Plaza de Pamplona: el espíritu de la Monumental de Sevilla

HISTORIAS TAURINAS

El centenario coso pamplonica se construyó con los planos del efímero recinto que inspiró Joselito en la actual avenida de Eduardo Dato de la capital hispalense

El toreo se codificó en la Puerta de la Carne

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Imagen coloreada de la efímera Monumental de Sevilla que alentó Joselito.
Imagen coloreada de la efímera Monumental de Sevilla que alentó Joselito. / Archivo A.R.M.

El 30 de septiembre de 1920 se reseña una novillada olvidada en la Monumental de Sevilla. El cartel anunciaba a Maera, Joseíto de Málaga y Facultades. Tenían que despachar un encierro de Rincón. El día antes se había celebrado una corrida de ocho toros en la que Rafael El Gallo, reverdeciendo laureles, había cortado dos orejas a un ejemplar de Pérez de la Concha alternando con Manolo Belmonte, Chicuelo y el joven Granero, alternativado la jornada anterior...

Aquellos dos festejos otoñales, que completaban la oferta taurina de la propia plaza de la Maestranza, iban a ser los últimos que se celebraran en aquel efímero recinto levantado junto al barrio de San Bernardo bajo la inspiración de Joselito, el impulso económico del industrial José Julio Lissén, los planos de Francisco Urcola y la dirección arquitectónica de José Espiau. Se cerraba así una brevísima historia de sólo tres temporadas que nunca estuvo exenta de dificultades, llegando a celebrarse ferias paralelas a la misma hora y en las mismas fechas, polarizando la afición de Sevilla entre ambos recintos y sus estandartes toreros: Belmonte y el propio Joselito.

En la actual avenida de Eduardo Dato de Sevilla, confundido con los modernos edificios de su acera izquierda, se conserva el único vestigio arquitectónico de aquel fugaz recinto. Se trata de una pequeña puerta cegada pintada de cal y ocre, rematada con un frontón neorrenacentista. Pertenecía al cerramiento exterior de aquella plaza de toros soñada por Gallito. El empeño le trajo muchos dolores de cabeza hasta el punto de sufrir una feroz campaña periodística –con Gregorio Corrochano y su poderoso periódico a la cabeza de la manifestación- y el vacío de no pocas fuerzas vivas de la ciudad de la Giralda. El desenlace es sabido: aquel inmenso e innovador recinto de hormigón armado ideado para abaratar las entradas y, de una u otra forma, democratizar el espectáculo taurino no logró sobrevivir a su inspirador. Pero Joselito, que había toreado su última corrida en la Monumental el 23 de abril de 1920, estaba marcando el futuro del negocio taurino. A pesar de todo se había adelantado a su propio tiempo…

Al año siguiente no llegó a comenzar la temporada que se había programado. El coso fue clausurado por unos supuestos problemas de seguridad estructural, reeditando el argumento que ha había retrasado su estreno sólo dos años antes. Su historia taurina y material había concluido.

Joselito actuando en la Monumental de Sevilla que él mismo inspiró.
Joselito actuando en la Monumental de Sevilla que él mismo inspiró. / Archivo A.R.M.

De Sevilla a Pamplona

La Monumental no volvería a abrir sus puertas. Mientras tanto, en Pamplona, ya se había decidido sustituir la vieja plaza decimonónica por un coso más capaz y moderno ubicado en el segundo ensanche de la capital navarra. Aquel mismo año de 1921, mientras la Monumental sevillana iniciaba la cuenta atrás para su derribo, Francisco Urcola recibió el encargo de levantar el nuevo coso pamplonica. Pero todo se acabaría precipitando con el incendio –no se sabe si intencionado- de la antigua plaza. No había mucho tiempo que perder…

El nuevo coso de Pamplona –el mismo que ha llegado hasta nuestros días con algunas modificaciones y una gran ampliación - estuvo lista en poco más de un año. El 7 de julio de 1922 iba a ser inaugurada por los espadas Saleri II, Juan Luis de la Rosa y Marcial Lalanda que despacharon un encierro de Vicente Martínez.

Imagen de la plaza de Pamplona, antes de la reforma de Moneo, en la célebre fotografía de Ramón Masats.
Imagen de la plaza de Pamplona, antes de la reforma de Moneo, en la célebre fotografía de Ramón Masats. / Ramón Masats

Una hermana pequeña

El aspecto exterior de la plaza revelaba su enorme parecido con la Monumental de Sevilla, haciendo suyas las mismas claves regionalistas que acompañaron la construcción del recinto de Eduardo Dato además del empleo pionero del hormigón armado. No dejaba de ser una copia en escala, ya que su aforo era notablemente más reducido que el del coso de San Bernardo. La diferencia más notable era palpable en sus localidades superiores.

El inmenso graderío descubierto del coso sevillano había sido sustituido en el caso del flamante coso pamplonica por unas andanadas cubiertas situadas sobre las localidades de palco. Si la Monumental de Sevilla podía albergar más de 23.000 espectadores, su hermana chica de Navarra rozaba las 13.000 localidades en su estreno. Hubo que esperar hasta 1967 para que el nuevo recinto se aproximara al aforo del primitivo. La reforma de Rafael Moneo, de alguna manera, retomaba la tesis de Joselito convirtiendo aquella andanada en un inmenso graderío que elevó el aforo de la plaza hasta rozar las 20.000 localidades .

La plaza de la Misericordia de Pamplona, hija del mismo impulso constructivo que la Monumental de Sevilla y heredera de aquellos postulados gallistas ya ha rebasado el siglo. Estos días ha renovado la inconfundible jarana de los mozos en el festejo vespertino, engullendo esa impresionante serpiente matinal de corredores, mansos y toros bravos. El coso pamplonica es el verdadero corazón de las fiestas más universales de España. Un día tuvo una hermana mayor en Sevilla. A Pamplona hemos de ir…

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