Poder formarse, decir lo que piensa y pensar lo que quiera o vestirse y maquillarse como le apetezca. Prácticamente todo lo que implica una decisión privada, íntima e incluso rutinaria, para Séfora Vargas ha sido sinónimo de una batalla que librar. Nació gitana y en el mes de marzo, el que dice la mitología, tanto griega como romana, que es el de la guerra. A sus 34 años, está a punto de terminar sus estudios de Derecho: "Siempre he destacado por ser diferente en muchos sentidos. Pero sobre todo por ser gitana y querer estudiar". Preside desde 2011 la Asociación para el Progreso y Desarrollo Gitano (Aproideg), su proyecto personal que se forjó con la intención de ayudar a subsanar muchas de las necesidades que tiene el colectivo en la actualidad. Desde esta entidad se presta especial atención al gremio de los vendedores ambulantes -"el único instrumento normalizador para la población gitana", según esta sevillana-, a la igualdad de las mujeres calés y a los hijos de estos trabajadores que pasan "tantas horas vagando en los mercadillos". Amante de la música, la lectura y el deporte, uno de los últimos objetivos que tiene previsto alcanzar es aprobar las oposiciones para inspectora de la Policía Nacional. Un sueño que persigue quizás por la tradición marcial de su familia (su abuelo fue militar) o quizás, como ella dice, porque le parece interesante estar "en el otro lado".