Pablo Aguado: el cambio tranquilo...
ENTREVISTA
El diestro sevillano, tarde a tarde, ha escenificado un sólido cambio tranquilo en las dos últimas temporadas
El balance global de su paso por la plaza de Sevilla en 2025 trasciende de la estadística
Pablo Aguado: la solidez de un concepto
Morante, Ortega y Aguado: un tratado de torería local
La tarde del 10 de mayo de 2019 ya se antoja lejana. Pablo Aguado cortó cuatro orejas a los toros de Jandilla, salió por la Puerta del Príncipe… Aquello fue un impacto, un antes y un después que quizá hemos manoseado. Pero ha habido otro cambio silencioso, tranquilo, progresivo… que ha dado otra vuelta a la percepción del aficionado y que ha otorgado una regularidad, mayor capacidad, otro compromiso al diestro sevillano.
Pregunta.¿Está el torero de acuerdo?
Respuesta.A lo mejor está feo que yo lo diga y no sé como se habrá visto desde fuera pero interiormente he ido asentándome en lo que quiero ser como torero pero sobre todo desligarme de esa presión y responsabilidad inicial que me encontré -gracias a Dios- en el camino. Pero según va pasando el tiempo vas encontrando que todo eso se hace normal en tu vida. Al final se trata de echarle madurez.
P.¿Cómo se consigue?
R.El tiempo, la seguridad, la confianza en uno mismo, no sabría decir… en darte cuenta de que ni en los días buenos has arreglado tu carrera ni en los malos se ha acabado todo. Aprendes a relativizar mucho el triunfo y el fracaso.
P.¿Ha llegado a sentir en algún momento aquella tarde de 2019 como un lastre?
R.En los siguientes años sí. Notaba que todo el mundo iba con la ilusión de poder repetir una tarde así pero es que aquello fue tan especial, precisamente, porque es muy difícil que se dé. Era consciente de primera hora que aquello tardaría en repetirse si es que alguna vez lo hacía pero sí palpaba el ambiente casi como una obligación. Pesaba en la cabeza y en los hombros.
“Sentía que era una obligación repetir lo de 2019; me pesaba sobre los hombros”
P.Está todo el toreo empeñado en convertirle, con otros toreros de similar corte, en un sucesor de Morante. ¿Eso crea presión?
R.Yo vivo con cierto pasotismo esa búsqueda emocional del sitio del maestro. Él tiene un sitio que no se puede ocupar; es irreemplazable. Hablo por mí: no pretendo emularlo ni coger su estela. Yo quiero buscar mi propio hueco, marcar mi camino, escribir poco a poco mi pequeña historia pero no voy a hacerlo siendo el sustituto de nadie. Romero no fue sustituto de Pepe Luis ni Morante de Romero si lo hacemos en orden cronológico. Esa búsqueda de sucesiones es más emotiva que real.
P.La definición es muy buena: es un juego de emociones…
R.Es que encontrar un sustituto real es imposible. Ya no es que la carrera del maestro sea difícil de igualar; es que, aunque se pretendiera, sería siempre desde un sitio distinto. Nunca desde el mismo.
P.También anda todo el mundo empeñado en picarle con Juan Ortega.
R.Yo creo que Juan lo ve como yo. Y me pasa un poco como con la cuestión anterior, me lo tomo con cierto escepticismo. Lo que nos iguala es que tenemos un concepto similar del toreo pero Dios nos ha dado a cada uno una expresión distinta, por suerte para ambos. Eso de tener que buscar entre uno u otro es absurdo…
“Vivo con pasotismo la búsqueda emocional del sitio de Morante; es irreemplazable”
P.Pero más allá de todo eso, el toreo -sea por la retirada de Morante, el agotamiento de una generación o lo que sea- necesita un refresco y se ha hecho especialmente evidente de cara a la temporada 2026.
R.Es ley de vida. Los grandes bastiones que habían tenido las ferias se van retirando -es el caso de los maestros Juli o Morante- y los de la siguiente fila generacional tenemos que asumir las responsabilidades que ellos habían soportado durante otro tiempo. Hay que echarse a los lomos ese peso, no sólo en el grado de responsabilidad de una única tarde sino el número de corridas que se afrontan. Ahí hay que dar un paso adelante.
P.Estrenamos el invierno y la próxima campaña vuelve a estar cerca. ¿Ese plus de responsabilidad llega a pesar?
R.Bueno… No. Todo depende de como te lo tomes. No se trata de sentirte obligado a nada sino de verte como un privilegiado. Desde ese punto de vista es muy bonito pero tampoco puedo negar que torear alguna tarde más de la cuenta, aunque lo hagas en sitios tan bonitos como Sevilla o Madrid, es una responsabilidad añadida que, aunque la hagas feliz, te pesa. Al final los toros salen de uno en uno…
P.Hay una frase, convertida ya casi en un tópico, que dice que se torea como se es pero también como se está… ¿Cómo está Pablo Aguado?
R.Ilusionado. Algunas veces me han preguntado por el año anterior y siempre he dicho que me veo encelado. Con ganas, ilusión, ambición…
P.Le he escuchado decir que tiene muchas ganas de torear.
R.A eso lo llamo estar encelado. Eso va por rachas pero cuando estás así lo palpa el aficionado y cuando no, también. Pero creo que ahora estoy así. No me gusta vender la piel del oso antes de cazarlo porque el toro es una constante cura de humildad y basta que ahora diga esto para que vaya esta misma tarde al campo y una becerra me vuelva loco. En el toreo tenemos que ser humildes.
