Un cuarto de siglo haciendo del cante oración

La Escuela de Saetas de La Cena comienza hoy un nuevo curso marcado por su XXV aniversario

1 y 3. Varios alumnos interpretan sus 'quejíos' durante una de las sesiones del pasado curso.  2. Juan Palacios Ávila, alma mater de la escuela y hermano honorario de la Hermandad de La Cena, junto a su Cristo de la Humildad y Paciencia.
1 y 3. Varios alumnos interpretan sus 'quejíos' durante una de las sesiones del pasado curso. 2. Juan Palacios Ávila, alma mater de la escuela y hermano honorario de la Hermandad de La Cena, junto a su Cristo de la Humildad y Paciencia.
Alberto Fraile

03 de octubre 2015 - 01:00

A poco más de cinco meses de la Semana Santa, la Escuela de Saetas de Sevilla, con sede en la Hermandad de La Cena, inicia hoy sus clases semanales con la mirada puesta en la conmemoración de su vigésimo quinto cumpleaños. Bodas de plata para una de las más antiguas del país que no sólo ayuda a perfeccionar la voz y a profundizar en los diferentes estilos sevillanos de este cante, sino que trata de inculcar las aptitudes y actitudes que todo buen saetero debe tener.

Sus raíces se remontan a 1991. Juan Palacios Ávila, alma máterde la organización, explica cómo fue un hermano de la cofradía del Domingo de Ramos quien le trasladó su deseo de formar la escuela cuando era teniente de hermano mayor. "Un hermano, Pepe Medina, me encargó el asunto, lo llevé a cabildo y se aprobó", apunta. 25 años después, la escuela se mantiene más viva que nunca. Por ella han pasado más de 500 alumnos y se han formado saeteros de gran renombre como Manuel Vázquez Lombo, Diego Benjumea o Jesús Ponce. Otros muchos han colaborado también en las clases. Es el caso de Paquita Gómez, Manolo Cuevas, Angelita Yruela, Alex Ortiz, Pili del Castillo, el Sacri o el mítico Pepe Peregil.

El objetivo con el que se fundó, y que mantiene, es el de conservar la esencia de la saeta de la capital. "La idea es que en la calle se canten las saetas exactas, tal y como son, una quintilla octosílaba pareada", comenta Palacios. "La nuestra es cortita, de unos tres minutos más o menos", añade.

Desde los inicios, Juan Palacios ha ejercido como secretario, por lo que conoce las entrañas de la escuela mejor que nadie. Con 88 años se muestra satisfecho y con el mismo entusiasmo que le llevó a impulsar el proyecto. Aunque no canta saetas, sí las escribe. En su "saetario" recoge más de 400 letras salidas de su puño y letra. "Todas las semanas hago una nueva y, al final de la lección, los alumnos la cantan", asegura Palacios. La que más le gusta hace referencia a su devoción cristífera: Cuatro claveles de bondad / cuatro cirios encendidos / dame tu infinita bondad / de mis pecados arrepentidos / mi Cristo de la Humildad. Todo un ejemplo para la Hermandad de La Cena, en la que ha ocupado varios cargos desde su ingreso en 1965, entre ellos el de hermano mayor durante el periodo 1982-1986.

Para entrar en la escuela no hace falta ser hermano de La Cena. Cada sábado, los alumnos aprenden y escuchan los siete estilos sevillanos: seguiriya, seguiriya con martinete, ésta misma rematada por toná, seguiriya con toná, carcelera, martinete y toná. Las clases tienen lugar en la Iglesia de los Terceros hasta la llegada del frío, cuando pasan a la sacristía, y se desarrollan hasta quince días antes de la Semana Santa. Constan de dos partes. En la primera, profundizan en los conocimientos no prácticos imprescindibles para poder sumergirse en este arte. La historia de la saeta, su genealogía y etimología, la métrica, la voz, el tono, sus estilos y la nomenclatura conforman las lecciones. Unos contenidos teóricos que dan paso, en una segunda parte, a las intervenciones de los alumnos que cantan el estilo de saeta que previamente se les indica. Cada uno con cuaderno y grabadora en mano para registrar sus posibles errores.

Para cantar saetas no sólo se precisa de una buena voz. "Es importante la competencia auditiva y un mínimo de conocimiento del cante, además de capacidad para aprender", destaca José Manuel Humanes, director de la escuela, que asegura que, por lo general, un alumno necesita año y medio para adquirir cierta destreza en uno de los palos. Durante las sesiones, se les explica también cuándo deben respirar o la forma en la que tienen que colocar el cuerpo y los brazos. Pero más allá de las capacidades a potenciar, la escuela trata de ahondar en la presencia del saetero, como los gestos que debe evitar, el comportamiento más adecuado antes, durante y después, e incluso cómo debe ir vestido. Muchos detalles a cuidar de una formación que más que enseñar a cantar este clásico quejío, busca perfeccionar la técnica.

A lo largo de este cuarto de siglo, los integrantes de la escuela han tenido la oportunidad de participar en un gran listado de actos y recitales en distintas localidades, desde Granada hasta Salamanca, pasando por Jaén o Rota. Al año son unos 35. En Cuaresma, al final de cada curso, los cuatro profesores y saeteros -José Manuel Humanes, Rosario Herrera, Ana Pérez y Álvaro Carrillo- analizan la evolución de los inscritos y "nominan a los mejores". Maestría que se reconoce durante el Pregón del Saetero, que sirve como acto de clausura. A esto se une la celebración de la llamada Exaltación de la Saeta.

Para el curso del XXV aniversario, que hoy comienza con unos cuarenta alumnos bajo inscripción de 30 euros, se ha editado un logotipo con referencias a la efeméride, a la corporación que los acoge, a la saeta y al recién fallecido subdirector Manuel Guzmán. Pero, además, están previstos varios actos con las cofradías más allegadas (El Cerro, La Exaltación y Las Cigarreras), así como la entrega de varios reconocimientos por esta celebración.

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