Muere Paco Dorado, el comandante bohemio del toreo

OBITUARIO

El veterano empresario y apoderado sevillano, uno de los personajes más inconfundibles de los interiores del mundillo taurino, ha fallecido a los 76 años en el hospital Virgen del Rocío de Sevilla

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Dorado, rodeado de matadores de todas las épocas en el Salón de Carteles de la plaza de la Maestranza.
Dorado, rodeado de matadores de todas las épocas en el Salón de Carteles de la plaza de la Maestranza. / Archivo A.R.M.

Paco Dorado (Los Molares, 18 de noviembre de 1948-Sevilla, 4 de febrero de 2025) ya forma parte de la historia menuda del toreo, de sus personajes, sus anécdotas y sus secretos; de la bohemia y la bonhomía, aliadas con la más sana picaresca, que le convirtieron en uno de los rostros inconfundibles de un tiempo que con su marcha y la de otros tipazos inimitables se antoja imposible de repetir. Fallecía este martes fresco y soleado en el Hospital Virgen del Rocío en el término de una gravísima enfermedad que había dado la cara a raíz de una caída doméstica que no fue accidental. Tenía 76 años y una vida vivida y gozada en el toro. Descanse en paz.  

La historia de Paco Dorado, el Comandante, su trayectoria vital, profesional y taurina viajó desde los sótanos del toreo hasta el timón de algunas plazas de primera categoría. Cambió un floreciente negocio de quesos –los vendía en dos o tres horas y se pulía lo ganadp en ocho- por esa pasión por el toro y el toreo que le hizo ganar un potosí y perder tres o cuatro. “Me he marchado de esto sin tabaco”, exclamaba Paco en los últimos tiempos mientras repetía, sin demasiada convicción, que había perdido la memoria por no sé qué ictus que no le impedía dibujar recuerdos, detalles y hasta ese dinero –siempre el maldito parné- que marca la categoría en el toreo. 

Compartió mili y cetme con Paquirri “y ahí ya me entró el gusanillo”, recordaba Dorado para el autor de estas líneas en marzo de 2020. “Soñaba con los toros y salió un chiquillo de Gerena que quería ser torero”. El chiquillo era Tomás Campuzano. “Pasamos un quinario, aquello era muy duro pero saqué a Tomás a trancas y barrancas, sin un duro, tiesos como una mojama y gracias a que Tomás se arrimaba”, evocaba el único comandante que ha tenido el toreo. Era el comienzo de una carrera que iba a tener su culminación en plazas como Córdoba, Antequera o Jaén y hasta los principales cosos de Venezuela rodeado, siempre, de su particular corte de los milagros. En medio de todos esos personajes irrepetibles, Dorado siempre destacaba una figura fundamental: la de Juan Guardiola. “Era mi asesor, como un hermano para mí, él me recomendaba a los chavales y los llevábamos a tentar”.  

La revolución 

En ese punto apareció por primera vez el nombre del torero que marcó su cumbre, más que como apoderado como creador de un personaje: el de Manuel Díaz, al que quitó el apodo de Manolo para anunciarlo como su entonces presunto progenitor, El Cordobés. “Me lo llevé al Toruño y le echaron unas vacas; Juan me preguntó qué hacía allí ese torero si no servía”, rememoraba el comandante. Su respuesta fue sencilla: “Te lo traigo para que aprenda y ya aprenderá”. Era el inicio de aquella revolución que convirtió a Paco en comandante de un ejército sin armas. Le firmó el primer y único contrato en una servilleta de papel a raíz de su encuentro en un bar. “Le voy a poner a usted rico”, espetó entonces el aspirante a fenómeno, que ya andaba dando barrigazos por los pueblos sin demasiado éxito. 

Fue su mejor creación, posiblemente también la que más le dolería. Rocío Jurado –recuerda Santiago Sánchez Tráver, uno de sus más allegados- llegó a promover un pequeño homenaje en un restaurante de Caracas para consolar a Paco después de la ruptura. Dorado, de hecho, llegó a tener al mismísimo Manuel Benítez contratado en Palma de Mallorca para torear con el hijo. Para convencerlo hicieron falta 111 millones de pesetas, “el contrato más gordo que se ha escrito en el toreo”, pero el ciclón de Palma del Río acabó rajándose y dejando los seis toros de Tornay para que el que entonces era su presunto hijo los despachara en solitario. 

Los orígenes 

Para entonces ya estaba más que baqueteado en la profesión desde aquel lejano festejo organizado en Castillo de las Guardas para que toreara Tomás. Tiró de repertorio y colocó a Santi Sánchez Tráver en la taquilla, metiendo la pasta en una caja de zapatos. “Yo era profesor de matemáticas y al primer toro ya tenía hechas las cuentas” recuerda el profesor y periodista que este mismo miércoles participaba en las Lecciones Magistrales de Aula Taurina junto a Enrique Romero. En realidad no había un duro. Después de esas plazas de polvareda vinieron muchas, hasta 27 simultáneas. La primera grande que cogió fue Jaén y la más resonante –también la más compleja- la de Córdoba, de la que echaba pestes. 

Si volviera a empezar haría lo mismo: pura bohemia y para adelante. La chaqueta al hombro y mi paquete de tabaco…”

Hablar de Paco Dorado implica recordar esos personajes que sólo se pueden encontrar en las esquinas del toro. Curro Embarque, Calderón, el Balañá del Sur, hasta el mismísimo Diodoro Canorea, fallecido hace justo un cuarto de siglo… historias que darían para libros y novelas increíbles pero que, seguramente, se acabará llevando el viento cuando se marchiten las memorias. Es un tiempo se fue; seguramente para no regresar. A Tomás Campuzano lo sacaba del cuartel –andaba haciendo el servicio militar- y se lo llevaba hasta Francia para torear una novillada en la yema de los 70. Nadie le libraba del arresto posterior pero, en cuanto salía, era una vuelta a empezar. Dorado se llevó a Tomás hasta San Feliú de Gixols en el ranchera que tenía aparcado en la puerta del bar Parada de Gerena para torear uno de sus primeros festejos sin picar.  Aquellos viajes sin final, plagados de luces de colores, ponían sabor y olor a aquella vida irrepetible. Fue el comienzo de una relación en la que hubo que echar un cable para vender los famosos quesos. La camioneta caía en un rato y a las doce, con 3000 pesetas en el bolsillo, ya estaban en el Búcaro. Las rondas terminaban a las cuatro de la mañana… 

Seguramente el propio Dorado escribió su mejor epitafio: “Después de cuarenta años en el toro me he retirado sin tabaco; económicamente no me ha compensado nada pero personalmente mucho; he apoderado a muchos toreros y si volviera a empezar haría lo mismo: pura bohemia y para adelante. La chaqueta al hombro y mi paquete de tabaco…” 

DATOS DE INTERÉS

El responso por el eterno descanso del alma de Paco Dorado se celebrará en el tanatario de Camas este jueves, 6 de febrero, a las 11.00 de la mañana. Su familia y allegados recibirán en el mismo tanatorio desde este miércoles, 5 de febrero, a las 14.00 horas.

 

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