ESPECIAL MATADORES (I)
Borja Jiménez: llegar y mantenerse
CONTRACRÓNICA DEL FESTIVAL DE CLAUSURA DE LA TEMPORADA
Una temporada más; también una temporada menos y, sobre todo, un añito más viejos. El festival organizado a beneficio de la Hermandad de los Gitanos y la asociación Nuevo Futuro cerró una nueva campaña en la esplendorosa y triunfal tarde otoñal que el maestro Peris narra en la página de aquí al lado. Hubo que esperar una semana para que luciera el sol, picara el sol de octubre y las banderas cayeran a plomo haciendo presagiar una buena tarde de toros. Y así fue...
Todos pusieron de su parte, especialmente los cinco espadas y el novillero que se pusieron delante del combo ganadero escogido para la ocasión en una tarde crepuscular en la que también había que gozar con los detalles y el esplendor de una plaza que gana en encanto con la derrota del calendario. La cofradía de la Madrugada había exornado las arcadas del coso del Baratillo con matas de romero que subrayaban el homenaje que se ofrecía al Faraón de Camas en el escenario que más le ha querido;en la que también tuvo sus riñas de enamorado. Son historias que conocen bien sus antiguos partidarios, ajenos a ese poscurrismo contemporáneo que algún día merecerá su propio análisis.
Casi nadie había advertido que Curro, que llegó a la plaza en silla de ruedas, se había instalado en el palquillo del Aero. Le acompañaba su mujer, Carmen Tello. Al lado tenía también al hermano mayor de los Gitanos, José María Flores Vargas, y muy cerquita a un gran aficionado, excelentísima persona, como Pepe Moreno que también ha portado la vara dorada de la cofradía. Por allí andaba Dorantes, Espartaco Padre, Rancapino hijo...
El brindis de Diego Urdiales, un torero ungido por el camero, iba a descubrir su presencia para toda la plaza que le tributó una intensa ovación con los tendidos puestos en pie. El viejo Faraón iba a recibir el reconocimiento de todos y cada uno de los actuantes. Pero lo mejor vendría después: los detalles del veterano diestro riojano, el temple de El Cid, la perfección de Luque, mitad ciéntifico, mitad artista; las ganas arrebatadas de Oliva Soto, el buen gusto de Aguado y la clásica personalidad de Javier Zulueta llenaron de contenido un festejo bien tejido por Espartaco, que también ha pasado sus duquelas hasta ver el sexteto recortado en la puerta de cuadrillas.
A la vez que doblaba el sexto de Jandilla se fundía la noche con el Guadalquivir y se despedía toda una temporada que ya ha escrito su propia historia, sus triunfos, sus fracasos, sus olvidos... Las puertas de la plaza no volverán a abrirse hasta el 20 de abril de 2025 con un cartel que ahora tiene todos los renglones en blanco. Será Domingo de Resurreción. Todo volverá a empezar.
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