Los niños Bienvenida: a cien años de un debut

HISTORIAS TAURINAS

Manolo y Pepe Mejías Jiménez se presentaron en la plaza de la Maestranza el 28 de junio de 1925 marcando el ascenso fulgurante de esta pareja de becerristas que se convirtieron en la sensación del momento

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Manolo y Pepe Bienvenida encabezan el paseíllo en la plaza de la Maestranza el 28 de junio de 1925.
Manolo y Pepe Bienvenida encabezan el paseíllo en la plaza de la Maestranza el 28 de junio de 1925. / Archivo A.R.M.

La efeméride es redonda y anticipa otra más trágica que llegará este mismo año: se cumple un siglo exacto de la presentación en la plaza de la Maestranza de dos niños toreros, Manolo y Pepe Bienvenida, que marcaban la continuidad de una saga fundada por un oscuro torero decimonónico –Manuel Mejías Luján- que tomó el nombre de su pueblo, la pacense Bienvenida, como el apodo que acabaría bautizando a una amplia dinastía que no tardaría en injertarse en el Arenal sevillano…

Manuel Mejías Rapela, el tercero de la saga, había adoptado como su padre y su propio hermano –otro torero sin fortuna- el nombre de su localidad natal para anunciarse en los carteles. Había rozado la gloria en los primeros años del siglo XX –la Edad de Bronce del Bomba y Machaco- antes que la trascendente cornada de un toro de Trespalacios, la irrupción de Joselito y Belmonte y los propios dictados de la edad precipitaran su decadencia profesional. Bienvenida, al que el crítico don Modesto había apodado el Papa Negro en su antigua competencia con Bombita, había tenido que liar el petate con su creciente prole para marcharse a América en las postrimerías de 1917. Se trataba de sobrevivir haciendo lo único que sabía hacer: torear. Fuera dónde y cómo fuese.

El Papa Negro, el tercero de los Bienvenida, fue el padre de la extensa saga de matadores de siglo XX.
El Papa Negro, el tercero de los Bienvenida, fue el padre de la extensa saga de matadores de siglo XX. / Archivo A.R.M.

Con él habían partido su mujer, la sevillana Carmen Jiménez, y sus hijos Manolo, Pepe y Rafael, muy niños aún; el infortunado Rafaelito apenas contaba unos meses de vida... Había nacido también una niña que murió prematuramente y fue sepultada en Cartagena de Indias, base de operaciones de aquella tropa. El periplo se alargó aún unos años y el cuarto hijo varón, Antonio, iba a venir al mundo en Caracas, que iba a ser –en el Nuevo Circo- el escenario de la presentación como becerristas de los dos mayores el 22 de octubre de 1923. Manolo no había cumplido los 11 años. Pepe sólo tenía 9...

Cartel original del debut de los hermanos Manolo y Pepe Bienvenida el 28 de junio de 1925.
Cartel original del debut de los hermanos Manolo y Pepe Bienvenida el 28 de junio de 1925. / Archivo Luis Rufino

De vuelta a España

Cuentan que Carnicerito de Málaga –futuro suegro de Rafael de Paula- había sido el primer maestro de los hijos del Papa Negro. El capitán ya andaba rumiando el retorno de su tropa menuda a la añorada España pero las estrecheces económicas jugaban en contra. La vuelta, finalmente, se fijó en 1924 aunque sólo fue posible gracias al apoyo del general Juan Vicente Gómez, presidente de Venezuela, que se hizo cargo de los pasajes... Quedaba pendiente el bautizo formal de Antonio que se acabaría uniendo al de otro retoño. Era Angel Luis que ya nació en Sevilla con la familia recién instalada en el barrio de la Feria. Juntos acabarían recibiendo las aguas bautismales en la misma pila, la de Omnium Sanctorum, en la que había sido cristianado el mismísimo Juan Belmonte. Antonio, que ya tenía más de dos años, entró andando en el templo. Cuentan que sus hermanos le animaron a apedrear al monaguillo…

