Gastronomía

Regresan las catas de vino y las ganas de brindar

  • La presentación de los vinos de la bodega riojana Pujanza en Plaza de Armas refleja una progresiva y responsable vuelta a la actividad

El gastrónomo Javier Compás y Carlos San Pedro, de Bodegas Pujanza, en Plaza de Armas.

El gastrónomo Javier Compás y Carlos San Pedro, de Bodegas Pujanza, en Plaza de Armas. / D.S.

Vuelven a brujulear turistas por las calles de Sevilla; vuelven a hormiguear los sevillanos en busca de los bares y tascas donde sirven los mejores caracoles; los hoteles en ciernes antes de la pandemia, más o menos opulentos, ya van cobrando forma. Y, siempre bajo la obligada responsabilidad, vuelven las catas de nivel a Sevilla.

“Desde abril, los hosteleros están más contentos y los distribuidores piden más vino”. Lo asegura Carlos San Pedro, de Bodegas Pujanza, referente de la Rioja Alavesa, que presentó el pasado lunes sus nuevas añadas en el bello marco de Plaza de Armas. Quinta generación de viticultores y tercera de bodegueros, describió el espíritu de su proyecto, cuya simiente plantó en 1998: “Lo importante en un vino debe ser el origen. En una zona con tanta tradición como la Rioja Alavesa, me apetecía volver a los orígenes sin tocar la esencia de la bodega. Pujanza no lleva la catalogación de crianza o reserva, la etiqueta refleja añada y viñedo”.

El viñedo como eje gravitatorio para unos vinos destinados a la restauración casi al completo y que apenas se dejaban ver en grandes superficies: “Con la hostelería cerrada, no vendimos nada. No teníamos presencia en lineales, sólo en El Corte Inglés y ya ni eso”.

La raíz de todo está en el escrupuloso respeto de la bodega a la procedencia de la uva. “Tenemos 40 hectáreas de viñedo y producimos 200.000 botellas al año. Sólo hacemos vino de uva propia. En Laguardia (la preciosa localidad alavesa donde radica la bodega) hay siete hectáreas que me gustaría comprar. Cada hectárea de más supondría crecer a 5.000 botellas más y podríamos llegar a 235.000 pue, pero nunca más”.La filosofía de pureza y autenticidad marca los límites. La cata en la Sala Platea Odeón, estuvo precedida por una muy interesante charla de Carlos San Pedro con el gastrónomo sevillano Javier Compás, que organizó un evento que contó con la colaboración de la distribuidora Narbona Solís.

“En todos los pueblos de la zona hay bodegas centenarias, donde se hacían vinos con la uva de esa zona, algo parcelario. Yo tenía una visión distinta a mi padre, que producía 11 millones de kilos de uva para vino a granel, no embotellaba y vendía a otras bodegas. Mi familia me apoyó en mi nueva idea y empezamos con Valdepoleo –excepcional la añada de 2017, incluida en la cata–. Cuando empezamos nos consideraron clásicos, y ahora somos modernos haciendo lo mismo. Son vinos elegantes y estructurados, para comer”.

Tras la conversación, la cata redondeada por los suculentos jamones y embutidos que elabora Manuel Maldonado en un idílico rincón de la dehesa extremeña.

La cata empezó con Voelos –“en ellos sí queríamos reflejar el método, de ahí que sí se cataloguen como Crianza y Reserva”– y prosiguió con sus reputados tempranillos: Hado, Valdepoleo, La Paul y Norte, además de un sorprendente blanco elaborado con viura, SJ Anteportalatina.

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