“Me encuentro con muchas ganas e ilusión, encelado en la cara del toro”
P.Hablando del campo, dicen que esa exigencia se da hasta en los tentaderos. No cabe estar relajado…
R.Nunca… A una becerra hay que darle la misma importancia que le das al toro en la plaza porque te puede quitar mucho. El día que no te sientes bien te puede hacer mermar en tu confianza. Esa exigencia es contigo mismo.
P.La retirada de Morante ha sido la noticia del año pero ha habido otra: la plaza de la Maestranza estrena nuevo empresario.
R.Todo cambio refresca la ilusión de la gente. He tenido muy buena relación con la empresa Pagés y la tengo con José María Garzón. Tengo que estar muy agradecido a los Pagés porque me dieron mucho sitio desde novillero y no cabe duda que han sido uno de los impulsos de mi carrera. Con José María, más allá del vínculo profesional, tengo una buena amistad personal, cercanía de las familias… Sólo tengo palabras de agradecimiento para ambos: la empresa saliente y la entrante. La ilusión de José María, su sevillanía y su buen gusto harán que Sevilla siga siendo lo que es.
P.La propia plaza imprime carácter pero ya que hablamos de Sevilla hay que reconocer que, más allá de las orejas, ha dejado un gran regusto global de cara al aficionado en 2025.
R.Habíamos hablado antes de cómo había cimentado esa confianza que he ido ganando. Y una de esas patas, de esos pilares, ha sido Sevilla. Tengo la pena de no haber matado este año el toro de Juan Pedro e incluso el primero de Domingo Hernández pero quizá no me lo han tenido en cuenta. Sí, he tenido la suerte de que más allá de las orejas quedó esa aprobación, ese placet… no quiero decir que sea mejor que las orejas pero quedaron las sensaciones.
P.Había una tarde que atraía sobre el papel, la del primero de mayo con Morante y Ortega, y acabó siendo un resumen de todo eso. Aunque el astro de Morante lo ha llenado todo aquello acabó siendo un tratado de torería coral.
R.El día de Juan Pedro pude torear un toro más a gusto que ese día pero es verdad que el conjunto de aquella tarde tuvo un ambiente distinto y especial. El maestro estuvo tremendo y aunque Juan y yo no pudimos redondear una faena de premio, tanto él con el capote y yo con mi primer toro pudimos hacer cosas en las que palpamos a la gente muy metida en la tarde. Es verdad, fue un día muy bonito y eso como torero te reconforta mucho porque demuestra que el toreo es un arte que va más allá de los números sobre todo cuando va encaminado a un estilo clásico.
P.Se palpó una comunión especial con el público…
R.El público estaba deseando que pasaran cosas, predispuestos a ver cosas que les llenaran.
“Empecé a sentir otra confianza a raíz de un toro de Matilla en la feria de San Miguel”
P.Hay que volver al principio, a esta era pos covid que ha reforzado su concepto. ¿Hay algún toro concreto, algún día exacto que haya podido marcar ese camino?
R.No podría marcar esa evolución en un toro concreto pero sí se me viene mucho a la cabeza -sin que fuera un triunfo rotundo- un animal con el que estuve muy a gusto. Quizá ahí si pueda encontrar cierto apoyo para encontrar la confianza en mí mismo. Fue uno de Matilla en San Miguel. Ahora mismo no recuerdo ni siquiera si le corté la oreja pero me dio algo. No, no puedo decir que fuera un punto de inflexión pero se me ha venido a la cabeza con la pregunta. No sé porqué… Quizá fue porque llevaba tiempo sin sentirme a gusto en Sevilla; había cortado orejas pero no encontraba esa felicidad en la cara del toro, la sensación de olvidarme de todo. Fue a raíz de ese.
P.Si nos vamos a otro ámbito no sé si está percibiendo cierto cambio de ciclo. La presión antitaurina está dando paso a otra percepción social del toreo.
R.El cambio es radical. ¿Por qué? No lo sé… Muchos lo achacan a ese carácter reivindicativo de la gente joven. Basta que se prohíba algo para que se desee pero quizá es un argumento ya manido. No sé qué es pero sí palpo que el toreo está de moda. Y lo más halagüeño es que está de moda entre la gente joven. Es impresionante cuando vas a una plaza y te llegan veintemil chavales con los cromos, buscando una foto, tratándote como un ídolo. Ése es el ambiente que habíamos escuchado de las épocas más doradas del toreo. Yo no he vivido esos tiempos pero sí he escuchado decir a maestros antiguos que la cantidad de gente joven que se ve ahora no la había habido nunca.
P.Podríamos colocar a los toreros de Sevilla, a todo el toreo, en un friso como el del Partenón… ¿Siente que un día tendrá sitio en ese friso?
R.Uf, qué bonita esa pregunta. No lo había pensado nunca. Pero sí me enorgullecería conmigo mismo que hubiera días, tardes o cosas que le haya podido hacer a un toro que permanezcan en el recuerdo del aficionado; que me dijeran que no lo van a olvidar de por vida. Ése es el triunfo más bonito que puede tener un torero; es lo que más me llena cuando te lo dicen de verdad. ¿Supone escribir pequeñas páginas que ya no se borrarán? No sé si será así pero ése es el mayor triunfo de un torero.
P.Algún día, si Dios quiere, sus hijos o sus nietos podrán verle en esos libros…
R.Me emociona pensarlo. No por lo que pueda suponer para la galería ni por mero protagonismo. Es lo que supone para uno mismo como torero: haber sido capaz de dejar algo de huella -en la medida que sea- es único…
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