El Papa Negro iba a torear su última corrida de toros en España, una función olvidada celebrada en Belmez, en aquel trascendental 1924. Manolo y Pepe, con 12 y 13 años, ya andaban en boca en boca por la Sevilla taurina y contaron con el apoyo del ganadero José Anastasio Martín -vecino de la tropa instalada en la vieja calle de la Mar- que los incluyó en el festival organizado en Coria del Río el 22 de febrero de 1925 a beneficio de la Hermandad del Rocío, estrechamente ligada a la casa ganadera. Era su debut en España…

El Papa Negro recibe el brindis de su hijo Manolo mientras Pepe contempla la escena.
El Papa Negro recibe el brindis de su hijo Manolo mientras Pepe contempla la escena. / La Fiesta Prohibida

La incipiente fama de los chicos puso a tiro la presentación en la plaza de la Maestranza que se fijó para el 28 de junio de aquel lejano 1925 –el año de la reaparición de Belmonte en Sevilla- en una novillada organizada a beneficio de los empleados de escritorio. El valioso archivo de Luis Rufino Charlo -que conserva el cartel original- permite recordar aquel festejo iniciático que incluía el debut de los chavales a modo de prólogo del espectáculo formal. Los niños Bienvenida eran anunciados como Manolito y Pepito Mejías. Se precisaba que darían muerte a dos becerros de una acreditada ganadería bajo la dirección de lidia de su propio padre, el viejo Papa Negro que recibiría el brindis ceremonioso de su hijo Manolo vestido, como Pepe, con un pinturero traje corto que completaban sendos sombreros anchos y menudas zapatillas de torear.

Manolo y Pepe BIenvenida en el callejón de la plaza de la Maestranza.
Manolo y Pepe BIenvenida en el callejón de la plaza de la Maestranza. / La Fiesta Prohibida

En la lidia ordinaria se anunciaban Manuel del Pozo Rayito, José Ordóñez y José Villegas Niño de la Rueda para lidiar un encierro de Antonio García Pedrajas que en la víspera del festejo, siguiendo la costumbre de la época, estuvo expuesto en la antigua dehesa de Tabladilla. No faltaba la nota folclorista anunciando que la llave de los toriles la iba a pedir, “la gentilísima estrella de varietés, sevillana, recientemente llegada de América”, Trini Ramos…

El resultado del festejo no pudo ser más positivo. “El triunfo fue redondo, definitivo, absoluto. Como el público, su mismo padre quedó admirado, absorto, viendo torear a los dos hermanos”, escribiría José María de Cossío. La onda expansiva de aquel éxito, con la inmediatez, la naturalidad y el retorno que entonces gozaba el toreo, iba a alentar su repetición en el mismísimo coso maestrante el 5 de julio siguiente. Se les incluyó como la apertura de una novillada dominical, a modo de festival, estoqueando dos becerros del marqués de las Salas, de nuevo bajo la batuta de su progenitor. Los novilleros anunciados eran Manuel Martínez Vera, Raimundo Tato y Manuel Ruiz Vela. Las reses pertenecían a la divisa de Fernando Villalón, aristócrata, poeta y cantor de la mitología de la Baja Andalucía.

Cuadro estadístico de los hermanos Bienvenida en su primera temporada triunfal como becerristas.
Cuadro estadístico de los hermanos Bienvenida en su primera temporada triunfal como becerristas. / Archivo Luis Rufino

Aquellos festejos fueron el arranque del estrellato de los niños Bienvenida –tercera generación de una saga que aún daría un novillero, el malogrado Rafaelito, y tres matadores más- que llegaron a desplazar el interés que despertaban los propios diestros de fama. Una Real Orden de 1926 limitó la edad de actuación de los jóvenes lidiadores que se refugiaron en Francia y hasta en unas curiosas exhibiciones que les llevaron a Coney Island en Nueva York. Manolo Bienvenida, en un ascenso fulgurante, iba a tomar la alternativa el día del Pilar Zaragoza, cuatro años largos después de aquel debut infantil sin haber cumplido los 17 años. Fue figura grande de la Edad de Plata, seguramente el mejor de su casta, aunque la enfermedad iba a cortar su vida y su gloria torera con sólo 25 años. Es otra historia que merece ser contada.

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