecimientos. El maldito virus se iba a llevar por delante aquella temporada. 2021 también pasó en blanco y hubo que esperar a 2022 para contemplar la última (mini)temporada de su vida profesional en la que hubo cal y arena. La primera cita fue en Jaén, un calurosísimo día de junio. Se prescindía del caballo y actuaba como único espada ante cuatro astados. Pero las altísimas expectativas se vieron defraudadas esta vez. Aún quedaba otra en Alicante. Fue el 7 de agosto de ese 2022. Tomás recuperó la senda del triunfo y tampoco se libró de una fortísima voltereta. Desde entonces, fundido a negro. ¿Habrá próxima? Pues quién sabe…

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